En 1991, un año después de que fuese aprobada la positio histórica para la beatificación de Isabel la Católica por sus "virtudes y fama de santidad", esta fue drásticamente paralizada según la Secretaría de Estado vaticana. El motivo, se exponía, eran "circunstancias" que aconsejaban "profundizar en algunos aspectos del problema", en referencia a la expulsión de los judíos.
La decisión fue recibida con sorpresa entre los especialistas y entre la propia Iglesia. Especialmente porque el título de reyes "Católicos" otorgado por el Papa Alejandro VI fue precisamente una "canonización de la acción de Isabel respecto a los moros y judíos", cuya expulsión valió la "felicitación solemne" y "alabanza oficial de la Iglesia por ser conforme al bien común cristiano", en palabras del consagrado historiador hispanista Jean Dumont.
Tras la reactivación de la causa de beatificación de Isabel en los últimos años, cada vez son más quienes se atreven a cuestionar que la expulsión justificase la paralización de la causa. Pero Dumont no es un arribista: de hecho, expresó estas palabras en su icónico L'incomparable Isabelle la Catholique de 1992, poco después de la paralización, y que acaba de ser reeditado por Encuentro tres décadas después de que viese la luz. Obra en la que el autor no oculta la importancia de "llamarla santa".
Desde aquel año, Dumont ya dio respuestas a preguntas que hoy parecen resurgir alimentadas por la incesante Leyenda Negra y que persisten en buena parte del imaginario colectivo respecto de la reina Isabel.
¿Realmente hubo antisemitismo en su persona? ¿Era Isabel un peligro para los judíos o estos lo eran para la fe y la Iglesia? ¿Cómo casa que, pese a la expulsión, muchos judíos se refiriesen a Isabel como "caritativa y justa? ¿Por qué los expulsó y cómo respondieron ellos? ¿Estuvo justificada la expulsión?
A todas estas y otras preguntas responde Dumont sin tapujos en la reedición de La incomparable Isabel la Católica, donde zanja debates sobre la expulsión y despeja dudas sobre la moralidad y justificación de la misma. Destacamos 8 de ellas:
1º Las cifras
Uno de los datos más reveladores que ofrece Dumont es que la expulsión no fue concebida por Isabel como un incremento de la "represión del peligro judaizante, sino como un medio para aminorar esa represión", resultando en un aumento de la conversión.
Lo muestra con cifras muy precisas:"De los 200.000 judíos que se cree que había en España en 1492, unos 50.000 no salieron y aceptaron la conversión. Y de los 150.000 que partieron, al menos un tercio regresó en los meses siguientes, alegando el bautismo recibido en su breve exilio o pidiéndolo en España", con la consiguiente reducción de la represión a los judaizantes. "La expulsión fue el elemento decisivo del retorno a la paz religiosa y de una nueva expansión de la España cristiana decidida por los mismos judíos", sentencia el historiador.
2º ¿Tenía Isabel el derecho de expulsar a los judíos, después de haber vivido tanto tiempo en España?
A esta pregunta responde Dumont con dos argumentos de peso: el primero, que buena parte de los judíos residentes en Castilla y Aragón no eran "autóctonos", sino resultado de las oleadas tras expulsiones previas por los cumanes en Rusia, por Eduardo I de Inglaterra o Felipe el Hermoso de Francia.
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Respecto a los que llevaban más tiempo, desde antes del siglo XII, Dumont responde afirmativamente a la pregunta por una cuestión de "seguridad": "Los judíos asentados se habían puesto al servicio… de los guerreros islámicos al abrirles las puertas de las ciudades españolas y asegurar el control de estas cuando los conquistadores de Alá se internaban en la península", cobrando entonces "los intereses de esta posición". Tal derecho, por origen, procedencia o seguridad, estaba garantizado.
3º ¿Se puede presentar a los judíos simplemente como españoles no católicos?
Para el francés, la respuesta es un tajante "no": De hecho, "en relación con la nación española, el judío no era más que un ser tolerado y protegido a la vez, a quien estaban prohibidas muchas cosas por ser judío", según palabras de Béatrice Leroy. Lo que significa, agrega Dumont, "que en esa época los judíos no eran españoles".
4º ¿No tienen los cristianos unas obligaciones especiales en relación con los judíos?
