Una familia valenciana salvó de la destrucción a la Virgen de la Paciencia, patrona de la localidad castellonense de Oropesa de Mar, tras ocultarla en su casa durante la persecución religiosa de 1936.

La advocación de la Paciencia nació en 1619, tras un ataque berberisco sufrido por la localidad de Oropesa, según publica en su último número el periódico Paraula. Según las crónicas de la época, durante el ataque pirata una imagen de la Virgen, probablemente del Rosario, que se veneraba en la conocida como Capilla de la Defensa, fue destrozada.

Se trataba de una talla en madera de ciprés, de 57 centímetros y datada a finales del siglo XVI, aproximadamente coincidiendo con la repoblación de Oropesa. Los restos de la imagen fueron llevados al convento de las Carmelitas Descalzas de San José y Santa Teresa de Valencia, “donde probablemente cambió el nombre de su advocación, dado el laborioso y paciente trabajo de las monjas para restaurarla”, según publica el semanario de la archidiócesis de Valencia.

La imagen fue venerada en el convento durante más de tres siglos, con la excepción del periodo de la Segunda República (cuando la quema de conventos) y la Guerra Civil, en la que la imagen hubo de ser conservada a escondidas en la casa particular de la familia Marco Prats, situada frente a la Puerta de los Hierros de la catedral de Valencia.

Durante cinco años, la imagen “recibió culto en la intimidad familiar con la discreción que la peligrosa situación requería”, tal y como relata Eduardo Marco , quien por aquel entonces contaba 9 años.

Tras el estallido de la guerra, la familia Marco Prats acogió en su casa a dos hermanos religiosos, por lo que “la vivienda fue objeto de continuos registros policiales hasta que en agosto de 1936 unos milicianos se presentaron en el domicilio para llevarselos detenidos. En uno de los asaltos, un miliciano “golpeó la imagen contra la pared, la cabeza de la escultura rodó por el suelo” y se partió en varios trozos, que la familia conservó.

Terminada la contienda en 1939, la imagen se recompuso y fue devuelta a la comunidad carmelita del convento de San José, después de haber sido protegida durante casi diez años. Allí permaneció hasta 1964, cuando el párroco de Oropesa solicitó a las monjas el regreso de la imagen a la ciudad castellonense, a donde llegó el 3 de octubre de 1964, 345 años después del origen de su devoción.

En la actualidad se conservan dos copias en Oropesa, una para ser procesionada y otra para ser venerada en la parroquia. Una tercera copia se donó al convento de San José de Valencia, hoy ubicado en la localidad de Serra y una cuarta imagen se entregó al museo diocesano de la catedral de Segorbe.