La Virgen de la Merced es la patrona de Barcelona y en su honor se celebran las fiestas mayores de la Ciudad Condal. Pero el actual alcalde, el socialista Jaume Collboni, eliminó la misa del programa de fiestas, como había hecho en los últimos años su predecesora, Ada Colau.
Un contrasentido que no impidió a Collboni acudir este martes a la misa de la solemnidad que se celebró en la basílica de la Mercè, que custodia la talla de la Patrona. La ofició el cardenal Juan José Omella y concelebraron Agustí Cortés, obispo de Sant Feliu de Llobregat, Salvador Cristau, obispo de Tarrasa, y los obispos auxiliares de Barcelona, David Abadías y Javier Vilanova.
Entre las autoridades civiles y militares presentes se encontraba también el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, socialista que se declara católico (en su discurso de investidura hizo algunas referencias al "humanismo cristiano") aunque, entre otras cosas, como ministro de Sanidad apoyó activamente la difusión del aborto farmacológico hasta las 9 semanas para evitar la "saturación" de los quirófanos.
También asistieron a la misa el presidente del parlamento autonómico, Josep Rull, de Junts, y otras autoridades políticas, civiles, militares y policiales.
Los gigantes de la ciudad, que cumplen seiscientos años (los primeros documentos que los mencionan son de 1424), en un momento de la celebración de la Virgen de la Merced en su basílica barcelonesa. Foto: G. Simón / Arzobispado de Barcelona.
La Virgen "nos quiere a todos sentados en la misma mesa, trabajando por el bien común", dijo en la homilía, ante más de trescientas personas, el arzobispo de Barcelona. Puso el ejemplo de las bodas de Caná, donde Nuestra Señora mostró que "es capaz de estar atenta, mirar y observar la realidad, y detectar las necesidades y los problemas", por lo cual exhortó a los fieles a hacer lo mismo, observando con empatía las dificultades de los otros. En la actualidad, lamentó, "a menudo miramos hacia otro lado", de lo que culpó parcialmente a un excesivo uso de la tecnología, que "nos ha cerrado la mirada" para centrarnos en nosotros mismos y alejarnos de las necesidades ajenas.
Pero María "no solo mira, también actúa" (ante la falta de vino, avisa a su Hijo, quien hace el primer milagro de convertir el agua en vino) y los cristianos han de imitarla ante las distintas formas de "esclavitud" en la sociedad actual, entre las que citó la soledad de los ancianos, el desempleo y la explotación de las mujeres y de los inmigrantes. Omella instó a mantener la unidad, afirmando que "María pisa al diablo que quiere fomentar la división, la diferencia y la indiferencia" y siempre "bendice y mira con amor" para iluminar el camino que conduce a una sociedad más justa y solidaria.