El pasado jueves, alrededor de las ocho de la tarde, un desequilibrado mental irrumpía en una iglesia del distrito Ciudad Lineal de Madrid, donde disparó a dos personas, dejando muerta casi en el acto a una de ellas que estaba embarazada de nueves meses.
Rocío Piñeiro, que así se llamaba la fallecida, le quedaban a penas dos días para dar a luz. Los servicios de urgencias no pudieron hacer nada por su vida, pero intentaron salvar la vida del bebé, practicándola una césarea. El bebé nació con una parada cardiorespiratoria de la que pudo ser recuperado por los sanitarios, y fue trasladado en una ambulancia con incubadora al hospital La Paz, donde permanecía ingresado desde entonces
Pero finalmente, el bebé no ha podido recuperarse y ayer falleció a las 15:40 horas en el hospital madrileño. La familia del bebé había pedido al hospital que no facilitara parte médico.
La policía no ha encontrado relación alguna entre el agresor y las víctimas. El homicida, que después de la masacre en la iglesia se suicidó, que tenía antecedentes policiales y una orden de alejamiento de su expareja, estaba en paro y poseía una vivienda que podría estar valorada en 500.000 euros, un coche y una moto.