Para conseguir esta gracia los prelados españoles acudieron al monasterio de La Encarnación, donde realizaron una oración, a la iglesia de La Santa (casa natal de Santa Teresa) para celebrar una eucaristía y terminaron la jornada con una adoración en el convento de San José, primera fundación teresiana, y con el cierre de la Asamblea en el Seminario.
[Vea aquí, en el Flick de la Conferencia Episcopal, cientos de fotos de esta jornada teresiana de los obispos]
El acto central de la jornada, enmarcada en los actos de celebración del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa, se vivió con la eucaristía en La Santa, que estuvo presidida por el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez.
En ella estuvo acompañado, además de por los obispos, por autoridades como el alcalde de Ávila, Miguel Ángel García Nieto; la subdelegada del Gobierno, María Ángeles Ortega; el presidente de la Diputación, Agustín González, así como representantes del mundo de la educación, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y de la Comisión Nacional del V Centenario.
Como era de esperar, Santa Teresa fue el centro de la eucaristía y así se vio especialmente en la homilía donde se recordó la «herencia preciosa» que ha dejado la mística abulense y que Blázquez señaló que se ve en «su vida y su alma que hallamos en sus escritos, sus hijas e hijos en quienes tomó cuerpo y forma su obra reformadora, sus obras escritas en admirable español que son libro vivo y no sólo narración o doctrina».
El presidente de la Conferencia Episcopal Española destacó que «Santa Teresa es un don excelente de Dios a la humanidad» y recordó que «la memoria de Teresa está viva también en nosotros» como se ve en las celebraciones por el V Centenario de su nacimiento. Por ello «no es extraño –aseguró– que se hayan multiplicado las iniciativas» en este Centenario y que «todas vayan encontrando una respuesta gratificante».
En cuanto a Santa Teresa incidió en que el «encuentro personal con Jesucristo cambió radicalmente su vida» y así «pasó del cansancio por no hacer nada a la dedicación incondicional en medio de trabajos, persecuciones, viajes, incertidumbres».
Por ello, siguiendo su ejemplo, señaló que «si no tomamos la vida en su peso y en su desafío, no hallaremos la felicidad; no tendremos realmente vigor y esperanza para vivir, para trabajar, para sufrir, para morir. Es penoso arrastrar la carga diaria sin una fuente interior que refresque, purifique, ilumine, fortalezca y haga fecunda la vida».