Este domingo se clausuró el XIII Congreso Católicos y Vida Pública que, convocado por la Acción Católica de Propagandistas y la Fundación San Pablo CEU ha examinado de cerca todos los problemas que plantea el derecho a la libertad religiosa en la sociedad y la política contemoráneas.

La coincidencia con la festividad de Cristo Rey, que se celebra tras la reforma litúrgica de 1969 el último domingo del calendario, antes del primero de Adviento, ha sido leit motiv para Benedicto XVI en su homilía en el Estadio de la Amistad de Cotonou, en Benín, y para el cardenal Antonio María Rouco Varela en la homilía de la misa que puso fin al Congreso.



De hecho, el arzobispo de Madrid, al evocar la elección del camino del amor "sin límites", de la ley moral y de la gracia de Dios, que hicieron en agosto los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, ha pedido a los católicos españoles "mantenerse fieles a esa elección", justo en una festividad que da respuesta en Cristo (Alfa y Omega) a "las dos grandes cuestiones que enmarcan la existencia: de dónde uno viene y a dónde uno va".

Esa elección privada y pública fue animada también por Benedicto XVI en su mensaje al Congreso Católicos y Vida Pública. La carta, leída por el cardenal Rouco, insiste en esa idea de "elección", e invita a los católicos españoles a "renovar el compromiso constante de ser fieles a las exigencias de vida auténticamente cristiana" y a defender "con un decidido y generoso empeño, la paz, la justicia, la verdad y el amor". Y a hacerlo además dando testimonio "público y valiente" del Evangelio en la vida pública.



Y poder hacerlo sin restricciones es lo que pide el Manifiesto del Congreso sobre Libertad religiosa y nueva evangelización, que se dio a conocer este sábado.

"La libertad religiosa", afirma, "es un elemento imprescindible de un verdadero Estado de derecho, el mejor indicador para verificar el respeto de todos los demás derechos humanos, de los que es soporte, síntesis y cumbre, y condición del desarrollo humano integral... Constatamos y denunciamos que en el presente momento se vulnera el derecho a la libertad religiosa hasta el extremo, en no pocos lugares, de que su ejercicio puede llevar a la muerte. Y en ninguna parte -ha de decirse- se encuentra plenamente respetada", siendo actualmente "los creyentes cristianos los que en mayor número ven hoy violada su libertad religiosa y sufren la más violenta persecución en todo el mundo".

Además de las violaciones ejercidas mediante el terrorismo fundamentalista, el Manifiesto denuncia también "otras formas de hostilidad contra la religión, expresión de un laicismo intolerante, que limitan el papel público de los creyentes en la vida civil y política. Consideramos que tanto el fundamentalismo religioso como el que puede llamarse fundamentalismo laicista violan gravemente la libertad religiosa, suponen el rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad, impiden así una pacífica convivencia sociopolítica democrática y abren la puerta a totalitarismos de uno u otro signo".

Esa libertad religiosa "tiene su campo de ejercicio en todos los ámbitos y momentos de la vida. De manera especial queremos hoy hacerla eficaz en la consolidación de la familia, fundada en la unión de un hombre y una mujer, en el respeto a la libertad educativa y en defensa del derecho de los padres a decidir el tipo de educación que han de recibir sus hijos".

Los congresistas renuevan además su compromiso con la nueva evangelización, en particular "en sociedades y culturas que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio y hoy se han ido progresivamente alejando de la fe".

De Cristo Rey, en suma.