El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha agradecido el dato "provocativo" que ha ofrecido la revista Forbes al publicar un estudio realizado por la Universidad de Chicago en el que se daba a conocer que los sacerdotes conforman el colectivo de profesionales más felices de la sociedad norteamericana y ha confirmado con su propio testimonio que esto es así: "He sido, soy, y con la gracia de Dios espero seguir siendo, inmensamente feliz".
En un artículo titulado "Feliz sacerdocio" con ocasión del Día del Seminario de la diócesis vasca, el prelado agradece este dato “provocativo”, "que nos da la oportunidad de testimoniar la salud de nuestra vocación sacerdotal, en medio de unas circunstancias más bien adversas".
"A lo largo de mi vida me han preguntado con frecuencia –y últimamente más- sobre el grado de satisfacción con el que he vivido como cura y ahora como obispo. Puedo decir en verdad que he sido, soy, y con la gracia de Dios espero seguir siendo, inmensamente feliz. Lo cual no implica que en mi vida no haya dolor y dificultades… Por eso mi respuesta ha sido siempre la misma: “Aunque sufro, soy muy feliz”. Sufro por mis propias miserias, pero también sufro en la misma medida en que amo; porque no puedo ser indiferente a los padecimientos de quienes me rodean, ni a la pérdida de sentido en la vida de tantos. Es más, no creo en otro tipo de felicidad en esta vida. La felicidad “rosa”, carente de problemas y de preocupaciones, no sólo no es cristiana sino que, simplemente, “no es”, asegura Munilla.
En un artículo titulado "Feliz sacerdocio" con ocasión del Día del Seminario de la diócesis vasca, el prelado agradece este dato “provocativo”, "que nos da la oportunidad de testimoniar la salud de nuestra vocación sacerdotal, en medio de unas circunstancias más bien adversas".
"A lo largo de mi vida me han preguntado con frecuencia –y últimamente más- sobre el grado de satisfacción con el que he vivido como cura y ahora como obispo. Puedo decir en verdad que he sido, soy, y con la gracia de Dios espero seguir siendo, inmensamente feliz. Lo cual no implica que en mi vida no haya dolor y dificultades… Por eso mi respuesta ha sido siempre la misma: “Aunque sufro, soy muy feliz”. Sufro por mis propias miserias, pero también sufro en la misma medida en que amo; porque no puedo ser indiferente a los padecimientos de quienes me rodean, ni a la pérdida de sentido en la vida de tantos. Es más, no creo en otro tipo de felicidad en esta vida. La felicidad “rosa”, carente de problemas y de preocupaciones, no sólo no es cristiana sino que, simplemente, “no es”, asegura Munilla.
En su artículo, Munilla se pregunta "¿cómo puede un sacerdote ser feliz en una sociedad secularizada y anticlerical?", ante lo cual responde que "sería una tentación y un error identificar la felicidad con el éxito social" y afirma que "el camino de la felicidad, pasa necesariamente por el de la fidelidad. La felicidad sin fidelidad es un espejismo, una mentira. No existe felicidad sin fidelidad. Y no olvidemos que la fidelidad comporta pruebas, incomprensiones, purificaciones, persecuciones…".
En un "entre paréntesis", el prelado vasco se atreve a apostar que la Universidad de Chicago "se olvidó" de las monjas contemplativas, "porque de lo contrario ellas habrían alcanzado el primer puesto en el ranking de “felicidad”. ¡Y si alguno lo duda, que haga la experiencia de tocar la puerta de algún monasterio!".
En definitiva, sólo cuando somos conscientes de que venimos del Amor y de que al Amor volvemos, es cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos con plena alegría. Y si tenemos en cuenta que la felicidad no es perfecta hasta que no se comparte, la segunda clave de la felicidad sacerdotal consiste en ser un instrumento de Dios para la vida del mundo. ¡Humilde instrumento de Dios!... ni más, pero tampoco menos.
Más adelante, Munilla advierte que "la felicidad del sacerdote no es automática por el hecho de haber recibido las Órdenes Sagradas" y que "desligar el sacerdocio de la búsqueda de la santidad, es tanto como divorciarlo de la felicidad".