«Lo propio de un libro de fotos es despertar recuerdos», explica Yago de la Cierva, responsable organizativo de la JMJ, al presentar el libro «Una cascada de luz», publicado por Edice, la editorial de los obispos españoles.
Las 224 fotos con escenas reales, naturales, de la JMJ, despiertan sin duda esos recuerdos. Se han elegido entre 15.000 fotos enviadas por distintos medios de comunicación y fotógrafos profesionales que colaboraron voluntariamente con la organización.
Anahí Rodríguez, fotógrafa y co-editora del volumen, seleccionó «de cada momento lo más significativo, algo que reflejase la variedad de culturas y países, toda esa variedad concentrada en Madrid».
«Es un libro que hace revivir emociones, y eso es algo necesario en la fe», explica la periodista de 13TV Inmaculada Galván, que desde la televisión acercó la JMJ de agosto a cientos de miles de espectadores.
«Tuve ocasión de entregar un ejemplar al Santo Padre el pasado Lunes Santo», explicó el cardenal Rouco, arzobispo de Madrid y anfitrión de aquella fiesta multitudinaria. Cuando el cardenal enseñó al Papa la imagen de la muchedumbre en la explanada de Cuatro Vientos el Pontífico exclamó un «¡oh!» asombrado.
Rouco aprovechó para revelar que «fue el Santo Padre quien, durante la tormenta de aquella noche, me indicó que omitiéramos la homilía y nos centrásemos en la adoración al Santísimo. ¿Qué iba a decir yo? El Papa improvisó entonces, relativamente, sus palabras a los jóvenes, cálidamente sentidas».
¿Frutos inmediatos de esos días? «Más de 40.000 confesiones en el Retiro, y diez veces más en las Jornadas», resume el cardenal de Madrid. Y, a medio plazo, conversiones que se van conociendo.
En el libro hay fotos hermosas de jóvenes confesándose y, como novedad de esta JMJ, algunos lo hicieron con el Papa. «Me contaron de un señor de cierta edad que en Cuatro Vientos se acercó a un sacerdote y dijo: “padre, soy un joven que hace 40 años que no se confiesa”», explicó Rouco. Es un ejemplo de que la JMJ tocó a personas de todas las edades. «La confesión y la adoración fueron la clave de esas jornadas», afirmó el cardenal.