Este domingo, Benedicto XVI proclamó la santidad de María del Carmen Sallés y Barangueras, catalana de Vic, que descansa en Madrid, en el colegio de las Concepcionistas de la Enseñanza de la calle Princesa.

La Razón tituló que era una nueva "santa española" y TV3, que no suele prestar mucha atención las canonizaciones, no dejó de comentar la ceremonia en sus telediarios hablando de la nueva "santa catalana".

El caso es que Carmen Sallés, en vida, no tuvo éxito ninguno en Cataluña. No se la entendió ni se la acogió. Aunque entró en vida religiosa en 1871, con 23 años (y la oposición de su padre) tuvo que ir a Burgos para fundar en 1892 sus Religiosas Concepcionistas de la Enseñanza. Murió en 1911 dejando doce colegios en España, pero ninguno de ellos en Cataluña.

Hoy la congregación está presente en 14 países y cuenta con 67 comunidades y miles de alumnos.

Carmen Sallés alcanzó cierto reconocimiento póstumo en su tierra: Vic la declaró hija predilecta hace años, y su alcalde, Josep Arimany i Manso, así como el director de asuntos religiosos de la Generalitat, Puigdollers Noblom, estuvieron en la ceremonia, junto con los cardenales Rouco y Sistach (de Madrid y Barcelona, repectivamente) y Amigo Vallejo (cardenal emérito de Sevilla).

En el cambio del s.XIX al XX, aún resultaba difícil a muchas autoridades aceptar que las mujeres podían tener un papel protagonista en la educación, incluso de las chicas más problemáticas. La postuladora de la santa, Asunción Valls, lo explica así: "Enseñó que la mujer, toda mujer, y la juventud, toda la juventud, no puede ser condenada por sus errores, sino amada en ellos, salvada de ellos. Y enseñó que prevenir es mejor que curar: “para alcanzar buenos fines, son menester buenos principios”. A mayor necesidad, mayores remedios: ¿ignorancia? ¡cultura más amplia!, ¿piedad superficial?, ¡formación religiosa bien sólida! La mujer debía ser capaz de recristianizar la familia y la sociedad. Y encontrar su lugar en la Iglesia. Algunos no acababan de entenderlo".

En el colegio de las concepcionistas de la calle Princesa es habitual para los niños madrileños y sus profesores visitar la capilla con el cuerpo incorrupto de la santa (bajo una mascarilla de cera en la cara), y con la canonización ha aumentado su popularidad en la ciudad. Tradicionalmente «eran sobre todo las hermanas y los alumnos de nuestros colegios quienes se hacían presentes en el oratorio», asegura la superiora general Madre, Mª Isabel Moraza.

Daniel Cadarso, profesor de Educación Física en el colegio, observa cómo «los niños tienen muy presente la figura de Madre Carmen, conocen su vida y sus enseñanzas, así que hacerle una visita no les resulta tan extraño. Es verdad que, al verla, se quedan muy sorprendidos y surgen preguntas variopintas, algunas descabelladas, pero siempre, desde la inocencia de los niños».

Daniel Cadarso ha ido a Roma a la canonización, aunque acaba de tener su segundo hijo. "La niña come bien, duerme bien y no da más guerra de la normal. Mi mujer ha recuperado las fuerzas y se atreve a quedarse con los dos, asi que aprovecho para darle las gracias", explica. Porque ir a Roma tiene un sentido especial: "no hemos ido allí a recordar la vida de Madre Carmen sino a celebrar el poder de Dios en la vida de las personas".

También estuvo presente en la canonización María Isabel Gomes de Melo, la niña brasileña cuya milagrosa curación se atribuyó a la intercesión de Madre Carmen. 

María Isabel, que es buena alumna y que el sábado cumplía 16 años, sufrió en el año 2000 una grave isquemia cerebral que le dejó la boca desfigurada y le provocó la pérdida total de fuerza en un brazo y una pierna. La niña se pasó diez días con neuronas muertas y con una zona del cerebro sin riego. Después de varias pruebas, los médicos le mandaron a casa, pues no había terapia alguna ni medicación para su caso.

La madre de María Isabel, ex alumna del colegio María Inmaculada de las Concepcionistas, recibió, de parte de las religiosas, una reliquia de la fundadora, un trozo de tela que había pertenecido a la santa. Tanto en el colegio como en la familia iniciaron entonces una novena de oración. Al quinto día, la enfermedad desapareció sin dejar ninguna secuela.