La Misa de las Familias de 2011 ha sido la continuación perfecta del espíritu de la JMJ de agosto en Madrid. Así se convocó (Gracias a la familia cristiana ¡hemos nacido! era el lema de este año), y así lo recordó el cardenal Antonio María Rouco Varela durante la homilía que leyó durante la celebración.

Si los actos del verano fueron "una experiencia religiosa de la vida nueva en Jesucristo" para cientos de miles de jóvenes de todo el mundo, la misa celebrada este viernes en la Plaza de Colón a las cuatro de la tarde les sirve a ellos "para agradecer a sus padres haber sido instrumentos para la recepción de la vida nueva en Cristo", a quien "han conocido y acogido a través de sus familias".

Y lo cierto es que la misma plaza y las calles que en ella desembocan estaban abarrotadas sobre todo de jóvenes, de padres jóvenes y de niños. El arzobispo de Madrid explicó que esos jóvenes pudieron recibir la fe porque "sus padres decidieron formar una familia cristiana", y eso a pesar de que "los tiempos han sido y son difíciles para las familias" y para su determinación de permanecer "abiertas al don de los hijos en conformidad gozosa con el plan de Dios".


Toda la predicación del cardenal Rouco se centró en "el Evangelio de la vida, del matrimonio y de la familia", que pertenece "al corazón mismo de la Nueva Evangelización". Y serán ellos quienes deberán llevarla a cabo. El presidente de la Conferencia Episcopal Española les animó a la fidelidad en ese combate, con un llamado a su responsabilidad militante: "De vuestra afirmación valiente depende el futuro de vuestros contemporáneos".

Seguidamente, Rouco hizo una detallada exposición de las raíces del derecho a la vida, y de la vinculación del matrimonio y la familia con el orden natural.

"Ninguna instancia humana puede disponer de la vida de un inocente", proclamó, parafraseando las palabras de Juan Pablo II en la Plaza de Lima en 1982: "¡Si se hubiesen escuchado entonces las palabras de este Papa beato aquí cerca...!". Se refería a la célebre homilía durante su primera visita a España: "Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente".

"El número de niños a los que se ha impedido nacer desde entonces es estremecedor", lamentó el cardenal.

Pero tampoco el hombre "puede disponer de la institución  matrimonial a su antojo como si fuese su dueño", añadió: "La institución matrimonial y la familia tienen su fundamento en el orden de la naturaleza", y si también se hubiesen escuchado las palabras de Juan Pablo II en la exhortación apostólica Familiaris Consortio, también se habrían evitado desgarros, soledades y rupturas, "sin excluir a no pocos sectores de la comunidad eclesial".

Rouco evocó recientes palabras de Benedicto XVI animando a "escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente" y a descubrir "con la luz de la razón" el don de la vida, el matrimonio y la familia, porque luego "la luz de la fe presume ese conocimiento, lo aclara y lo eleva".

Sólo sobre estos presupuestos, concluyó el cardenal, se acabará con "el cansancio de ser cristiano" que corroe Europa, y el "cansancio de creer" se transformará en la "alegría de creer".

En la JMJ de agosto se vio nacer ese proceso, y este 30 de diciembre recibió en la Plaza de Colón de Madrid, una vez más, un espaldarazo decisivo.