El pasado 30 de junio este coro de voces blancas cantó la misa dominical en la catedral de Córdoba, presidida por su obispo, Demetrio Fernández, y donde concelebró un antiguo escolán y sacerdote de la diócesis, Bernardo López Díaz (cuya experiencia como alumno resumió así para ReL: "Fueron los mejores años de mi vida").
"Todos los asistentes quedaron admirados de esta grata sorpresa", explica la página web de la diócesis. Y desde luego monseñor Fernández es un gran admirador de esta obra educativa.
-He visitado en muchas ocasiones la Basílica del Valle de los Caídos para rezar con la Comunidad benedictina, y siempre me ha impresionado el canto de voces blancas de la Escolanía, bajo la batuta del P. Laurentino. Es como un canto de ángeles que rompe el firmamento e irrumpe suavemente en la asamblea terrena, que celebra la liturgia celestial. Todo ello conlleva muchas horas de trabajo, ensayo, preparación. Pero es un espectáculo muy singular, que sólo se encuentra en lugares privilegiados como el Valle de los Caídos. Para los escolanes es un privilegio formarse en este ambiente de buena y sana educación, de iniciación en el mundo de la belleza a través de la música y de compañerismo exquisito con los demás escolanes.
-He conocido a muchos escolanes, a los que la experiencia del Valle les ha marcado positivamente para toda su vida. En esos años de la infancia y adolescencia, la persona es como una esponja. Y el ambiente del Valle es muy bueno. Tener una educación esmerada en canto gregoriano, polifonía e instrumento les capacita para toda la vida, y algunos incluso incorporan esta experiencia en su vida profesional. Muchos de los antiguos escolanes son hoy excelentes profesores de música, cuando la música es cada vez más estimada en el ámbito educativo.
-Los escolanes son niños normales, y como tales se lo montan muy bien y se lo pasan bomba. La mirada vigilante de la Comunidad benedictina es una garantía de disciplina y de crecimiento integral. Además, el entorno natural es muy bonito, incluso cuando llega la nieve. Todo contribuye a crear en el alma de estos niños y adolescentes una sensibilidad especial. A mí me hubiera gustado de niño ser alumno de esta Escolanía, donde, además del curriculum ordinario, la educación es esmerada y la formación estética y musical muy cuidada.
-Creo que es más costoso para los padres que para los niños. Los hijos son tan escasos hoy, que es más difícil prescindir de uno de ellos y de su convivencia en el hogar familiar. Pero eso tiene fácil compensación, porque los padres visitan con frecuencia a sus hijos, y también los padres reciben un influjo positivo de esta experiencia de su hijo. Además, los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos. Los padres que envían a su hijo (si él quiere) a esta Escolanía están haciendo una preciosa inversión de futuro a favor de su hijo.
-Las voces blancas son como voces angélicas. La Iglesia las ha empleado siempre en la liturgia como elemento de unión de lo divino y lo humano en la celebración litúrgica. Si además estas voces están bien cultivadas y bien formadas, contribuyen a elevar el espíritu a Dios con altura de miras. Se busca ante todo el bien de los niños que cantan, en ningún momento ellos son utilizados para algo mejor, y se alcanza el objetivo de una formación cuidada al tiempo que el de una liturgia que eleva.
-Por el testimonio recibido directamente de varios de ellos, con los que he hablado, la experiencia les ha enriquecido notablemente. Esa apertura del alma a una realidad tan rica y bonita desde esa infancia adulta en la que la persona se abre a lo bello, a lo bueno y a la verdad, encauza todas las capacidades de la persona en una armonía especial. Yo animo a que los padres que conozcan esta experiencia, pongan a sus hijos en camino de vivirla directamente. No se arrepentirán de ello, y habrán propiciado a su hijo una oportunidad única para su formación integral.
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La Escolanía del Valle de los Caídos
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