Dumont cita a otro gran especialista en la materia, Luis Suárez, para recordar que entonces la acogida de los judíos en otros países se veía determinada por una apreciación de San Agustín que matizaba que esta acogida debía ser de carácter "provisional": "Hasta que reconociendo la verdad, se convirtiesen, debían ser protegidos. Entretanto, con su conservación de la Escritura antigua, eran un testimonio vivo de la realidad del cristianismo".
¿Cuál es entonces el problema? Que el judaísmo del siglo XII ya "no era fiel a la Escritura, sino que había creado un nuevo cuerpo doctrinal, el Talmud, que le desviaba haciendo imposible su marcha hacia la conversión" y que fue condenado hasta por judíos conversos. Uno de ellos fue el dominico Nicolás Donin, que formuló una denuncia del Talmud en 1236 ante el Papa por contener "blasfemias contra Cristo y la Virgen María", falsificar "las promesas de los Profetas" o cerrar "el camino al reconocimiento de la verdad". La pretendida convivencia de las tres culturas se hacía, cuanto menos, difícil.
5º ¿Por qué expulsaron los reyes a los judíos?
Para responder a esta pregunta, Dumont recurre directamente al documento publicado por los Reyes Católicos preguntándose por qué no tener en cuenta la razón expresada por ellos, que dice:
"Según es notorio; y según somos informados de los Inquisidores, y de otras muchas personas religiosas, y eclesiásticas y seglares, consta y paresce el gran daño que a los cristianos se ha seguido y se sigue de la participación, conversación y comunicación que han tenido y tienen con los judíos, los quales se prueba, que procuran siempre, por quantas vías más pueden, de subvertir y subtraer de nuestra santa Fe Católica a los fieles cristianos, y los apartar della, y atraer y pervertir a su dañada creencia y opinión… lo qual consta por muchos dichos y confesiones, así de los mismos judíos como de los que fueron pervertidos y engañados por ellos; lo qual ha redundado en gran daño, y detrimento y oprobio de nuestra santa Fe Católica".
6º Este judaísmo ofensivo y sistemáticamente proselitista para los cristianos, ¿se dio realmente en esa época y está comprobado?
Dumont es igualmente tajante con citas, pruebas y ejemplos que concluyen como respuesta que de eso no solo "no cabe la menor duda", sino que "la misma historiografía de origen judío se gloría de ello".
Las costumbres que se asentaron, descritas por la historiadora Béatrice Leroy, dejaron como resultado que "en un país estatutariamente cristiano, cada vez eran más los judíos influyentes que, aprovechándose de las ventajas sociales y nacionales de su acogida como cristianos, rechazaban en realidad y de modo activo a Cristo, su Eucaristía, su mensaje y los sacramentos de su Nueva Alianza". Algo que, por otro lado, "no podía aceptarse desde el punto de vista religioso y nacional. El peligro de judaización era en España más evidente que en ningún otro país, y como la raíz estaba en el santuario judío, Isabel debía dominarlo", concluye Dumont.
7º La expulsión de los judíos, ¿no fue una operación de lucro por la que los Reyes Católicos se apoderaron a bajo precio de una gran parte de los bienes judíos?
Este se trata de otro mito que, en palabras del estudioso francés, "no se sostiene". En primer lugar, porque con la expulsión, "Fernando e Isabel sacrificaban el 5% de su renta", equivalente a 12 millones de maravedíes por año o 140 millones hasta la muerte de Isabel en 1504. Por otro lado, el mismo coste de la expulsión fue cuanto menos elevado, por el empleo necesario de jueces, instructores, autoridades y fuerza pública: "Los 2.275.000 maravedíes que ingresó el Tesoro real de los bienes de los judíos apenas bastaron para sufragar estos gastos", agrega el autor, apoyado en las cuentas del tesorero Morales, encargado de esta última operación.
8º ¿No sigue siendo la expulsión de los judíos una mancha indeleble en el catolicismo español?
Para Dumont, este se trata de un "oprobio injustificado", pues lejos de residir únicamente en las coronas españolas, la decisión fue secundada por la felicitación de la asamblea de los doctores de la Universidad de París y de la Iglesia misma. El Papa y el consistorio, en su concesión del título de `Católicos´ a Isabel y Fernando, agrega el autor, "hicieron reseñar entre sus grandes méritos, en el campo de la fe católica y de la religión cristiana en España, la expulsión".