"La religión no es causa de la guerra sino antídoto contra toda violencia"; Iglesia y ejército "no son incompatibles en abosoluto", los capellanes en el ejército "no es una concesión de los estados... La asistencia religiosa es un derecho del militar creyente", el catolicismo popular es un freno "no sólo contra las sectas, sino contra la secularización... una pequeña llama humeante en medio del frío invierno de la secularización"; la presencia de los militares en las procesiones "es algo que reclama el mismo pueblo". Son algunas de las respuestas del arzobispo castrense en España, monseñor Juan del Río, en una entrevista concedida y publicada por la diócesis de Málaga. 


No son incompatibles en absoluto. Los militares cristianos son los servidores de la paz entre las armas. Son aquellos que sirven a la patria y están dispuestos a entregar su vida para que otros tengan seguridad, otros tengan libertad y para que otros puedan, precisamente, opinar sobre todo lo que quieran opinar. Porque si no hay independencia, libertad ni seguridad, simplemente no existimos.


– Les diría que lean la Pasión y que vean que fue un soldado romano el primero que hizo una profesión de fe en el Dios crucificado: "verdaderamente éste era el Hijo de Dios"; y que Jesús curó al criado del centurión romano. A lo largo de la historia, la Iglesia siempre ha estado con los hombres que han defendido su patria.


– Se puede ser santo con la gracia de Dios, lo demás es añadido, coyuntural, para la legítima defensa.


La asistencia religiosa es un derecho del militar creyente, sea de la confesión que sea. Y eso está reconocido como un derecho fundamental de la persona. No es una concesión de los estados. Lo mismo que los militares tienen derecho a ser atendidos médicamente o psicológicamente, pues también tienen derecho a ser atendidos en el orden espiritual. La libertad religiosa debe ser respetada por todos. Un ejemplo de ello es vuestra diócesis, concretamente en Melilla, donde hay soldados y civiles de diversos credos, dándose una gran convivencia pacífica, que es una demostración de que la religión no es causa de la guerra, sino todo lo contrario: antídoto contra la violencia; cuando verdaderamente se vive la sana religión, sea musulmana, cristiana, judía, etc. Solamente cuando se manipula y se utiliza el nombre de Dios en vano surge el fanatismo.


No sólo contra las sectas, sino contra la secularización. Yo ahora, como arzobispo castrense, tengo que viajar mucho y veo la gran suerte que tiene Málaga del fenómeno de la religiosidad popular porque es como una pequeña llama humeante en medio del frío invierno de la secularización. Donde hay una cofradía, la gente sabe que Cristo murió en la cruz, que la Virgen se llama María y los grandes momentos existenciales de su vida los vive con referencia a lo sagrado, cosa que en otros sitios no se da.


– Es algo que reclama el mismo pueblo, porque la institución militar es muy querida, lo mismo que son muy queridas las grandes devociones a Cristo y a la Virgen. Aquello que se quiere es aquello que se expresa. Si se ama al ejército, se quiere que en los días grandes esté presente.