El músico Rubén de Lis nació en Gondomar, a treinta kilómetros de Vigo (España), y hoy se prepara para llevar su música a Brasil, Perú... y a la JMJ de Lisboa 2023.
"Empecé a los 9 años en el coro de la Iglesia. Con 15 años me vine a Madrid y con 16 ya era músico profesional, ganaba 3000 euros tocando cuatro o cinco días al mes", comienza diciendo Rubén en una entrevista para el canal Mater Mundi.
Tocando con los grandes
De Lis empezó a estudiar en el conservatorio a los 13 años, tenía un gran talento con la guitarra y llegaría a recibir alguna clase magistral del gran Manolo Sanlúcar. En Madrid estudió fusión flamenca y aprendió del guitarrista de Manolo García, Eric de Witt, y años después de Josep Salvador, guitarrista de Alejandro Sanz, Niña Pastori o Miguel Ríos.
El dinero entró en su vida de un forma muy fácil, haciendo lo que más le gustaba. "Con 17 años tocaba por toda Galicia, iba con las chicas de aquí para allá. De Dios casi no me acordaba. Empezó el alcohol, mis primeras copas... y te vas forjando una personalidad que te distancia de lo demás, detrás de esa falsa seguridad hay grandes vacíos", comenta Rubén.
Aunque nació en un ambiente católico, iba de pequeño a misa todos los domingos y recibió la Confirmación, de Lis pronto se apartaría de la fe. "Mirando atrás reconozco que siempre tuve a Dios en el corazón, pero lo tenía ahí como diciendo 'bueno, cuando yo quiera'. Yo quería ser el guitarrista de los famosos, que un gran artista cuando necesitara un guitarrista me llamara a mí", explica en el vídeo.
Sin embargo, su carrera en solitario iba a comenzar cuando, como dice él, "redescubre" a Dios. "Mi carrera empieza cuando me reencuentro con Dios. Me puse a componer, y ahora me gano la vida con la música, evangelizo a través de mi testimonio y de mis canciones. Siempre con un lenguaje natural,' viviendo la vida sobrenatural de la forma más natural posible'", afirma Rubén.
Aquel momento de vuelta a la fe iba a tener a una mujer, su mujer, como protagonista. "Hace 16 años yo estaba ganando mucho dinero. Trabajaba con otros artistas... y, un día, estaba en un concierto y veo a dos brasileñas, se da una primera atracción, nos intercambiamos el teléfono, pero todo quedó ahí y aquella historia pasó", explica el guitarrista.
"En ese momento vivía solo, de fiestas, ganando dinero... sexo, drogas y Rock and Roll... por las mañanas era serio en el trabajo, pero por las noches era un vampiro. Hacía fiestas de 72 horas seguidas. La misericordia de Dios fue tan grande que me cogió con pincitas. Cuando alguien me dice que necesita ver para creer, les digo que la fe no funciona así... que crea y verá", asegura el músico.
Rubén comenta que todo fue un milagro. "El demonio me tenía agarrado de una manera... pero tenía momentos de lucidez y veía que no podía seguir así, que me podía haber matado con todos esos excesos. Conocí a mi mujer en ese concierto, me dio el teléfono equivocado, porque me vería cara de pirata... pero el Señor, cuando tiene un plan, se empeña", añade.
"Ella trabajó para mi hermana como asistente en su casa, y comenzamos a tener una relación mucho más sincera. Me veía bastante desorientado, aunque yo lo camuflaba mucho. Estoy, precisamente, preparándome para ser terapeuta en mediación familiar y drogodependencia. Lo que fue para mí una fase malísima, la utilizo ahora para formarme y ayudar a otras personas. Lo mío fue un calvario de manera muy intensa", asegura Rubén.
Un día mantuvieron una conversación que sería decisiva para él. Dilmaría (su mujer) notó que en su vida había cosas muy raras. Le preguntó si rezaba, si creía en Dios, si tenía devoción a la Virgen María... Él le dijo que hacía tiempo que no rezaba. Entonces ella se sentó a su lado y con mucha calma, tacto y paciencia le invitó a rezar. Poco a poco su corazón se llenó de gran paz, de tranquilidad y sosiego.
No soy una serie de Netflix
El encuentro con aquella mujer, lo transformó todo. "Ella era una persona de mucha oración, me acercó al Señor, a María, a la Virgen de Fátima, nosotros somos muy marianos. Fui dejando los vicios y Dios fue entrando en mí, con ese amor suyo tan misericordioso. Hace 16 años que no bebo ni me drogo, ahora estoy para servir y hacer ver que Él existe. Si quieres ver un milagro mírame a mí, no soy una serie de Netflix, soy un testimonio real, el Señor me ha sacado en sus manos", relata el músico.
Rubén ha cantado en Dubai, Marruecos, Suiza, Austria, Portugal, Francia o Brasil. Tiene varios discos publicados, muchos de cuyos temas pueden escucharse en iTunes o en su canal de Youtube. Aunque muchas de sus canciones pertenecen a la música católica y participa en eventos cristianos ofreciendo su música y su testimonio, su vida profesional camina por derroteros más amplios: imparte workshops, masterclass y participa en eventos seculares.
Recorre ciudades y parroquias de todo el mundo con sus conciertos-testimonio y ofreciendo talleres de guitarra y espiritualidad: "Ganando almas para Dios", explica con satisfacción, "y acercando a los jóvenes al amor verdadero a través de la música para que conozcan más y mejor a Jesucristo a través de nuestra Madre María como intercesora".
"No me gusta que me encasillen en nada. Cuando pones 'artista católico' ya has censurado a muchísima gente. Yo amo mi fe, me levanto a las cinco de la mañana para dar gracias a Dios y me alimento con la oración, yo no escondo mi fe, pero me gusta romper clichés. Quiero poder subirme a tocar flamenco y que la gente diga '¿y este es católico?', pues claro que soy católico", comenta.
Rubén acaba de publicar Del bar al Altar, un libro en el que relata su testimonio (puedes adquirirlo aquí). "Cuando vamos a un centro cultural o a una iglesia, la gente viene y me dice que dónde puede escuchar mi testimonio. Y por eso decidí publicar el libro. Los jóvenes se sorprenden, un chico llevaba 10 años sin leer un libro y se lo leyó de golpe. Es un libro que cuenta mi historia, el crecimiento personal y espiritual... estamos sorprendidos, van casi 4000 libros vendidos", afirma el músico.
Rubén ahora se prepara para acudir a la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa 2023. "Yo tengo mucho que ofrecer a esos jóvenes. Necesitan fuerza y empuje y ver otras cosas, cuanto más contenido haya de música católica, más maravilloso. Cuando estaba en ese ambiente tan malo, María era esa fuerza y ese camino que nos dirige y nos lleva al Señor, de una manera dulce, y natural, como quien no quiere la cosa", concluye.