Este domingo se celebró la Jornada Pro Orantibus, cuyo lema era La vida contemplativa. Corazón orante y misionero. Son decenas de miles de mujeres las que han entregado a su vida a Cristo a través de esta vocación. Una de ellas es Isabel Carretero canonesa del Monasterio del Santo Sepulcro de Zaragoza, religiosa de las Canonesas Regulares del Santo Sepulcro de Jerusalén.
En una entrevista con la publicación Iglesia en Aragón esta monja hace un recorrido por su llamada vocacional y su actual vida religiosa. Además, también habla de lo que la vida contemplativa puede ofrecer al mundo de hoy:
- Isabel, ¿cuándo surgió tu vocación?
- Fue un largo proceso. En el colegio, las Esclavas del Sagrado Corazón me ayudaron a conocer a Jesús, me acompañaron a lo largo de los años y su propio testimonio fue determinante para descubrir mi vocación.
- ¿Qué te atrajo de las Canonesas Regulares del Santo Sepulcro?
- El primer encuentro fue a través de un anuncio en el periódico para una conferencia. Nunca había tenido contacto con la vida contemplativa. Estaba en un momento de crisis, entre el rechazo y la búsqueda de “cómo llegar a más personas desde un compromiso de acción social”. Fue un tiempo de lucha y a la vez de confirmación providente: desde la Vida Canonical el deseo profundo encontraba respuesta. La oración, la liturgia, la vida fraterna y austera me abría un horizonte en el que no divisaba límites… De otra parte, la espiritualidad del Misterio Pascual me atraía profundamente.
- ¿Cómo es tu día a día en el monasterio?
- Inimaginable. Es la primera palabra que me surge. Claro, dentro de un horario de Liturgia, oración personal y trabajo, el ser una comunidad muy reducida y todas las situaciones que se presentan cada día y tan diversas, hacen que nos vayamos volviendo flexibles y veamos la Providencia en toda circunstancia. Cada día tiene su ración de sorpresa.
- ¿De qué manera os acercáis a los fieles laicos?
- En la Vida Canonical, la Liturgia es abierta e intentamos que sea participativa. La Oración Litúrgica pertenece a la Iglesia y aquí nuestra misión de que sea descubierta y vivida. Hay una implicación de los laicos en muy diferentes tareas. A nivel de vinculación, todas las comunidades de la Asociación de Canonesas cuentan con laicos con diferentes compromisos. Nuestra comunidad está constituida por Canonesas y un pequeño grupo de laicos. Juntos intentamos profundizar y vivir nuestro carisma. Nos sentimos llamadas a colaborar con otros grupos, crear comunidad de comunidades.
- Aunque cada vez menos gente practica, las necesidades de espiritualidad no disminuyen, ¿cómo se entiende esto? ¿Qué podemos hacer para que el mensaje de Jesús llegue actualizado a nuestra sociedad?
- Nuestra relación con el Señor no puede cerrarse en un pequeño círculo. El Espíritu nos impele, es creativo, universal, se derrama. Hay hambre de Dios aunque no sepamos ponerle nombre; hay mucho vacío y desencanto. En este momento histórico se nos pide perder el miedo a lo seguro, pedir como don la osadía, el valor y la libertad de dar razón de nuestra esperanza, desde nuestra llamada, desde los pequeños gestos, siempre desde la humanidad, la humildad y la esperanza.
- En la Jornada Pro Orantibus de este año, el lema que proponen los obispos es ‘La vida contemplativa. Corazón orante y misionero’, ¿de qué manera sois pulmón de la Iglesia vosotras con vuestra oración y vida en comunidad?
- El Señor sabe si somos pulmón o una diminuta célula. Hemos recibido en gratuidad una llamada como don para los demás. La oración nos va transformando. NOS, a todos. Nos va adentrando en el misterio de Dios-Amor. En el Cuerpo Místico si, todos los orantes, en monasterios o fuera de ellos, vamos siendo transformados para comunicar la Vida abundante del Señor.
- Es cierto, la oración nos transforma…
Santa Teresa del Niño Jesús repetía: “Atráeme y correremos”. El corazón orante es siempre misionero. El Amor no se queda en sí, se lanza, se derrama en fe y gratuidad, como el perfume de aquella mujer, llena de amor y gratitud que rompió su frasco de gran valor para enjugar los pies del Señor y toda la casa quedó impregnada… Toda vida orante es misionera. Citando de nuevo a Teresa, quiso ser sacerdote, misionero… en definitiva “llevar almas a Jesús” y desde su monasterio, a través de su oración ardiente y humilde fue declarada Patrona de las misiones.