Belén Navarrete es una enfermera de Enfermedades Infecciosas en Andalucía, que habla sobre su cansancio y su fe en Dios mientras trabaja bajo la tercera ola del coronavirus.
Después de tantos meses, admite estar abatida, como muchos compañeros. "Es una enfermedad nueva y desconocida, nos tenemos que vestir de "astronauta" (EPI de protección), como le digo a mis compañeros, y apenas se nos reconoce, hasta tal punto que, en ocasiones, no nos reconocemos ni entre nosotros. Eso le crea angustia al paciente y, en ese aspecto, tenemos que ser creativos. La labor de la enfermería es cuidar, es un arte", explica entrevistada por Ana María Medina en DiocesisMalaga.es (aquí).
Tras casi un año de pandemia, señala que "el sistema sanitario no está preparado, se prepara a medida que las circunstancias nos desbordan. Tenemos que ir preparándonos y adaptándonos".
Después de tantos meses, "aún estoy en proceso de aprendizaje, ensayo y error. Estamos irascibles, hay días que discutes por tonterías en tu hogar. Hoy he leído una homilía del Papa Francisco y me daba respuesta a mi vacío, pues hay momentos que no consigo reponerme y llego a casa abatida. En esta homilía dice "Dios te enseñará lo que es la resiliencia", Él, sólo Él. Ahí tengo la respuesta".
Pedir fortaleza a Dios y a la Virgen
La fe, explica, es una ayuda para los sanitarios.
"Al tener fe quizás puedo pedirle a Dios fortaleza y pedirle a mi Madre María Santísima que interceda por mí. Aún así tengo a mi familia y amigos que me quieren con locura y es mi mayor apoyo. Entre compañeros lo estamos dando todo unos por otros. Si hay que llorar se llora, si hay que reír se ríe. Si hay que desahogarse, aquí estamos para darnos apoyo mutuo", comenta.
Entre sus momentos más duros está el haber tenido que leer una carta de despedida de los familiares a un paciente antes de sedarlo, en su muerte inminente.
Entre lo más satisfactorio, que un paciente la reconozca y le diga: "te echaba de menos, ¿dónde estabas?”.
Que sirva para aprender a ser mejores
Belén cree que sin la fe "no hubiese podido resistir a tanto sufrimiento en tan poco tiempo. Han sido meses durísimos. Dios no tiene la culpa de esta pandemia pero seguro que todo lo que pase en nuestra vida nos servirá para aprender a ser mejores. A pensar más en los demás, a valorar más los miembros de nuestra familia debido al confinamiento".
Hay más cosas que cree que todos deberíamos aprender de esta experiencia... "Valorar más la amistad, pues las relaciones sociales disminuyen muchísimo. A tener paciencia con uno mismo y erradicar la inmediatez de nuestra vida".
Y habla de su trato con los capellanes de hospital. "Cuando se han sentido desbordados, les he ayudado a dar la comunión. Ellos me han escuchado, me han confesado, me han visto llorar. Y mis compañeros, algunos no creyentes me han llegado a decir 'reza por mí, que a ti te escuchan'".
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