Las seis cofradías de la Madrugá de Sevilla han hecho el desfile procesional con todo su esplendor gracias a la tregua que ha dado la lluvia y bajo la admiración de miles de sevillanos que han llenado las calles para disfrutar de un acontecimiento que aúna espiritualidad y festividad.

A pesar de las miles de personas que se han movido por las estrechas calles del centro histórico para contemplar al Gran Poder, conocido popularmente como El Señor de Sevilla, y a la Esperanza Macarena y la Esperanza de Triana, no se han registrado incidentes destacables en la jornada más emblemática de la Semana Santa sevillana.

La estampa de la Madrugá sevillana sobrecoge por el fervor que profesan en los barrios a las imágenes de sus Hermandades y que va desde la sobriedad de El Silencio o El Calvario hasta las más multitudinarias y populares como La Macarena, la Esperanza de Triana y los Gitanos.


La Madruga la abrió , considerada la hermandad más populosa de Sevilla con unos 2.500 nazarenos, y que este año celebrará en mayo los cincuenta años de la coronación con una procesión extraordinaria.

El contrapunto al bullicio y al piropo lo ha puesto la hermandad de, que con unos 900 nazarenos es una de las dos que tiene el recorrido más corto de la Madrugá, y se desarrolla con una gran sobriedad -sin música- y solemnidad.

A la misma hora que El Silencio salió de su basílica el , al que acompañan unos 2.500 nazarenos, y al que acuden a venerar miles de sevillanos que varias horas antes de su salida se congregan en la Plaza de San Lorenzo ante las puertas del templo.

Una hora más tarde inició la estación de penitencia la , a la que custodian unos 1.800 nazarenos, y que ha reunido a miles de devotos ante las puerta de la Capilla de los Marineros.

Casi a la misma hora el , conocido en el lenguaje calé como El Manué, y sus 1.800 nazarenos iniciaban el recorrido por las calles de Sevilla, con la vista puesta en el cielo ante el amago de algunas nubes de descargar agua, pero finalmente se quedó en unas gotas.

La última en salir ha sido , que junto con El Silencio, es de las que tienen el recorrido más corto de unas cuatro horas y de las más austeras en su desfile procesional, integrado por unos 550 nazarenos.

La Madrugá terminará este mediodía cuando entren en sus templos La Trianera, Los Gitanos y La Macarena, quizás un poco antes de la hora prevista por las previsiones de lluvia a primeras horas de la mañana.


Y si en Sevilla la Madrugá marca el cenit de la Semana Santa, en toda España es día de estaciones ante los monumentos al Santísimo constituidos en todas las iglesias tras los oficios del Jueves Santo. Una tradición que, allí donde no se ha perdido el sabor de lo antiguo, incluye luto y peineta negra de las mujeres, pero que en todo caso marca la tensa espera entre la Última Cena y los acontecimientos del Calvario revividos en el Via Crucis y los oficios de Viernes Santo.

Entre ambas celebraciones litúrgicas, del jueves a última hora de la tarde al viernes a primera hora de la tarde, deben llevarse a cabo.

Dos de las acepciones de "estación" del Diccionario de la Real Academia se refieren a estos días: "Visita que se hace por devoción a las iglesias o altares, deteniéndose a orar delante del Santísimo Sacramento, principalmente en los días de Jueves y Viernes Santo" y "serie de padrenuestros y avemarías que se rezan visitando al Santísimo Sacramento".

Pero, aunque no existe ni un número determinado de estaciones que haya que hacer, ni un numero determinado de padrenuestros y avemarías, la tradición quiere que sean cinco en ambos casos, siempre en adoración a las cinco llagas de Jesucristo en la Cruz (manos, pies y costado) y siempre rematadas por un Gloria. Puede añadirse uno más por las intenciones del Papa.

Allí donde sea posible por la abundancia y cercanía de los templos, el recorrido de las estaciones da color al Viernes Santo y alivia un día de particular ayuno y recogimiento.

Una oración tradicional que puede rezarse ante el monumento es la siguiente:

En este tabernáculo sagrado,
donde estás mi buen Jesús por mí escondido
mi corazón te adora muy rendido
y mi fe te contempla anonadado.

Esta estación recibe con agrado
como ofrenda de mi pecho agradecido
por el inmenso amor con que has querido
quedar, por nuestro bien, sacramentado.

Remedia nuestros males y aflicciones
da a tu Iglesia alegría, paz, consuelo;
al Papa fortaleza y bendiciones,
extiende tu fe santa en este suelo
para que, unidos en tu amor, los corazones,
logremos adorarte allá en el cielo.
Amén.