Dos mil personas, incluyendo unos cuarenta sacerdotes, escuchaban este viernes en el Auditorio del Parque de Atracciones de la Casa de Campo de Madrid, cómo la joven Sara Quiroz contaba su milagrosa curación, sucedida hace un año en el mismo lugar.
Muchos ya habían sido testigos de los hechos hace un año. Otros muchos –incluyendo este periodista- habían visto a Sara en silla de ruedas o muletas durante más de un año y medio, antes de su recuperación repentina y permanente.
Sara hace tiempo que es muy conocida en la Renovación Carismática Católica de Madrid. Es asidua al grupo de jóvenes Elohim y a los encuentros juveniles carismáticos y es hija de Letty Florián, peruana con muchos años en España, una de las principales responsables de la Renovación en la capital. Otros muchos jóvenes de toda España conocían a Sara de un reciente Camino de Santiago en el que ella viajaba en vehículo y, a veces, en brazos de los compañeros. En YouTube hay vídeos de su llegada a Santiago, por ejemplo, donde se aprecia su estado. De alguna manera, la joven Sara era casi “la coja oficial” de la Renovación Carismática madrileña.
El viernes la muchacha subió al escenario del Auditorio a explicar la curación del verano pasado y su dolencia de casi 20 meses antes.
“A los 17 años me ingresaron en un hospital y me hicieron una punción lumbar. Fue un error médico. Me quedé sin fuerzas en la pierna izquierda. Tampoco tenía equilibrio. Caminar con muletas me suponía tanto esfuerzo que iba en silla de ruedas”, explicó Sara ante un auditorio sobrecogido. Muchos asentían, porque muchos la habíamos visto en su silla y con sus muletas, muchas veces.
“Estuve así más de un año y medio. Fue un tiempo de sufrimiento, pero también de confianza en Dios. Muchos hermanos habían rezado por mí. Lo peor de todo es que no había un diagnóstico, los médicos no sabían exactamente lo que me pasaba. Yo iba a rehabilitación, simplemente para no perder más fuerza en las piernas”, detalló.
Entonces llegó la gran reunión anual de la Renovación Carismática Católica en España. El predicador invitado era el misionero del Sagrado Corazón Jaime Kelly, un irlandés afincado desde hace décadas en Venezuela, con muy buen español. No sólo se trataba de un buen predicador y amigo del difunto Emiliano Tardiff, misionero de la misma congregación y carismático famoso por sus milagros, en vías de beatificación. También Kelly tenía fama de suscitar curaciones cuando rezaba por enfermos.
“¡El padre Kelly contaba tantos testimonios de personas que se curaban! Sentí una llamada a tener esperanza en mi corazón. Dios me había prometido que me iba a sanar”, recuerda Sara.
Así que fue a “una salita ahí atrás donde estaba el Señor expuesto, y otras cinco personas, y el padre Kelly, para que oraran por mí”.
En esa salita, o en una justo al lado, unos minutos antes de ese sábado por la tarde, cuando aún no habían expuesto el Santísimo, había estado este periodista entrevistando al padre Kelly, el cual contaba diversas curaciones milagrosas en las que había participado. El periodista salió corriendo para escribir el artículo que se publicaría en La Razón y se perdió los hechos asombrosos que tenían lugar en ese momento.
“El padre Kelly oró por mí, imponiéndome las manos”, explicó Sara. “Me preguntó si yo creía que el Señor me podía sanar. Yo le dije: “sí, sin duda”. Me tomó de las manos y me dijo: “Sara, en nombre de Jesús, levántate que vamos a caminar.” Y fue como si yo viese en él la mirada de Jesús, que era Jesús mismo quien me decía: “Confía en Mí, vamos a caminar”. Y supe que estaba sanada. Y entonces di un paso, luego otro, y otro, y caminé. ¡No me caía! ¡Había esperado tanto tiempo! Y el padre Kelly me decía: “bien, poco a poco” pero yo pensaba “no, ¡yo a correr y que no me pare nadie!” y sigo caminando, siempre con el Señor”.
Tres horas después ese sábado por la noche subía al escenario ante el Santísimo expuesto para dar gracias a Dios y dar testimonio de la sanación, para asombro de todos los que la conocían. Y el asombro lo llevó por doquier. “No os imagináis la cara de mi fisioterapeuta, la persona que mejor conoce lo que yo podía y no podía hacer. ¡Y las de mis compañeros de la universidad!”
Y la del periodista, que titulaba “Recé por ella y dejó la silla de ruedas”… pero refiriéndose a un caso en Venezuela. Una multitud de carismáticos el domingo pensaban que se refería a lo que acababan de ver la noche anterior.
Sara Quiroz y su familia no son nada difíciles de acceder. Incluso explicaban su espiritualidad familiar en La Razón para apoyar la gran Misa de las Familias de diciembre de 2011 en las calles de Madrid. Cualquiera puede encontrarse a Sara en un encuentro carismático o de jóvenes. Es una “milagrada de aquí, de casa”. ¡Todos la vimos en silla y ahora todos la vemos sana y alegre! A nosotros nos contaba sonriendo cómo el lunes habían celebrado junto con muchas personas una misa de acción de gracias a Dios, al cumplirse el primer aniversario de su curación.
No fue la única curación durante la visita del padre Kelly. Así, el viernes contaba en público su testimonio un zaragozano llamado Antonio, que ”de toda la vida sufría dolores de migraña cada 40 días o así, tan fuertes que a veces me hacían vomitar, que me dejaban en la cama quejándome, dolido por la luz o cualquier ruido… El padre Kelly oró por muchas cosas y oí que había 7 u 8 o 10, no sé cuantos dijo, que se curaban de migrañas. Yo no sentí nada, ni calor, ni una sensación especial, nada. Pero ha pasado un año y en este año no he tenido ya ninguna migraña”.
Y hay más casos. Pudimos hablar con un matrimonio con un niño que sufría déficit de la hormona del crecimiento, según les diagnosticaron. El niño, un bebé, simplemente, no crecía. Las inyecciones de la hormona iban a ser muy caras y gravosas en su economía ajustada. Acudieron a la reunión de oración del año pasado, el padre Kelly anunció que se iban a curar unos niños… y, efectivamente, sin haber puesto aún inyección alguna, el niño empezó a crecer con normalidad.
Con todos esos antecedentes, no es extraño que el Auditorio esté completo al cien por cien. ¿Viene el padre Kelly? No, el predicador este fin de semana es el colombiano y sacerdote eudista Albert Linero. Es un gran predicador, con ritmo y mucho humor.
Y exigente: “me asusta la espiritualidad de Hollywood, la búsqueda milagrera”, truena la voz de Linero. “No venimos aquí a buscar milagros sino a encontrar al Señor, a dejar que Él nos ame”, insiste. Y la gente aplaude, muy de acuerdo. “Fíjense en Moisés, entre el Mar Rojo y el ejército del Faraón. ¡Eso sí que son dificultades! ¿Qué dice Moisés al pueblo en ese caso? Uno, no teman. Dos, manténganse firmes. Tres, visualicen la victoria, no se pongan en lo peor. Cuatro: esperen, esperen, esperen… Y Dios hará lo que ustedes no pueden hacer. Ustedes hagan lo que puedan, Él hará el resto”.
Y la gente piensa en Sara, que no tuvo miedo, se mantuvo firme, visualizó su victoria y esperó. Fue al fisioterapeuta, hizo lo que pudo. Y lo que faltaba, el milagro, lo hizo Dios.