El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, pide a la Iglesia madrileña «actualizar las estructuras tradicionales de atención a los inmigrantes y refugiados, a fin de que respondamos mejor a las nuevas situaciones en que interactúan culturas y pueblos». En su mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante, que la Iglesia celebrará el próximo domingo, el cardenal propone «que nuestras comunidades cristianas construyan una unidad integradora, capaces de abrazar a todos por encima de las diferencias de nuestros orígenes». De hecho, afirma, «desde hace unas décadas, inmigrantes y madrileños convivimos, trabajamos, crecemos juntos y formamos parte de nuestra sociedad y de nuestra diócesis. No podemos considerar a los inmigrantes como extraños, como forasteros. Son nuestros vecinos, son nuestros conciudadanos, son nuestros diocesanos y nuestros feligreses, son nuestros hermanos».
Frente a las circunstancias especiales que pueden requerir los nuevos feligreses, el arzobispo señala que «exigen una respuesta imaginativa». Por ello, invita a «trabajar para que a los trabajadores inmigrantes y a sus familias no les falte el cuidado pastoral ordinario».
Entre los llegados en los últimos años destaca la presencia de «un relevante número de fieles procedentes de las Iglesias Católicas Orientales de rito diferente y de las Iglesias hermanas separadas, los cuales como consecuencia de la dispersión, encuentran dificultades para celebrar y vivir su fe». Otros llegan de ambientes rurales muy distintos a la sociedad madrileña. Y otros «aún no han encontrado a Jesucristo, o lo conocen solamente de modo parcial». El cardenal Rouco les anima «a ocupar su lugar en la sociedad y a que se abran a los valores de nuestro pueblo».
También los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones se han pronunciado con motivo de esta jornada, denunciando «las mafias que abusan de los trabajadores inmigrantes (transportes hacia España, contratos abusivos, trata y explotación de personas con fines de explotación sexual, etc...)» y «a todos aquellos que pretenden sacar rentabilidad social y política del sufrimiento de los inmigrantes». También piden que se tenga en cuenta el trabajo con los inmigrantes como familias, más que como individuos aislados.
Al mismo tiempo, en Roma, el presidente de la Fundación Migrantes, Bruno Schettino, dependiente de los obispos italianos, recordó que la inmigración «es aceptada por la Iglesia no como un recurso económico, sino humano», y por tanto una vía «para la experiencia de la fe».