El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, ve con meridiana claridad que la depresión económica en la que está sumida Europa no responde a una “coyuntura”, sino que es consecuencia de una crisis de orden espiritual. En concreto, según ha explicado en su intervención en el XIV Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU, lo que le pasa a Europa es producto del olvido de los valores cristianos que fueron la base de su prosperidad.
Estos valores hicieron del viejo continente una “potencia económica”, gracias sobre todo a que el desarrollo en aquellos tiempos se hacía conforme a unos principios. Existía el crédito, sí, ha explicado Orban, pero incluso esto estaba sometido al “rasero” de la cristiandad.
En una Europa de estas características, en un “Europa cristiana”, no habrían sido posibles, a su parecer, los desmanes que han originado las actuales dificultades. “Una Europa cristiana habría advertido que cada euro que se pide hay que trabajarlo. Una Europa cristiana no habría permitido que países enteros se hundieran en la esclavitud al crédito”, ha añadido. Una situación de servidumbre en la que “España está muy cerca de caer”, ha sentenciado Orban justo antes de decir que hay dos maneras de esclavizar a las naciones: “Con la espada o con el crédito”.
El discurso de Orban ha desembocado en una apelación a realizar políticas inspiradas en los fundamentos cristianos. Políticas, en suma, que ayudarían a “acabar con las cargas de las crisis” y que difieren de la imposición a ultranza de la austeridad, algo que “provoca que los gobiernos pierdan la confianza de sus gobernados”, lo que implica el riesgo de “descomponer” el Estado y la certidumbre.
Orban ha expuesto su convicción de que tras toda economía exitosa hay “algún tipo de fuerza motriz espiritual”. Ha citado los ejemplos actuales de Iberoamérica, India y China, asociándolos a cristianismo, hinduismo y budismo, respectivamente. “Una Europa regida conforme a los valores cristianos se regeneraría”, ha subrayado a la luz de este razonamiento.
El político húngaro también ha invocado la legitimidad del poder político, que hoy se ve subyugado por la severidad de las condiciones para la obtención de crédito, algo que “pone en peligro la soberanía” y propicia un escenario en el que “los acreedores obligan a quitar dinero a quienes deberían recibirlo”.
Orban ha sido presentado por el eurodiputado Jaime Mayor Oreja, que ha señalado al relativismo como origen de la crisis y gran mal que debe ser combatido. “El debate en la próxima década no va a ser estrictamente político, entre la izquierda y la derecha tradicionales. El desenlace de la crisis nos va a conducir a un debate cultural de carácter antropológico, derivado de la concepción de la persona que tengamos cada cual”.
El ejemplo de la trayectoria pública de Orban es, para Mayor Oreja, expresión de este enfrentamiento. La “tormenta política” desencadenada en torno de su persona no responde a la oposición a medidas concretas sino a que los “voceros del relativismo no le perdonaban su valor en defensa de los valores y de las raíces cristianas de Europa”: “El objetivo era que no hubiera ningún Vicktor Orban en el horizonte europeo”, sentenció.