«Mira que no vas a tener vestido, ni regalos, ni fiesta, que la harás con el uniforme del colegio», le dije, pero aún así me contestó que sí y eso que sabe que lo que digo lo cumplo», relata su madre Carolina Fernández.
A Carlota, como a su hermano pequeño, no les bautizaron de pequeños. Su padre no es creyente y dejaron que fueran ellos quienes tomaran su decisión más adelante cuando estuvieran convencidos.
Por eso, preguntaron en varias ocasiones a su hija, intentando que no se dejara llevar por todo lo que rodea a la celebración. Un dato les llamaba la atención: su mejor amiga no iba a recibir el sacramento.
«Ha tenido todas las opciones y ha elegido que sí. Ella la va a hacer convencida. Irá con un vestido porque mi madre se lo regala, pero sabe que no va a tener regalos y que solo nos vamos a ir la familia a comer, nada más», asegura Fernández.
El pasado enero fue bautizada junto a otra docena de niños que, en su mayoría, han celebrado o celebrarán en los próximos días su Primera Comunión.
Fue el bautismo de niños de catequesis más multitudinario de los últimos años en esta parroquia. Entre ellos se encontraban Diego y Sofía, dos hermanos de 8 y 7 años que la harán el año que viene y que tampoco fueron bautizados al nacer.
«Queríamos dejarles a ellos la decisión, así lo hicimos con su hermano mayor y lo haremos con el pequeño», dice Beatriz, su madre.
«Son experiencias nuevas que están surgiendo alrededor de esta celebración», señala Juan Luis Martín Barrios, director del Secretariado de Catequesis de la Conferencia Episcopal Española, que explica cómo «con motivo de la Primera Comunión, niños que no habían sido bautizados piden ahora el bautismo».
En el caso de los adultos, tras un proceso catequético reciben el bautismo, la comunión y la confirmación en una misma celebración, a la que no acompaña el el boato social de las primeras comuniones infantiles.
La Conferencia Episcopal no ha cuantificado cuántos de los 250.000 niños que cada año reciben la Primera Comunión han sido bautizados para ello poco antes.
Solo que en 37 de las 69 diócesis fueron 1.269 niños en 2011.
Ese mismo año y en esas mismas 37 diócesis recibieron el bautismo 165 adultos «y se iniciaban en la fe otros 260 para 2012», señala Martín Barrios, quien advierte de que «el caso de adultos que no recibieron la fe de sus padres y ahora la solicitan también está creciendo en España».
Según la Oficina de Estadística y Sociología de la Iglesia, un total de 10.345 personas mayores de 7 años fueron bautizadas en 2011, 2.323 más que en 2005.
«La Iglesia ha cuidado la significatividad del sacramento, pero siempre ha procurado que fuera en la sencillez y en la dignidad. Ha sido nuestra sociedad de consumo la que se ha metido de lleno en las celebraciones sacramentales de la Primera Comunión, igual que en las bodas», señala Martín Barrios, que se muestra contrario a «tantos gastos superfluos».
«Nos preocupa más, como preocupó siempre, que el niño celebre lo que significa la Eucaristía, que sus padres y su familia le acompañen en la celebración y que no haya dispendios económicos, sociales… más aún en los tiempos de crisis», añade.
Los catequistas y sacerdotes piden a los niños «que no se centren en los regalos y que a la vez sea un día de poder compartir con los pobres».
El dinero que dejan los padres en la parroquia se destina fundamentalmente a ese fin vía Caritas, pero se intenta que sea también un acto catequético para los niños. Por eso piden que los propios menores entreguen una pequeña cantidad de lo que reciben a otros niños necesitados «para que tomen conciencia de lo que significa la relación de recibir la eucaristía y la caridad con los pobres», subraya Martín Barrios.
La decisión de los niños de hacer la Primera Comunión se topa en ocasiones con la negativa de alguno de los padres, sobre todo en los casos de separaciones o divorcios. «Nos llegan cartas de padres separados que pretenden que no se les dé la comunión a sus hijos», relata el director del Secretariado de Catequesis, que explica cómo «si el padre o la madre acompañan al niño que quiere hacer la comunión, la Iglesia no puede negársela porque es un derecho del niño».
Para que un niño reciba la Primera Comunión no es necesario que sus padres sean cristianos, «ni incluso para bautizar a un niño», señala Martín Barrios. Sí se pide a los padrinos que reúnan las condiciones necesarias porque «¿cómo va a apadrinar la fe de un niño quien no ha confirmado la suya?», se pregunta.
Los niños deben asistir a dos años de catequesis que por lo general comienza a los 8 años para realizar la Primera Comunión en torno a los 9 años, en 3º de Primaria, la edad que desde los años 70 se estima adecuada. «En el Código de Derecho Canónigo se dice que debe hacerse “con el uso de razón”», explica el sacerdote, quien recuerda cómo antes se tomaba a los 6-7 años, pero ahora «los niños tienen todas las experiencias posibles antes de lo que teníamos nosotros, pero maduran más tarde. Lo que se pide es que tengan la madurez necesaria para conocer lo esencial de lo que celebran».
Por eso, Martin Barrios se muestra en contra de adelantar la edad en España, un debate que sigue presente. «Ahora mismo hay un niño que va a hacer la primera comunión en la parroquia que atiendo en un pueblecito de 250 habitantes al que yo le hubiera dado la Primera Comunión a los 7 años. ¿Qué ocurre? Que en las mismas circunstancias hay niños que no pisan la Iglesia, que no vienen a catequesis... esos niños no estarían preparados a esa edad». Añade que es un tema delicado «porque depende de la familia, del ambiente que le rodea y de la madurez del niño».
Desde la Conferencia Episcopal se alienta para que el niño recorra un camino de iniciación cristiana desde la familia, pase por una etapa de despertar religioso a los 6 y 7 años antes de asistir a la catequesis de iniciación sacramental a los 8 y 9, con la Primera Penitencia y la Primera Comunión, y a partir de los 10 a 12 en adelante continúe su personalización de la fe para recibir la confirmación.
«Ahora nos centramos mucho en cómo se hace cristiano el niño, el adolescente… o el adulto. A un niño se le atiende, se le educa en la fe y cuando se cree conveniente que de acuerdo con su edad ha madurado en la fe se le da el sacramento», subraya Martín Barrios.