Desde hace 5 años, a las nueve de la noche, cada dos viernes, un grupo de 50 voluntarios se reúnen en la parroquia de San Sebastián del barrio de Pomar, en Badalona (cerca de Barcelona) con un objetivo: recorrer algunas de las calles más olvidadas de Barcelona y acompañar a las personas sin hogar.
Preparan paquetes de ropa y comida y se suben a furgonetas para recorrer tres rutas: el barrio del Paralelo, el de Drassanes y el de Sants. El párroco, Felipe Simón (Sabadell, 1972), llegó a Pomar hace 8 años procedente de Sant Gervasi, barrio mucho más rico y ha explicado a Manuel Arenas en El Periódico cómo funciona este servicio de cercanía cristiana a los más necesitados.
-¿Cómo empezaron estas rutas?
-Fueron la antesala de nuestra fundación, Domus Misericordiæ Sant Josep, cuyo territorio de incidencia es el barrio de Pomar. Este voluntariado, llamado 'San Alberto Hurtado', surgió a raíz de ver en Barcelona mucha pobreza, miseria y pérdida de dignidad de los sintecho.
-Explíqueme la última ruta que hicieron.
-Fue hace dos viernes y acabamos sobre la 1:00 h, pero salimos con el corazón lleno. Conocimos a refugiados políticos de Somalia y a personas de Armenia, Georgia, Rusia... y también catalanes.
-¿Qué tipo de ayuda les ofrecen?
-Aparte de darles ropa y comida, intentamos hablar con ellos: eso es lo más importante para que vuelvan a recuperar el sentido de personas. Porque son personas, no mobiliario urbano ni basura. También te puede pasar a ti.
-¿Y cómo reaccionan ellos?
-Mira, sólo con que te sepas su nombre, ponen una cara de alegría... yo hago la ruta del Paralelo y siempre me encuentro a los mismos en los mismos sitios, así que ya nos conocemos.
-Vaya drama.
-La mayoría es gente fija que sabe dónde ducharse, cambiarse de ropa o comer. Aunque si van perdidos, nosotros les indicamos. Normalmente, lo que hacemos es derivarlos a Servicios Sociales. También hay algunos temporales, como los estudiantes que nos dicen: "Tengo 20 años, me he quedado sin dinero y estoy aquí".
-¿A cuántas personas ven cada noche?
-Podemos ver a unos 20-30 sintecho en cada ruta. Todos ellos invisibles: nosotros pasamos y nadie los mira. Incluso, cuando estamos hablando con ellos, hay gente que que se sorprende y nos mira como diciendo: "¿Qué hacéis?". Es una realidad cercana pero al mismo tiempo muy lejana: normalmente nadie habla con ellos ni los conoce, sólo los ven dormir.
-¿Hay algún caso que le haya marcado?
-Siempre me acuerdo de una chica de República Checa que me contó que se había ido a dormir sola porque se pegaba con otra chica, con quien vivía en una tienda de campaña en Poble Sec. Me preguntó si era sacerdote, le dije que sí y replicó que era católica. Yo le di una estampa de la Virgen y me contestó: "Gracias, hoy no dormiré sola". A mí me rompió el corazón. Nunca más la he vuelto a ver.
-Para acabar, hábleme de su acción en Badalona.
-El resto de voluntariados que tenemos son en el barrio de Pomar. Estamos a punto de poner en marcha un comedor social en la parroquia y tenemos otro proyecto de rehabilitación de casas de familias en riesgo de exclusión social. Algún día nos gustaría tener un hogar donde dar cobijo a sintecho y hacer cirugía urbana en el barrio: intervenciones artísticas en puntos cruciales para dotarlo de una identidad propia, como han hecho en La Mina, porque la gente de Pomar muchas veces se ha sentido marginada.