"Allí donde está el espíritu de Dios está la libertad", se recoge en la Segunda Carta a los Corintios. Un versículo que bien podría resumir la vida del siguiente protagonista. Antonini de Jiménez nació en Marchena (Sevilla), en 1983, es doctor en Economía, con una maestría en la London School of Economics (LSE), ha escrito Liberofobia y ¡Despierta! Contra una vida en aislamiento, y actualmente trabaja como profesor en la Universidad Católica de Pereira (Colombia).

Lector indomable, curioso empedernido, Antonini ha vivido en países como México, Camboya o la propia Colombia, donde ha estudiado de cerca los fenómenos económicos de los países menos desarrollados. Con su gorra calada y las muñecas llenas de pulseras, este amante de la libertad publica con éxito vídeos de economía en sus redes sociales, en los que no faltan referencias a eso que ha llamado "el principio y el fin de cada cosa que hace en la vida".

Desde su casa de Colombia, y con la claridad habitual, atiende a Religión en Libertad para hablar de temas como el feminismo, la cultura de la cancelación, el animalismo, la eutanasia o su propia conversión, que tuvo lugar después de una durísima experiencia personal.

-¿Quién es Antonini de Jiménez?

-Es un personaje que se creó hace cuatro años con el único sentido de encontrarme a mí mismo. Durante mucho tiempo lo único que hacía era replicar los deseos de mi padre, hasta que por primera vez en mi vida comencé a hacer algo que a él no le gustaba, que era ponerme una gorra, unas pulseras y hablar en redes sociales a propósito de la economía. Ahí empecé un camino en libertad donde, incluso, he escuchado la llamada de Dios.

-¿Cómo fue esa llamada de Dios?

-Yo soy del sur de España, y culturalmente somos todos católicos. Pero, cuando me convertí, Dios me hizo entender que todo lo que había hecho en mi vida era buscarlo a Él, e ir en búsqueda del Señor es ir en búsqueda de la verdad. Dios es la consecuencia de querer la verdad, y la verdad es la búsqueda indispensable que el hombre tiene de querer ser libre.

»Porque, la libertad es lo único que nos diferencia de un perro o de que un biólogo nos diga que en un 99,99% somos exactamente lo mismo que un orangután. Puede ser verdad, pero no he conocido orangutanes que puedan decir que son hombres en un 99,99%. Si la libertad es lo único que no reduce nuestra condición, si es algo tan elevado y distinguido es porque tiene que ser el instrumento que nos lleve a Dios.

-¿Hubo algún episodio concreto que le hiciera escuchar esa llamada?

-El suicidio de una estudiante de mi Universidad. Algunos de los psicólogos que había aquí, sometidos a las ideologías del demonio, a los posmodernismos, feminismos… llegaron a decirme que teníamos que normalizar el suicidio porque es una cuestión exclusivamente personal. Eso generó en mí una confusión brutal. Me fui por la noche a caminar a una zona de bosque, y empecé a gritar al cielo: '¿Dónde estás?'. Se suicida una niña de 17 años y Tú…, ¿dónde estás?

»Empecé a gritar desconsoladamente, hasta que en un punto del camino, ya casi sin voz, Dios me dijo a través de mi conciencia: '¿Dónde estás tú?'. Me dio la vuelta a la pregunta, y me di cuenta de que el problema no era Dios, el problema era yo, que era el que no aparecía. Cuando le dije a Dios que dónde estaba Él, en realidad, lo que quería decir era, más bien, que dónde estaba yo, que siendo tan poca cosa era incapaz de escuchar la voz del Señor.

"Llegaron a decirme que teníamos que normalizar el suicidio porque es una cuestión exclusivamente personal. Eso generó en mí una confusión brutal" (Foto: Universidad Francisco Marroquín / YouTube).

-Y, ahora, ¿en qué se ha convertido Dios?

-Es el principio y el fin de cada una de las cosas que hago en mi vida. Es como una especie de espejo reflector que me hace ver mis miserias, mis bondades, mis dificultades y mis temores. Pero es mucho más que eso, es una fuerza que me permite seguir adelante.

