Lucía González-Barandiarán, de 30 años, es bien conocida en Madrid entre los periodistas que escriben de cine y de religión, por su trabajo en la distribuidora European Dreams Factory (edreamsfactory.es), que difunde interesantes películas ligadas al "cine de valores". Normalmente, ella aporta noticias, pero no es noticia. 

Sin embargo, esta vez su cercanía espiritual y familiar al beato Manuel Borrás, obispo auxiliar de Tarragona beatificado este pasado 13 de octubre, hace de su relato una visión emocionante y muy cercana de lo que significan los mártires del s.XX en tantas familias españolas, de cómo entrelazan almas y vidas en la comunión de los santos. Igual que los primeros cristianos recordaban y guardaban los lugares donde morían los primeros mártires, así lo hizo también la familia de Lucía. Por eso transcribimos íntegro el testimonio emocionante que Lucía (bajo estas líneas) ha escrito expresamente para ReligionEnLibertad.



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Han sido muchos años esperando este momento: ¡Por fin es beato el obispo Manuel Borrás!

Mi madre, Cristina, y sus siete hermanos (Jaime, Blanca, Mercedes, Luisote, Rocío, Borja e Iñigo) pensaban que no llegarían a ver este día. Finalmente todos ellos lo han podido vivir... tres de ellos en primera grada, desde el Cielo.

Manuel Borrás era íntimo amigo de mi abuelo, Luis de Muller.

En casa, desde niña, siempre se ha vivido con naturalidad un cariño especial por el obispo Borrás. A mis hermanos y a mí se nos contó y transmitió la devoción por este mártir, al que le rezábamos como santo, sin haber tenido el reconocimiento todavía por parte de la Iglesia, pero sí la certeza de que para nosotros él era nuestro “enchufe en el Cielo” y nuestro referente en la Tierra.



Recuerdo que de pequeña, en época de vacas flacas, todas las noches rezábamos el rosario y, al terminarlo, la oración para encomendarle a su intercesión los asuntos de nuestra familia. Yo debía de tener unos 7 u 8 años. Nunca nos falló.

Poco después empezaron a llegar los exámenes en el colegio, y yo a todos lados me llevaba mi estampita que colocaba sobre el pupitre y en mi interior le rezaba mientras comenzaba el reparto de exámenes. “¡Por favor, que voy a sacar un cero!”.




Yo no sabía entonces lo que era la Comunión de los Santos, pero sí la vivía a través del Doctor Borrás en carnes propias.

Conocía pocas vidas de santos, pero la historia de su martirio me la sabía al dedillo.

Manuel Borrás fue obispo auxiliar de Tarragona, muy amigo de mi abuelo desde que era un niño. Cuando murió mi bisabuelo, Borrás estaba en casa, como si fuese un hijo más. Eran tan amigos que casi se consideraban hermanos.

El obispo Borrás sabía lo que iba a sucederle y justo antes de morir le dio a mi abuelo Luis sus dos pectorales y sus objetos de mayor valor para que él los conservase. Esos dos pectorales pasaron a manos de mis dos tíos mayores, Jaime y Blanca, que él había bautizado.


A Manuel Borrás le apresaron el 21 de julio de 1936, le encarcelaron y el 12 de agosto le llevaron a un lugar cerca del Coll de Lilla, en Tarragona y le fusilaron. Viendo que no moría, le ataron a un olivo y le prendieron fuego. Los milicianos contaban después entre burlas, que el obispo Borrás, se había atrevido a perdonarles mientras le abrasaban las llamas. De hecho, dicen que de él sólo recuerdan una mano carbonizada en actitud de bendecir.

[Su historia detallada en HispaniaMartyr.org se puede leer en hispaniamartyr.org/Martires/13_8_Borras.pdf ]


Mi abuelo, años después, compró el terreno donde le mataron, y allí se puso un monumento con una cruz en su memoria.



Sus 8 hijos, hace algo más de 10 años, plantaron cada uno un ciprés, y celebraron juntos que la causa de su beatificación parecía seguir avanzando.

La devoción al obispo Borrás, claro está, me viene a través de mi madre. Ella este año ha estado sobrellevando un cáncer y por todas partes, en el hospital, llevaba una estampita y el famoso pectoral (actualmente sólo queda uno; el otro lo robaron).

Este domingo, 13 de octubre, fue un gran día, de muchísima ilusión, de inmensa alegría.

Varios de mis tíos, hermanos de mi madre, siguieron de cerca cada uno de los procesos para que fuesen reconocidas sus virtudes heroicas y nombrado oficialmente por la Iglesia como “beato”.

Allí estuvimos muchos de nosotros, apoyando y celebrando un día de gran fiesta de la Iglesia Universal. Imaginábamos allí al Doctor Borrás y, junto a él, mis abuelos, mis tíos… y abajo, en la Tierra, y cerquita del altar, el resto de tíos, varios nietos y ¡otros tantos biznietos!

Este verano fui con varios de mis tíos al lugar del martirio. Ante él rezamos todos juntos la oración por otro de mis tíos, Borja, que acababa de morir y le tenía una especial admiración al obispo…

El olivo ha vuelto a renacer de sus cenizas y pensé ¡qué bonito “detalle” del Señor! Que nos recuerda que de las cenizas de sus hijos, 77 años después sigue habiendo frutos.


Para mí, el Doctor Borrás es mi familia y conservo un pedacito de su cadena que mi madre nos quiso dar a cada hijo. En la ceremonia de beatificación, mi hermano y yo tuvimos la suerte de llevar las ofrendas al altar.

A mis 30 años, todavía no tengo niños, pero si algún día mi marido y yo tenemos descendencia querré transmitirles del mismo modo en que ha llegado hasta mí, la Gracia que es morir por Cristo.

Ojalá en nosotros él también deje parte de su espiritualidad, honor y gallardía. Me quiero fijar en él y tratar de ser uno de esos brotes de olivo que den fruto en su Iglesia.

Mi abuelo escribió en un libro de apuntes sobre la Familia Muller: “Tengamos presente la divisa de nuestras armas: “In Cruce Virtus”, y que Dios nos asista para que después de la peregrinación, no falte nadie de esta familia a la gran reunión que nos espera en el Cielo; reunión alegre y dichosa, pues no habrá allí que llorar separaciones y seremos eternamente felices en presencia del Señor”.

Gracias, Doctor Borrás, por tu SÍ hasta las últimas consecuencias. Gracias por estar en todo momento junto a esta familia. Gracias por tu testimonio, por tu fidelidad y sobretodo, gracias por tu Fe incondicional. Gracias, nuestro querido beato Manuel Borrás.

Lucía González-Barandiarán de Muller



Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, por intercesión del obispo auxiliar y mártir de Tarragona, el Doctor Borrás (especial protector de nuestra familia). En premio a su Fe y Fidelidad que le llevó hasta a dar la vida por Ti, te pedimos estas mismas virtudes y concédenos la Gracia que te suplicamos

PETICIÓN

Si es para mayor Gloria tuya y bien de mi alma, así sea.

PADRE NUESTRO, AVE MARIA, GLORIA.