De ellos, con diferencia los más numerosos son españoles, en particular mártires del Frente Popular asesinados "en odio a la fe" entre 1936 y 1938, tras el inicio de la Guerra Civil.
Se trata de Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén, de quien se reconoce un milagro, y de otros cinco mártires; de José Máximo Moro Briz y otros cuatro sacerdotes de la diócesis de Ávila; de Joaquín Jovaní Marín y otros 14 sacerdotes operarios diocesanos; y de Andrés Palazuelo, sacerdote capuchino, y otros 31 compañeros de orden. En total, 58 sacerdotes y religiosos asesinados.
Hay otros dos españoles que ven reconocidas sus virtudes heroicas: Eladio Mozas Santamera (18371897), sacerdote fundador de las Hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad; Manuel Aparicio Navarro, sacerdote madrileño (19021964).
Y también mártires no españoles. Tres son víctimas del comunismo: Vladimir Ghika, sacerdote rumano nacido en 1873 y asesinado "en odio a la fe" en Rumanía en 1954; Rolando Rivi, seminarista de catorce años martirizado por partisanos comunistas durante la Segunda Guerra Mundial; y Stefano Sándor, laico húngaro profeso de los salesianos y asesinado en Hungría en 1953 a los 39 años de edad. Y un mártir del nazismo, Giuseppe Girotti, sacerdote dominico muerto en el campo de concentración de Dachau en 1945.
La relación la completan la italiana María Teresa Bonzel (18301905), fundadora de las Hermanas Pobres Franciscanas de la Adoración Perpetua; el mexicano Moisés Lira Serafín (18931950), fundador de la Congregación de los Misioneros de la Caridad de María Inmaculada; Generoso del Santísimo Crucificado (18811966), sacerdote pasionista italiano; Olinto Marella (18821969), sacerdote diocesano; el polaco Antonio Kowalczyk (18661947), hermano laico de la Congregación de Misioneros Oblatos de la Santísima Virgen María Inmaculada, fallecido en Canadá; y la laica portuguesa Silvia Cardoso Ferreira da Silva (18821950).