»Porque, no es lo mismo ser bueno que hacerte bueno. Ser bueno es tener un comportamiento ético, por ejemplo, salvarle la vida a una persona, pero, hacerse bueno es querer que cada uña de tu pie, cada pelo de tu cabeza… se hagan buenos, encarnen la bondad. El cristianismo no es solo un decálogo de buenas intenciones, sino que exige un modo de vivir completamente diferente.

-¿Cree que existe una única verdad?

-Creo que en la Iglesia nos hemos mundanizado de alguna manera. Me refiero a que hemos aceptado los principios del mundo, en un sentido negativo. Por ejemplo, yo escucho frases terribles entre católicos del tipo 'esa es tu opinión', 'no se puede generalizar', 'no es ni mejor ni peor', 'cada uno es como es'… Todas estas frases son la negación de la verdad. Si un hombre niega la verdad, su verdad depende de él, y esta es aleatoria, inestable, vulnerable, volátil… y acabará sometiéndose a la inercia del afán de novedades, del consumo ostentoso, del entretenimiento, del no me quiero aburrir, de los placeres vanos...

»Solo en el cristianismo brilla la verdad. Yo tolero, respeto y amo a las personas, pero ni tolero ni respeto ni amo a las ideas. A las ideas las critico, las combato, las retuerzo, las trituro, las asimilo… No tengo problema en aceptar lo que es la verdad, no mi verdad, sino la verdad. El catolicismo es la verdad, el Señor es el camino la verdad y la vida.

-¿Cómo se vincula esa verdad con la libertad? ¿La libertad es un absoluto o es hija de la verdad?

-No se puede ser libre si una persona no busca en su corazón la verdad, y una persona no puede buscar en su corazón la verdad si no ha establecido antes las condiciones para ser libre.

»Aquí aparecen otros problemas como, por ejemplo, los movimientos liberales que creen que la libertad es simplemente 'yo hago lo que quiera, pero tú no me perjudiques'. Eso es una manera extremadamente primitiva de entender la libertad. La libertad solo se puede entender con los demás. La única manera en la que yo puedo identificar qué soy y quién realiza mi libertad es el hecho de formar parte de una sociedad.

»Yo no soy un individualista metodológico, yo creo en la sociedad, y creo que la sociedad es una combinación inteligente que se establece entre los intereses particulares de la persona y los intereses particulares de la persona como colectivo.

-¿Cree que esa libertad le puede llegar a dar miedo al hombre?

-El origen de los confinamientos durante la pandemia, por ejemplo, venía del miedo, de un miedo de orfandad. Ese miedo del niño que se queda solo y se pierde de sus padres. Ese fue el miedo que padecimos, y es un miedo a la ausencia de Dios. El miedo es el instrumento que convierte al hombre en esclavo. Se puede ser libre con miedo, pero no si te dejas gobernar por él.

»El miedo hace también que uno se vuelva tibio. La gente ha rebajado sus aspiraciones vitales a la altura del betún. Y no quieren subirlas, porque no quieren complicarse la vida. Para ver Netflix comiendo Doritos uno no necesita a Dios. Pero, cuando un hombre quiere aspirar a los principios más nobles, no tiene más remedio que ir a una iglesia y arrodillarse ante el Santísimo. Esta vida es muy difícil, hay tantos enemigos y dificultades que te obligan a apoyarte sobre la piedra sólida de Dios.

»Pero, durante la pandemia, además, hemos visto otro miedo, el miedo a la muerte. Por miedo a ser viejo menos tiempo, esta sociedad se hace vieja antes de tiempo. Tiene un ansia de inmortalidad, y no quiere morirse, pero a la vez no quiere vivir toda su vida. El hombre de hoy tiene un miedo terrible a morirse porque tiene un miedo terrible a vivir. Un hombre solo le tiene miedo a morir cuando ha malgastado su vida. Cuando la persona lo ha dado todo, ha llegado al final de su vida habiendo hecho lo que tenía que hacer recibe la muerte con los brazos abiertos, y en las manos del Señor.

"El hombre de hoy tiene un miedo terrible a morirse porque tiene un miedo terrible a vivir. Un hombre solo le tiene miedo a morir cuando ha malgastado su vida" (Foto: Universidad Francisco Marroquín / YouTube).

-Habla usted del miedo a la muerte, ¿qué opina de leyes como la de la eutanasia?

