El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, ha visitado estas Navidades a los enfermos y mayores del Hospital Centro de Cuidados LAGUNA, un centro especializado en Cuidados Paliativos.
El hospital, dedicado al tratamiento de personas enfermas en fase terminal, y el Centro de Día, dedicado a la atención de mayores que sufren demencias, recibían la visita de Rouco Varela. También los mayores de la Residencia pudieron disfrutar de su compañía.
El cardenal, que celebraba la Misa en la capilla del Centro, aseguró ante más de un centenar de familiares, mayores y pacientes congregados, que el valor de la dignidad humana no se encuentra sólo en la actividad que somos capaces de desempeñar. En este sentido, destacó la capacidad de los enfermos y personas dependientes “para amar y recibir amor”, y aseguró que ese gran valor debe transmitirse a la sociedad para conseguir que sea más humana, especialmente en los días de Navidad.
Rouco Varela hizo también un llamamiento por el derecho a la vida de todas las personas “y el reconocimiento de sus aportaciones a la sociedad, aunque no se encuentren en plenitud de sus capacidades físicas”.
Además, resaltó el papel de los cuidadores y familiares de los enfermos, a los que animó en su labor de acompañamiento “porque la entrega lleva al verdadero amor, y el amor es siempre causa de alegría”.
El Cardenal visitó a más de 40 pacientes en su habitación, llevando a cada uno un detalle alegórico de la JMJ, deteniéndose en cada una de ellas para charlar, y deseándoles a cada uno Feliz Navidad. También a los mayores del Centro de Día psicogeriátrico, y de la Residencia, que entonaron para él villancicos y canciones de Adviento, además de simpáticas poesías gallegas.
“No sé si se acordará, nos vimos en Santiago hace muchos años, cuando Vd. era Obispo allí”, comentaba una de las pacientes durante la visita. “Perdone el atrevimiento, pero yo quería saludarle personalmente. Querría dedicarle unas palabras en gallego”, destacaba otra. El Arzobispo prolongó su estancia en el Centro durante más de cuatro horas y media, para que pudiera verle y saludarle todo el que lo deseara.