Los obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria han elaborado la Carta Pastoral “Misericordia entrañable” para el tiempo de Cuaresma y Pascua de 2015.
Francisco Pérez, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela; Mario Iceta, Obispo de Bilbao; José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián; Miguel Asurmendi, Obispo de Vitoria y Juan Antonio Aznárez, Obispo Auxiliar de Pamplona y Tudela, firman esta Carta Pastoral Conjunta que será presentada a las comunidades cristianas en las eucaristías del Miércoles de Ceniza, inicio del tiempo de Cuaresma.
“Misericordia entrañable” consta de cuatro capítulos. En el primero de ellos, Dios rico en misericordia, los obispos presentan la misericordia como la característica propia de Dios. “Podemos percibir la profundidad del significado de la misericordia entrañable para la tradición bíblica como expresión del amor, la bondad, la fidelidad, la ternura, la paciencia y el perdón de Dios.
El segundo capítulo, Iglesia en conversión pastoral y en salida, explica cómo es necesaria una conversión personal, en primer lugar, a través del encuentro personal con Cristo, y una conversión eclesial, pastoral y misionera.
El tercer capítulo, Ámbitos necesitados de misericordia, los obispos hacen referencia a algunos de los campos en los que la misericordia de Dios “exige ser anunciada y compartida”.
Esta es la parte de mayor actualidad sociopolítica, que menciona la violencia terrorista, la crisis de las familias o el aborto, así como temas ligados a la atención a pobres, enfermos e inmigrantes. En el tema del terrorismo se habla del perdón, e incluso de casos heroicos de perdón.
Pese a que toda España se encuentra en un año de intensa actividad electoral, la carta dedica poca atención a los asuntos políticos aunque habla algo de la presencia de los cristianos en ámbitos de responsabilidad política y sindical o la influencia de los medios de comunicación social.
El cuarto y último capítulo Testigos y mensajeros, los obispos insisten en la importancia de la iniciación cristiana y la transmisión de la fe en las familias y comunidades cristianas y animan en la misión de proclamar el Evangelio: “no tengamos miedo de adentrarnos en terrenos desconocidos ni de ofrecer la Palabra de vida a quienes no conocemos”.
El texto completo de esta Carta Pastoral [en PDF] se puede encontrar en las páginas web de las diócesis de Pamplona–Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria.
www.iglesianavarra.org
www.bizkeliza.org
www.elizagipuzkoa.org
www.diocesisvitoria.org
La política es una altísima vocación, una de las formas más hermosas de la caridad (cfr. EG 205). Más allá de los lamentables casos de corrupción, agradecemos el servicio de tantas personas que se dedican a la política desde una vocación de servicio fundamentada en los principios de la dignidad humana y el bien común, la honestidad, el esfuerzo y la capacidad de diálogo y acuerdo. El Evangelio es capaz de ofrecer luz y sentido a las cuestiones sociales a las que deben servir: “Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social” (EG 205). Agradecemos a tantos seglares su participación en diversas formaciones políticas y sindicales aportando una visión que parte del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia. Al mismo tiempo deberíamos preguntarnos si procuramos la formación de los agentes sociales; si acompañamos a estos seglares comprometidos con la actividad política y sindical.
»También deberíamos preguntarnos si, en las circunstancias actuales, esta presencia cristiana tiene capacidad real de hacer presentes los valores del Reino en las cuestiones sociales o si este trabajo se ve neutralizado por las ideologías vigentes en las formaciones en las que se integra. Y una cuestión más delicada: ¿Cuáles son los criterios para que una determinada formación política sea merecedora de la confianza de quienes quieren hacer presentes en la sociedad los valores del Reino de Dios expresados en la doctrina social de la Iglesia?
Hemos sido y estamos siendo conocedores de algunos testimonios de perdón y de reconciliación verdaderamente heroicos. Es más, a buen seguro que muchos -quizás la mayor parte- de los pasos dados en
esta dirección, permanecen ocultos a los medios de comunicación y a la opinión pública. La reconciliación es como el grano de mostaza del Evangelio, que a pesar de ser la más pequeña de las semillas, termina creciendo y cobijando a muchos bajo su sombra.
»Es comprensible que a los que continúan profundamente heridos por la historia de violencia, les resulte difícil acoger la exhortación al perdón y a la reconciliación, porque pueden interpretar que se ignora su dolor, o que se pierde la memoria de lo ocurrido.
»Pero si ven el testimonio de comunidades auténticamente fraternas y reconciliadas, así como el de personas que se perdonan mutuamente, que intentan reparar el daño causado y, tras la ofensa, quieren volver a caminar juntas, ellos también se encontrarán ante una luz que atrae y que llena de esperanza (cfr. EG 100).
»Obviamente, el perdón no es algo que se pueda imponer o exigir. Es siempre un don, una gracia. Se trata, en esencia, de ofrecer a los demás la misma medicina que a nosotros nos está curando: El amor, el perdón y la misericordia que Cristo nos ofrece.
El individualismo postmoderno, las diversas concepciones ideologizadas del matrimonio y la familia, una concepción emotivista del amor, la inmadurez afectiva, la fragilidad de los vínculos, las dificultades económicas y sociales, de acceso a la vivienda y al trabajo, entre otros factores, han contribuido a desdibujar la realidad matrimonial, a difuminar la percepción de la verdad y bondad del matrimonio y a debilitar los vínculos familiares.
Esto se revela en los datos sociológicos que muestran un descenso acusado de la celebración de matrimonios, e indican que a los cinco años se han disuelto aproximadamente la mitad de los mismos. A esta realidad hay que añadir los múltiples casos de maltrato y violencia, particularmente contra las mujeres y los niños, la pobreza de muchas familias, el eclipse de una cultura de la vida que afirme la bondad y dignidad inalienable de toda vida humana y la necesidad de custodiar y defender la vida de los niños por nacer como un don inmenso que se nos da (cfr. EG 212-214).
El matrimonio es expresión de la Alianza de Dios con la humanidad, de la Alianza nupcial de Cristo con su Iglesia, y es icono del amor de Dios plasmado en la naturaleza humana. Por eso esta realidad, probada por diversas dificultades e incomprensiones, necesita particularmente la ayuda de la misericordia de Dios. Para hacer realidad esta misericordia, deberíamos plantearnos una serie de cuestiones: ¿Cómo educar en el amor verdadero y prevenir los diversos dramas que se pueden presentar en muchas familias?
¿Cómo mostrar la belleza y la posibilidad en Cristo de vivir en nuestro contexto social un amor conyugal fiel, exclusivo, estable, indisoluble, abierto a la vida? ¿Cómo hacer presente y operante en estos dramas y sus consecuencias la misericordia de Dios, que se inclina para restablecer su Alianza con todas y cada una de las personas y situaciones anteriormente expuestas? ¿Cómo acompañar a las mujeres que viven su embarazo con angustia y desesperanza? ¿Cómo mostrar el don que supone toda vida humana y acogerla más allá de las dificultades?
La negativa a reformar la actual legislación sobre el aborto, ha dejado en la indefensión jurídica a decenas de miles de vidas humanas en el seno materno. Es preciso recordar que, más allá del interés por el desarrollo económico, existen valores morales que son fundamentales como la protección de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural.
Más (pero sobre otros temas) en el texto completo de esta Carta Pastoral [en PDF]