Este domingo se celebró en el histórico monasterio de Santa María de Guadalupe la apertura del Año Santo Guadalupense. La ceremonia estuvo presidida por el arzobispo de Toledo, monseñor Francisco Cerro Chaves, que estuvo acompañado además por los obispos de Mérida-Badajoz, Plasencia y Coria-Cáceres.
Hasta 70 sacerdotes quisieron igualmente asistir a una ceremonia de gran calado en la archidiócesis primada de Toledo pero también para Extremadura, a cuyo territorio pertenece este monasterio.
El Año Santo Guadalupense se festeja cada vez que el 6 de septiembre coincide en domingo, día de la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de Guadalupe, tal como determinó el papa san Pio X. En esta ocasión, finalizará el 8 de septiembre de 2021 y coincide con el 25 aniversario de la declaración del monasterio extremeño como patrimonio de la humanidad y, también, con el centenario del nacimiento del primer Papa que visitó el Monasterio, San Juan Pablo II (1920).
Tal y como informa la Archidiócesis de Toledo, la ceremonia dio comienzo en la antigua Iglesia de la Santísima Trinidad, actual auditorio del Monasterio, donde dio inicio la Statio y procesión hacia el templo jubilar. Por otro lado, miembros de la orden franciscana seglar, junto con varios representantes de caballeros y damas de Santa María de Guadalupe, han desfilado en la procesión inicial.
Frente a la Puerta Santa, monseñor Francisco Cerro pronunció la oración previa a la apertura; seguidamente empujó con el báculo la Puerta, momento en el que quedó inaugurado el Año Santo Guadalupense 2020-2021.
En su homilía, el arzobispo ofreció tres claves en referencia a la devoción mariana y el amor a la Virgen María, “la alegría de las alegrías”, mencionando a San Serafín de Sarov.
Hogar de la Madre de Dios
“Se trata del lugar donde queremos llegar desde cualquier lugar; nos ponemos en camino hacia la casa de la Madre”, indicó el arzobispo, que glosó las características del amor materno para indicar que “he encontrado muy pocas personas en mi vida que se hayan sentido decepcionadas del amor de una madre”.
Por ello, señaló que el Jubileo quiere ayudar a presentar “a la Morenita de las Villuercas” como la “madre del hogar de la Madre de Dios, donde a todos somos acogidos y donde a todos se nos abraza”.
La Virgen de Guadalupe –agregó el primado- será “un pulmón” que nos ayudará “a respirar esperanza en los momentos nada fáciles que nos toca vivir”. Así ha resumido el prelado la primera característica de este año jubilar.
El santuario, hogar de peregrinos
Francisco Cerro recordó la primera peregrinación que realizaba, como obispo, cuando era prelado de la diócesis de Coria-Cáceres. Habló del “gesto tan cristiano”, cuando lavaron sus pies, “tal como hizo Jesús en la última cena”.
Seguidamente, el arzobispo dijo que el cristianismo es una “religión del amor que provoca peregrinos, no vagabundos”.
“Peregrinos de la fe, abiertos a la esperanza y viviendo siempre la caridad”, subrayó más adelante el Primado para seguidamente afirmar que “haremos como tantos santos que han venido aquí, a Guadalupe”.
“Este es un lugar donde siempre se nos quiere, donde siempre se nos perdona y donde siempre encontramos la esperanza cierta de un amor incondicional”, agregó monseñor Cerro.
Hogar de Sanación
Don Francisco Cerro, en referencia a la Carta Pastoral con motivo del Año Santo Guadalupense, recordó también que Guadalupe “es hogar de sanación”. Seguidamente, el Arzobispo Primado afirmó: “¡Cuánto le gustaría al Papa Francisco, si puede estar aquí con nosotros, descubrir algo que es precioso en este Jubileo: Guadalupe es como un hospital de campaña, un lugar de sanación!”.
“La Virgen de Guadalupe, como enfermera, curará nuestras heridas”, expresó el prelado. “Que la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura, nos ayude, en este jubileo, a acudir, como peregrinos, a pie descalzo, al encuentro; para curar nuestras heridas”, concluyó su homilía de apertura del año jubilar.