-La 'ley de la eutanasia' está en esa lógica perversa de dirimir la vida y la muerte bajo nuestros propios criterios, en esa nihilista omnipotencia personal. Si el hombre quiere tomar en serio su propia vida, tiene que poner una distancia entre él mismo y sus sentimientos, que lo traicionan constantemente, porque buscan los atajos.

»La aplicación de la eutanasia por cuestiones humanitarias solo sirve de excusa. Si miramos el corazón de ese hombre que la pide con el único fin de evitar el dolor podremos entender, en la gran mayoría de los casos, que su vida ha girado en torno a la frívola superación del dolor y la conquista del placer. Ahora que no puede tenerlo, la vida deja de tener sentido. Ha simplificado la existencia a una cuestión de placeres y tormentos.

-¿Cree que la llamada 'cultura de la cancelación' es la gran tiranía de este tiempo?

-Lo decía Dostoyevski, en Los Hermanos Karamazov. Cuando el hombre pierde la verdad de su corazón, y se queda solo en sí mismo, se ofende. Incluso, le llega a tener gusto a sentirse ofendido. Como mi identidad ya no es una identidad que viene de Dios, sino que es una identidad que yo me construyo, cualquiera puede ponerla en riesgo, cualquiera me puede ofender. Estamos en una sociedad donde se vanagloria la libertad de expresión, a condición de que usted no tenga opinión.

»Ayer me cancelaron un vídeo que hablaba de los toros y, hace un par de días, me hicieron un linchamiento mediático porque alabé que los españoles llegaran a América. A veces uno se ve tentado a no decir ciertas cosas, sabiendo que son verdad y que ayudan al conocimiento, porque pueden ofender a los demás.

»Pero, precisamente, es en ese dilema donde se ve si el hombre aprieta la libertad con los dientes o no. Cuando no le importa el costo que supone y tira para adelante, con Dios de la mano. Estos son los dilemas que el Señor va poniendo en la vida de un hombre. Si yo no saliera públicamente, no hiciera vídeos… no necesitaría a Dios, porque estaría ante dilemas que podría resolver con una simple tarjeta de crédito.

-¿Qué opina de los movimientos feministas que se están dando últimamente?

-En el feminismo el hombre está a oscuras y la mujer a ciegas. Es una degeneración que viene de lejos. Me da pena, porque las personas que están metidas en eso sufren. Yo entiendo las buenas intenciones que hay detrás, pero recuerden que de buenas intenciones está lleno el infierno.

»Es evidente que el último problema que tiene España es un problema de feminismo. Es más, el feminismo se ha convertido hoy en día en un problema para las propias mujeres y en consecuencia para los hombres. Por ejemplo, la ley del 'sí es sí', les quita ese velo que las protegía del descarnado deseo sexual masculino, de una sana conquista, de no revelar explícitamente sus deseos; es decir, queriendo igualarlas, el feminismo las hipersexualiza. Y, entonces, reina la confusión. El hombre, por no poder actuar como hombre, al sentirse culpable, deja de saber qué es un hombre, y lo mismo le ocurre a la mujer.

»El feminismo es un pensamiento diabólico porque busca igualar lo que es por naturaleza diferente. El problema es que llega con fuerza a la sociedad, contamina las políticas sociales y lo convierte todo en un absurdo. Ahora, en Andalucía, por ejemplo, los que se apunten al desempleo tienen prioridad si dicen tener un sexo no determinado. A este tipo de vulgaridades el hombre llega porque no tiene ni idea de a dónde va, no tiene claro el camino, va dando saltos.

-¿Qué le parece ese aumento exponencial de personas que deciden cambiarse de sexo? ¿Y la 'Ley Trans'?

-No me extraña que esas cosas se hayan convertido en una moda. Ahora ya no es el Día del Orgullo Gay, ahora es el mes. Son cosas de una deformación del género tan radical que viene de esa confusión de no saber quién es dueño de qué. 'Yo soy dueño de mí, y de todas mis circunstancias'. Cuando el hombre no encuentra freno a su propia estupidez, acaba cometiendo barbaridades de ese tipo.

