“En la medida en crezcamos en la unión con Dios dignificaremos a la mujer, porque amar más a Dios es amar más a la mujer”. Fue una de las frases del obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, en la apertura del II Foro Internacional de la Mujer, que comenzó este viernes y que se desarrollará hasta el próximo domingo cuando lo clausure el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.
En su intervención, con el título Mujer, responsable de la civilización del amor y de vida, que abrió esta actividad con más de 150 personas (mujeres, la gran mayoría) en la residencia de San José de El Escorial, el obispo vasco quiso “centrar el balón para que pueda empezar el partido”, de este encuentro que tiene programadas las intervenciones hasta el próximo domingo de, entre otros, de Lydia Jiménez, Jokin de Irala, Mar Sánchez Marchori, Mónica López Barahona, Ángela Varela y el obispo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa.
Munilla colocó el “balón en el centro” (según su terminología) sin ocultar algunos errores de la Iglesia contra la mujer, como que, en ocasiones, “se llegó a cuestionar que la mujer pudiera poseer el mandato divino para enseñar” (Tertuliano, en el siglo II). Fallos de gente de Iglesia “por los que no hay que escandalizarse”, porque formarían parte del secular factor humano. En este sentido, el titular de la diócesis de San Sebastián, recordó la petición de perdón –la sexta- de Juan Pablo II a las mujeres por las “humillaciones sufridas” por parte de miembros de la Iglesia a la largo de la historia.
Destacó la dignidad de hombre y mujer, conferida por Dios, en igualdad y diferencia, y avanzó que uno de los orígenes de la violencia actual a las mujeres –recordando que el hombre es un “animal” racional- es “el olvido y rechazo de la espiritualidad por una vivencia y vuelta a las relaciones de índole animal”.
La debilidad, fruto del “pecado original” y el “influjo de Satanás en la sociedad”, subrayó, completarían un boceto de esta nueva antropología del momento en la que “el amor se reduce a la búsqueda y satisfacción de uno mismo”.
Consideró que “la estrategia del feminismo radical y la ideología de género” son dos elementos que “dificultan, distorsionan y esclavizan a la mujer”, porque, a su juicio, preconizan “la lucha de sexos, cuando hemos sido creados para la comunión y no para el enfrentamiento”. Este igualitarismo “minimiza las diferencias sexuales y maximiza las de género”, lo que lleva al obispo donostiarra a definir la destrucción de la alteridad sexual como “endiosamiento del deseo y de la propia voluntad”, pues no existe “ya el sexo que uno tiene sino el que quiere”. Quien defienda lo contrario, vaticinó, “será tachado de inquisitorial”.
Arremetió contra el “gran capital”, ejemplificado en las misivas dirigidas –en lo que parece “una agenda oculta”, dijo- por empresas tecnológicas (aludió a Apple, Microsoft, Google, entre otras) al Tribunal Supremo de Estados Unidos, para que favorezca la ideología de género en sus decisiones.
Para el eclesiástico vasco, es la mujer la perjudicada en estas nuevas formas de feminismo que empezaron con la revolución sexual, recordó, “separando sexo y apertura a la procreación con los anticoncepltivos”, y, posteriormente, con el aborto, en el que la “mujer es la segunda víctima”, sentenció. En este sentido, desveló que “la Iglesia está siendo más madre que nunca” porque “está atendiendo a muchas mujeres que han abortado y piden consolación”. Aludió también a que las encuestas señalan que son los hombres los más favorables al aborto que las féminas.
Disertó también sobre “el lado oscuro de la revolución tecnológica, en la trivialización de la imagen de la mujer, la pornografía en Internet y en los medios de comunicación, quienes utilizan a la mujer”, lo que supone “un retroceso muy grande en la dignificación de la mujer”.
Sin descender a las dificultades para conciliar vida familiar y profesional, que se tratarán el sábado en el Foro, afirmó que estamos en un “capitalismo salvaje”, en el que tener “trabajo no es sinónimo de tener empleo”. Y, con humor, apostilló, que los cristianos “somos tradicionales, en el sentido teológico de la Revelación”, pero no somos conservadores, ‘conservaduros’ ni ‘conservaeruos’”
Favorable a una presencia mayor de la mujer en la Iglesia, dijo que a ellas les toca “el ejercicio de un ministerio espiritual en la sociedad”, cometido distinto de la ordenación sacerdotal.
Profundizar en una antropología humanista y que “la mejor respuesta a la causa de la mujer es la pastoral familiar, porque la familia es la escuela donde se aprenden los valores” fueron otros aspectos que destacó el obispo de San Sebastián al final de su intervención, en la que se sumó a las palabras del papa Francisco en una de sus últimas audiencias en las que exponía: “Me pregunto si la crisis de confianza colectiva en Dios, que nos hace tanto mal, nos hace enfermar de resignación a la incredulidad y al cinismo, no esté también conectada a la crisis de la alianza entre hombre y mujer”.
El sábado continúa el Foro con la intervención del obispo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa, al que le seguirán distintas mesas redondas y paneles en una jornada que concluirá a las 22:00 horas con una representación teatral sobre la vida de Catalina de Aragón.