En la línea iniciada por Juan Pablo II y continuada por Benedicto XVI, el Papa Francisco ha proclamado 95 nuevos mártires de la persecución religiosa española, asesinados por «odio a la fe» entre 1936 y 1939.

Con la incorporación de estos 95 nuevos beatos, el número de mártires españoles elevados a los altares se sitúa en torno al millar, de un total de unos diez mil casos documentados por historiadores y familiares.

La primera proclamación del Papa Francisco incluye dos laicos y 93 religiosos y religiosas de diferentes órdenes que han promovido las respectivas causas.

Los procesos de beatificación por martirio no requieren milagro, por lo que los 95 mártires serán elevados a los altares en una o varias ceremonias en los próximos meses en España.



El grupo más numeroso es el de 66 hermanos maristas en la causa identificada como «Crisanto, Aquilino, Cipriano José y 63 compañeros» asesinados entre 1936 y 1939.

El segundo grupo es el de 18 benedictinos, en la causa del padre Mauro (Abel Angel Palazuelos Maruri) y 17 compañeros asesinados en 1936.

Hay también 4 carmelitas descalzos - Juan de Jesús (Juan Vilaregut Ferrer) y tres compañeros, asesinados en 1936- en una causa que incluye también al sacerdote diocesano, Pablo Segalá Solé.


Los cuatro decretos colectivos de martirio incluyen también el de cuatro Siervas de María Ministras de los Enfermos. Se trata de Aurelia (Clementina Arambarri Fuente) y tres compañeras asesinadas en 1936, el año en que la persecución fue más intensa.

Si bien todos los mártires eran personas civiles indefensas, cuya muerte no es justificable por motivos políticos ni militares, el caso de cuatro religiosas que se dedicaban a cuidar enfermos es particularmente emblemático del nivel de brutalidad alcanzado en aquellos momentos.

Aun así, la proclamación de mártires no pretende reabrir antiguas heridas ni avergonzar a nadie, sino presentar ejemplos de caridad heroica, pues el proceso requiere comprobar que las víctimas estaban dispuestas al martirio sin odio a las personas que iban a darles muerte.


El Papa Francisco aprobó también la declaración de virtudes heroicas –segundo paso hacia la beatificación- de Teresa de San José (Teresa Toda y Juncosa), fundadora de la Hermanas Carmelitas Teresianas de San José, nacida en Riudecanyes en 1826 y fallecida en Barcelona en 1898.