Monseñor José Mazuelos es obispo de Canarias y en la Conferencia Episcopal Española preside la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida, desde donde afronta importantes desafíos ante la ofensiva con la eutanasia, el aborto o la ideología de género.
Su perfil profesional le hace también ser un referente en algunos de estos asuntos entre los obispos españoles al ser médico de formación, profesión que ejerció antes de ingresar en el seminario. Además, es un experto en cuestiones de Bioética, lo que le permite tener un importante discernimiento en cuestiones que ahora están en primera línea de batalla.
En los días pasados, monseñor Mazuelos participó en el curso de formación para agentes de pastoral familiar que se celebró en Madrid el 9 y 10 de julio. Allí, habló del primer anuncio del Evangelio, donde la familia ocupa un lugar central. En una entrevista con la revista Ecclesia el obispo profundiza en la situación de esta institución vital para la supervivencia de la sociedad así como de los ataques que recibe por varios flancos:
-La familia se ha descubierto en tiempos de pandemia como esencial para salir juntos de la crisis, «porque nadie se salva solo».
-Durante este tiempo de pandemia, la Covid nos ha mostrado nuestra fragilidad y pobreza a la que hemos podido hacer frente mediante la solidaridad y la fraternidad. El individualismo radical fracasa y el pilar vuelve a ser la familia, con esa entrega que es esencial y que se aprende dentro de esa familia cristiana que se convierte en la esperanza del mundo, por eso tenemos que «ponerla de moda».
-¿Y le preocupan las leyes que de algún modo «arrinconan» al modelo de familia cristiana?
-Sí, me preocupan estas legislaciones porque relativizan el misterio de la vida y promueven la autocreación, buscando individuos desarraigados y materialistas que se mueven por un instinto compulsivo de satisfacer sus deseos. Buscan el darwinismo social y una deconstrucción de la sexualidad y del amor con una ideología de género que quiere difuminar lo masculino y lo femenino; en la que la dimensión sexual se convierte en algo cultural y no natural. Buscan una persona fácilmente manipulable y lógicamente la familia, que crea raíces únicas, es un enemigo a combatir.
-Una cultura «dominante» que se vale en ocasiones del propio lenguaje.
-Hay toda una manipulación del lenguaje para destruir la esencia del ser humano, la integración de la sexualidad y del cuerpo, la dignidad en este sentido… Es un plan que fomenta al hombre del deseo al que abre la puerta la ideología de género y llega hasta el transhumanismo donde «yo con la biotecnología puedo realizar todos mis deseos». La naturaleza no marca, sino que es el propio deseo de satisfacer e imponer que «da igual ser hombre y mujer», en definitiva, trivializar al propio ser humano.
-Ese lenguaje que también se ha utilizado en la Ley de Eutanasia que habla desde su origen de «muerte digna».
-En esa sociedad del deseo los débiles sobran y es a lo que encamina esa legislación. Cuando se presenta la Ley de Eutanasia, se habla de «libertad» para elegir. Es una vez más utilizar el lenguaje de forma intencionada. La libertad no la da la eutanasia sino los cuidados paliativos. En España mueren más de 60.000 personas sin acceso a los cuidados paliativos. Fomentar la eutanasia en lugar de invertir en estos cuidados, es pisotear la dignidad y la libertad de las personas. Tampoco se puede coaccionar la libertad del personal sanitario y del derecho que tienen de no hacer al paciente lo que consideren indeseable o lesivo. Es decir, no se puede anular en nombre de la libertad del paciente la libertad del médico y de todos los responsables del acto médico.