»Yo creo que eso hay que denunciarlo de manera clara. Hay sacerdotes y obispos en España que lo denuncian con contundencia, como, por ejemplo, Munilla. Pero, lo tenemos que hacer todos los católicos y ni tan siquiera como católicos sino como defensores del hombre. Creyendo que lo mejoramos, estamos en realidad deteriorando el sentido de la humanidad, basándolo todo en la propia percepción personal que termina generando una violencia sistémica que aparece de forma reprimida en el hombre.

»Por ejemplo, se tolera la tolerancia pero no las cosas que te lleva a tolerar. Esto es violencia en forma de cinismo. Como han eliminado a Dios, quieren hacer de esta tierra un paraíso y, ellos mismos, ser Dios. Sin embargo, toda política que quiera hacer de la tierra el paraíso acaba siempre en proyectos eugenésicos. Eugenesia y querer acabar con Dios para convertir el paraíso en la tierra son sinónimos.

-¿Qué opinión le merecen ideologías como el animalismo?

-Yo soy taurino, pero no por afición o devoción, sino por convicción. Yo me hice taurino en Camboya, donde no existe el toro. Nunca había ido a una corrida de toros, y soy sevillano. Durante mi conversión me di cuenta de que los dos modelos de hombres que se necesitan hoy para salir de las crisis son los curas y los toreros. Y, sin embargo, los curas son 'pederastas' y los toreros son 'asesinos'. Yo le digo siempre a mis alumnos que cuando vean a un hombre que lo critican con saña, vayan hacia él, que seguramente tenga algo de verdad.

»El animalismo ha conseguido cosas tétricas. Por ejemplo, cambiar el compromiso por el sentimiento. Si yo estoy casado con una mujer, tengo que llegar a compromisos con ella, pero con un perro no. Sin compromisos desaparece la razón, y la persona empieza a alejarse del resto de seres humanos, se aísla, y, cuando se recluye, aparece el miedo. El antídoto contra el miedo son siempre los demás. Cuando estoy triste, por ejemplo, porque se me ha muerto alguien, si tengo el abrazo de un amigo que me escucha, y me aguanta, se fortifica mi espíritu.

»Cuando eso lo pierdo y me quedo con mi perro, con el que no puedo consolarme, empiezo a tener una pena interior brutal, y me voy confundiendo y termino por exigir derechos para el perro. El mundo acaba siendo un enemigo para mí y solo me queda relacionarme con él a través de las redes sociales.

-¿Cree que habrá pronto una tercera guerra mundial?

-No la habrá a corto plazo, pero cuando todo este proceso de denigración del hombre, en el que estamos cayendo, de pasotismo ilustrado… vaya calando, habrá una tensión irremediable que finalmente explotará.

»Ya hemos visto una mini explosión, que ha sido la pandemia. El confinamiento ha sido una guerra mundial, pero no entre países, sino del hombre consigo mismo. Las guerras que vendrán no serán entre hombres, sino del hombre consigo mismo, en un hartazgo de su propia vanidad.

"Cuando todo este proceso de denigración del hombre, en el que estamos cayendo, de pasotismo ilustrado… vaya calando, habrá una tensión irremediable que explotará" (Foto: Universidad Francisco Marroquín / YouTube).

-¿Cómo ve el futuro de la libertad?

-La libertad no se agotará jamás. Con que haya un par de hombres, que los hay siempre, que estén en condiciones de mantener la dignidad de toda la humanidad, será suficiente. Jesucristo era uno y mantuvo la dignidad, no solo de su generación, sino de toda la historia de la humanidad. Con que exista un hombre así, y todos tenemos en nuestro corazón el deseo de ser así, la sociedad mantendrá la esperanza.

-¿Cómo ve el futuro de la Iglesia?

-Hace 20 años, Benedicto XVI escribió que la Iglesia quedaría en manos de cuatro o cinco buenos cristianos, como las primeras comunidades. En esto no soy pesimista. La llama seguirá encendida mientras haya un hombre en la tierra que crea y rece ante el Señor. Todo lo demás, forma parte de un proceso de purificación.

»Igual, habrá un menor número de católicos… aunque, tampoco es tan así, yo estoy asistiendo a casos de reconversión entre mis amigos, mis hermanos… sus conocidos, antes los miraban con indiferencia, luego con incredulidad, ahora los miran con interés, y pronto será con admiración.

(Artículo de hemeroteca publicado originalmente el 22 de noviembre de 2022).