Si usted va a misa, probablemente lo haya escuchado en alguna homilía: "esta dura crisis económica está enseñando a muchos a acercarse a Dios". A veces también lo dicen obispos.
Sin embargo, si es así, según las estadísticas esos "muchos" que se acercan a Dios son personas ya creyentes o ya practicantes.
Al menos en España, las estadísticas del CIS no muestran un aumento de la religiosidad en los últimos 5 años. Las estadísticas más bien muestran un ligero descenso en el número de personas que se declaran católicas: de ser un 76,6 en noviembre de 2007 a ser un 72,4% en noviembre de 2012.
Más aún, incluso entre los creyentes, aumenta el número de los que declaran que "casi nunca van al templo o a la iglesia": de un 55,3% en noviembre 2007 a un 59,6% en noviembre de 2012.
El número sumado de ateos y no creyentes (en el CIS son dos categorías distintas) tampoco se ha reducido con la crisis: sumaban un 20% en noviembre de 2007 y son un 24,7% en noviembre de 2012.
Y el número combinado de los que van a la iglesia cada día o casi cada semana ha disminuido ligeramente en estos 5 años: de un 16,9% a un 14,4%.
Todos estos datos no indican una desafección general hacia la Iglesia, sino más bien una realidad demográfica: simplemente, las personas mayores, que son católicas y practicantes, se van muriendo, al ritmo de un punto porcentual al año.
Las estadísticas del CIS no registran tampoco un efecto visible de las visitas del Papa a Santiago y Barcelona en 2010 ni de la JMJ del verano de 2011.
Por supuesto, para medir los efectos de la crisis en la religiosidad, había que crear estudios específicos que preguntasen a las personas si la crisis ha dañado su economía personal o sus condiciones de vida materiales, cuáles eran sus prácticas y convicciones religiosas en 2007, cuáles son ahora y si piensan que la crisis les ha acercado o alejado respecto a Dios.
Otra cosa es que practicantes antes tibios se sientan ahora más cerca de Dios (bien porque han aprendido a ser generosos, bien porque han aprendido a reconocer la Provindencia). O que haya personas creyentes no practicantes que se sientan ahora "más cerca de Dios", que cumplan promesas de peregrinaciones, romerías, etc... pero sigan sin acudir a la iglesia con regularidad.
Otra forma de explorar este tema es preguntar a algunos expertos en evangelización, aquellos que activamente buscan llegar a la gente alejada de la fe. En ReL hemos consultado algunos.
Uno de ellos es Jaume Mistral, presidente de la Fundación Prahu, que nació en Barcelona para ayudar a encontrar trabajo a parados mayores de 40 años y también trabaja mucho con inmigrantes. Impulsado por unos laicos de espiritualidad carismática, ofrecen no sólo ayuda, sino también oración a quien la pida.
"Nosotros siempre decimos que la salida del pozo pasa por poner la confianza en Dios. Pero, ojo, no decimos que si te conviertes encontrarás un empleo", detalla su presidente, Jaume Mistral. "Trabajamos, principalmente, con mayores de 40 años en desempleo y con pocas esperanzas de volver a conseguir integrarse en el mercado laboral. Les ofrecemos apoyo psicológico y hacemos con ellos grupos en los que cada uno cuenta cómo está aguantando el tipo. En las reuniones se habla de Dios, sí, pero hay gente creyente, de otras religiones e incluso agnósticos. No predicamos".
¿Detectan algún crecimiento en la fe con la crisis?
"Yo sí considero que con la crisis puede haber gente que se haya hecho preguntas profundas", opina Mistral. "Mucha gente se ha planteado en estos tiempos esas preguntas, sobre todo, porque se han decepcionado por como funciona el sistema, ése que nos decía lo que había que hacer y que ahora nos dice que nada se puede hacer. La gente está receptiva. Por eso es necesario explicarse bien. Hemos encontrado personas que se han planteado sus creencias y han estado con nosotros. Les intentamos hacer ver que Dios puede estabilizar su situación y darles mayor serenidad. Les enseñamos que, a veces, la salida a los problemas está delante de sus ojos pero la angustia en la que viven no les permite ver más allá. La gente se pregunta por la trascendencia porque la situación es cada vez más dramática y preocupante y quieren darle un sentido".
Manuel Muñoz, uno de los promotores de los Cursos Alpha de evangelización en Madrid, también considera que "hay más gente que se plantea dudas existenciales. Buscan un porqué: por qué estoy sin trabajo, por qué me ha tocado a mí, por qué nos pasa esto en mi familia...Desde que hay crisis la gente se pregunta por qué hemos llegado a este punto, porqué hay tanto sufrimiento... Y busca respuestas también en la religión".
La situación es especial entre los jóvenes adultos.
"El número de jóvenes que se interesan por los cursos Alpha es muy elevado, sobre todo los de edades comprendidas entre los 20 y 26 años, que es el grupo más numeroso que sufre el paro. Necesitan saber por qué les ha salpicado esta situación y qué hacer para que no se vuelva a repetir. Es el caso, por ejemplo, de un jóven que vino a uno de los cursos. Él estudiaba derecho, tenía una vida social muy exitosa y era totalmente descreído. Cuando acabó el curso, dejó la carrera, se puso a estudiar lo que de verdad quería. Ha cambiado su vida social apartando a “amistades” que no le convenían y, sobre todo, sabe por qué está pasando lo que está pasando y quiere mejorar el futuro, cambiar cosas para que no se repita".
En una línea similar se expresa Josué Fonseca, profesor de historia en un instituto de Cantabria, especialista en historia de la Iglesia, y fundador de una comunidad evangelizadora llamada Fe y Vida. Explica que "vivimos en un mundo cambiante y yo siempre digo que es complicado hablar de un río cuando uno está metido en la corriente. La crisis sí que ha supuesto un revulsivo para que la gente vuelva a acercarse a lo espiritual porque hay mucha gente que ahora se está planteando el sentido de la vida. Cuando a la gente le hablas de lo espiritual y de sanar, la gente es receptiva. Todo lo que nos han vendido se ha convertido en un juguete roto. Por eso la gente está más receptiva, porque necesita respuestas".
Preguntamos también a Mar Milera, una laica cubana que promueve en Cataluña los cursos de la Escuela de Evangelización San Andrés, una metodología muy extendida en América Latina y que ya se imparte en varios países europeos. Ella conoce de cerca el mundo de la inmigración y la necesidad en las parroquias.
"La gente se acerca al entorno religioso pero no de manera seria", lamenta. "Las personas necesitan ser acogidas, escuchadas y que se rece por ellos pero, muchas veces, una vez solucionado su problema, no vuelven a aparecer por la parroquia. No se suman a la Iglesia de forma permanente. A veces, las parroquias se convierten en un centro de paso y lamentación".
La crisis no es una fábrica de católicos practicantes. Pero algún caso se da. "Recuerdo a una maestra que llegó con depresión por motivos laborales. Ella era católica pero no practicante. Le ayudamos y ha continuado con nosotros y lleva ya más de un año asistiendo frecuentemente a la parroquia", señala.
Son muchas historias de transformación y de preguntas profundas, pero no que no cuajan en un cambio social que se refleje en las estadísticas.