"Tuvimos que huir porque nos amenazaron pistola en mano y con hacernos daño a todos”. Este es el testimonio compartido de José (nombre ficticio), su esposa y sus tres hijos. Ellos son una familia pakistaní que lleva escasos meses viviendo en Zaragoza, aunque no por decisión propia. Profesan el cristianismo, religión que es duramente perseguida y discriminada en su país natal y que dista mucho en seguidores del islam, la religión mayoritaria en Pakistán.
Esta familia, que mantiene el anonimato por temor a represalias, dio este jueves su testimonio en la presentación del Informe de Libertad Religiosa en el Mundo, un estudio de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, que refleja que el 61% de la población mundial vive en países en los que no se respeta las diversidad religiosa, ya sea por la existencia de un radicalismo islámico, de ultranacionalismos o por ser un estado autoritario.
Las amenazas en el trabajo
El primero es el caso de Pakistán donde las minorías religiosas pueden ser objeto de robos, agresiones, deportaciones e incluso asesinatos por parte de los radicales. “Todo ello respaldado por las leyes nacionales y sin apenas consecuencias legales”, según explicaron este jueves las víctimas.
La persecución de José y su familia comenzó paulatinamente hasta llegar a convertirse en una verdadera pesadilla para ellos. El padre de familia ocupaba un alto cargo dentro de una empresa y tras varias coacciones por parte de sus empleados, lo amenazaron pistola en mano haciéndole elegir entre convertirse al islam o dejar el trabajo. Además, sus tres hijos y su mujer también sufrieron humillaciones diarias.
“Nos advirtieron de que nos daban un último aviso y también de que si no hacíamos caso secuestrarían a nuestros hijos e incluso les echarían ácido sulfúrico en la cara”, explicó José. Además, añadió que “en Pakistán hay muchos cristianos que viven esta situación, no es un caso aislado. Es una persecución continua”.
Asilo en España
Ante este panorama se encerraron en casa durante tres meses y tuvieron que dejar sus trabajos y estudios por miedo. Finalmente tomaron la decisión de dejar su país y a sus familiares más cercanos para comenzar de nuevo en otro lugar.
En agosto de 2018 llegaron a Barcelona ayudados por Cruz Roja, que les prestó asiló y les facilitó su estancia allí. Y dos meses más tarde se mudaron a Zaragoza, “una ciudad tranquila y segura”, afirmó José.
Ahora toda la familia está estudiando español y se encuentra protegida y “superando el miedo psicológico”. Esa superación es “gracias a Dios y a la Virgen María”, aseguraron en un acto convocado por la Archidiócesis zaragozana. “La fe y la religión nos han ayudado a enfrentarnos a esta situación. Es lo que guía nuestras actuaciones”, concluyeron.
Publicado originariamente en el Heraldo de Aragón