La despoblación es un problema realmente urgente en España, tanto en el ámbito social, económico, político e incluso religioso. El envejecimiento de la población y su dispersión por numerosos pueblos mientras la poca gente joven emigra afecta a la organización de las diócesis y a que los pocos sacerdotes disponibles tengan que atender grandes extensiones y numerosas localidades.
Si en el ámbito de la política están surgiendo ya iniciativas exitosas tales como el diputado logrado por Teruel Existe, nacido únicamente por el problema de la despoblación, son ahora los obispos aragoneses los que están tomando cartas en el asunto.
Este martes 26 de noviembre se presentó la carta pastoral de los obispos de Aragón, en relación a la Iglesia y el mundo rural y que verá la luz el 1 de diciembre. En ella, los prelados urgen a ofrecer un rayo de luz y esperanza a los pueblos poco habitados.
"Un pequeño pueblo"
En la carta Nazaret era un pueblo pequeño, los obispos orientan la acción pastoral ante la “situación grave” de la despoblación. El texto, de 41 páginas, se ofrece al inicio del Adviento, “un tiempo de proyectos ilusionados con la confianza puesta en Dios”.
Presentación este martes de la carta. En el centro, el arzobispo de Zaragoza. A la izquierda, el obispo de Teruel y Albarracín
“Lo hacemos urgidos por la necesidad de ofrecer un rayo de luz y de esperanza ante la situación grave de la despoblación en nuestras diócesis”, recogen los obispos en la introducción, secundando el mensaje del Concilio Vaticano II: “Los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”.
La publicación, que ha sido presentada en rueda de prensa por el arzobispo de Zaragoza y el obispo de Teruel y Albarracín, “es un reconocimiento y también un agradecimiento a todas las personas que, optando por permanecer en los pequeños pueblos de nuestra extensa geografía rural, han sido y siguen siendo los trasmisores y los referentes de nuestra fe”.
La carta es “un canto a las minorías creativas que están siendo las comunidades de nuestros pueblos, resaltando el rostro femenino del medio rural”. A su vez, ofrece “una mirada contemplativa a la sencillez evangélica vivida en la mística de lo cotidiano”, con un “elogio de lo pequeño frente a la valoración de los números y de las masas, frente a la asfixia de la productividad y la dictadura de la apariencia”.
Asimismo, los obispos valoran “los grandes esfuerzos que nuestras Administraciones están haciendo por mejorar la vida en el mundo rural” y animan “a nuestros políticos a que sigan en esta dirección y estén muy atentos a estos pequeños núcleos, ya que podemos ser un pequeño resto de lo que fuimos, pero nunca un residuo”. Por ello, alientan a que se siga “escuchando a las personas del mundo rural” y a que, entre todos, “mantengamos el respecto a la casa común, que es la tierra que habitamos, en la búsqueda de un desarrollo sostenible que sustente el necesario equilibrio ecológico”.
La obra se estructura en tres bloques: (I) Una mirada a la realidad; (II) Lectura creyente de la realidad pastoral; y (III) La pastoral de los pueblos pequeños. Entre las conclusiones, se habla de la necesidad de acercarse a “cada comunidad y contemplarla como un pequeño brote, alimentada y sostenida por la Palabra y el Cuerpo de Cristo, partido y repartido”, como primer signo de esperanza.
Curar heridas y dar esperanza
La pedagogía de la publicación es la de Jesús, la del Buen Samaritano, “que mira y no pasa de largo, que deja mover su corazón y busca respuestas concretas, afectivas y efectivas, y que se pone manos a la obra, para curar las heridas y dar esperanza”. Ello desde el convencimiento de que “el Evangelio es siempre nuevo y generador de vida, de novedad, capaz de gestar nuevos escenarios y nuevos dinamismos”.
Los pastores apuntan que “la comunidad cristiana nunca se ha encerrado en sí misma, sino que ha generado un movimiento de ayuda de las más fuertes a las más débiles, de las más numerosas a las más pequeñas, siendo capaces de poder compartir y repartir con los demás, aun lo poco que posean”. Porque “no es cuestión de número, sino de vitalidad, aunque la vocación de la Iglesia es que Cristo y su mensaje llegue hasta los confines de la tierra”.
En arameo, Nazaret significa “brote”. Esta carta pastoral “pretende ser el nutriente para que estos pequeños brotes, que son nuestros pueblos, florezcan en una nueva primavera, que todos esperamos”.