El grupo Hillsong llenó el pasado sábado la plaza de toros del Palacio de Vistalegre de Madrid: unos seis mil asistentes, todos ellos jóvenes. A los que habíamos participado en la Jornada de la Juventud y acudimos allí nos recordaba a una "mini-jotaemejota" evangélica, incluyendo la sana alegría de los jóvenes cristianos haciendo colas bajo el sol.
Hillsong es una iglesia pentecostal australiana que desde los años 80 ha destacado por su magnífica música cristiana y de alabanza. Sus canciones se extendieron en los años 90 por el mundo evangélico anglohablante. En la central de Cursos Alpha en Londres venden sus discos y entrenan a los jóvenes líderes de alabanza en estas canciones. Así se ha difundido de alguna manera un "estándar" de música cristiana.
A los jóvenes católicos de Estados Unidos, sobre todo de la Renovación Carismática, realidad eclesial muy potente allí, les encantaron estas canciones, y de allí saltaron a la pastoral juvenil católica en general. De forma independiente, también los carismáticos católicos españoles adaptaron muchas de esas canciones.
Estuve con algunos colegas periodistas en el concierto del sábado. ReligiónEnLibertad hizo una primera crónica aquí, y Tote Barrera, un católico que impulsa los Cursos Alpha en España y conoce bien el mundo evangélico, lo describió "provocativamente" en su blog. Pablo H. Breijo, católico (no carismático) de Alcalá, lo trató en su blog sobre música Fe y Melodía. Y una web evangélica recogió la rueda de prensa previa aquí.
Calculo que aproximadamente un 20 por ciento de los asistentes eran jóvenes católicos. Éstos eran de dos tipos: 1) jóvenes católicos carismáticos llegados de toda España, acompañados de amigos, primos, parroquianos, etc... que no eran carismáticos, quizá incluso católicos alejados de la fe, pero a los que habían invitado a "un magnífico concierto, experiencia única"; 2) hispanoamericanos católicos llegados a España en los últimos diez años, que sin ser carismáticos ya conocían a Hillsong en su país, o que vinieron invitados por parientes evangélicos.
El 80 por ciento de los asistentes eran evangélicos, con la demografía de inmigrantes que eso significa (cuatro de cada diez serían latinoamericanos, y un 10% asiáticos y africanos). Era el gran acontecimiento juvenil evangélico de este año y llegaron de toda España.
La forma en que un católico puede percibir un concierto de Hillsong depende de su experiencia en el mundo carismático o pentecostal en el que se inscribe esta iglesia.
Un joven católico "novato" en el mundillo carismático quedará bastante impactado. Le enganchará la música pop elegante, pegadiza, muy profesional y moderna. Le asombrarán los cantantes y su "look" absolutamente mundano, desenfadado, su peinado moderno. Quizá sospeche que es "deliberadamente" mundano, como "de diseño". Le interpelará la gestualidad de cantantes y público: los brazos alzados (un brazo, o dos, a media altura o extendidos al máximo). Le impactarán los ojos cerrados, el gozo enérgico en las canciones rápidas y la concentración en las canciones de adoración.
Los textos no incluyen nada que contradiga directamente la doctrina católica, y cuando el católico "novato" comprueba que no le van a introducir errores doctrinales de tapadillo puede con tranquilidad alzar los brazos con timidez, o cerrar los ojos, o repetir los estribillos... ¡y hacerlo rezando, para Dios! Para él será una experiencia magnífica: primero en lo musical, pero, poco después, y de forma impactante, en lo espiritual. Y no es malo que sea así.
Probablemente, nunca antes había dicho en voz alta a Dios "eres magnífico, eres glorioso, te amo". El "gloria en las alturas" o el "santo, santo, santo" que quizá recitaba ritualmente y con descuido en misa se convierten aquí en alabanza sincera y emocionada. Todos esos versículos de alabanza en la Biblia, que leía áridamente, gracias a la buena música, la voluntad de adorar y la "unción" cobran vida en su lengua y en su corazón.
Esto se vio especialmente en la muy poderosa canción "Desde mi interior", de ritmo lento y pausado: al proyectarse la letra española en las pantallas, todo el mundo se sumó, la cantó a pleno pulmón en español y los mismos cantantes que intentaban cantar en inglés, asombrados y quizá sobrecogidos, tuvieron que dejar que fuese el público quien cantase. ¡Y eso que Hillsong nunca había pisado España! [Se ve en este vídeo https://www.youtube.com/watch?v=vvYc-DQkmwQ&feature=related ].
Entonces, después de una hora y pico de emoción y espiritualidad, salio uno de los "pastores senior" de Hillsong y predicó durante 7 minutos. Aludió al cojo del templo de Hechos, 3: "oro y plata no tengo, pero lo que tengo te lo doy", dice San Pedro, y le cura. Explicó un testimonio del poder de Dios: un bebé que en Londres llevaba 15 minutos sin respirar ni latirle el corazón, sin ayuda médica (no daba tiempo de llegar al hospital), por la oración de su familia y allegados...¡volvió a la vida y respiró! "Dios es poderoso y capaz. ¿Qué necesitas? Pídele".
Establecido el poder de Dios, llega el centro de la predicación: "mucha gente no tiene una relación personal con Jesucristo mediante la fe. Jesús, Dios en forma humana, murió por ti y resucitó para que tengas vida. ¿Qué significa eso? Has de tener fe, es decir, has de decidir libremente confiar en sus caminos, que quizá aún no entendemos. Si crees que Jesús murió y resucitó por ti ya tienes una relación personal. Y esa relación personal, cada día, con el Dios poderoso, te permitirá hacer más de lo que puedes esperar."
Y entonces, como suele hacerse en actos evangelizadores protestantes, se invita a lo que en esos ámbitos se llama "una decisión por Cristo", repitiendo una oración con el pastor: "Jesús, pongo mi confianza en ti; te doy gracias porque moriste y resucitaste por mi. Gracias, amén". Para más de un católico joven, efectivamente, o gente alejada de la fe, puede ser su primera decisión consciente y expresa a favor de Cristo.
A continuación, el pastor animó a los que por primera vez hubiesen hecho esta oración a "participar en una iglesia local" (no especificó de qué tipo) y luego se cantaron cosas apoteósicas y emocionantes: "los muertos se alzarán, los cojos caminan", seguidos de ruidosísimos fragmentos instrumentales en crescendo a lo Sigur Ross.
A partir de ahí, quedaban unos 40 minutos de concierto: algunos cantos lentos de victoria, "Cristo puede mover montes/mi Dios puede salvar", canciones ruidosas y festivas ("oé, oé, oé") y algunas de agradecimiento ("Mi vida ya no será igual", "Tú eres el camino, la verdad y la vida").
Pero cuando uno es veterano en "cosas carismáticas" y va al concierto con un bloc de notas, surgen detalles curiosos. Lo primero que llama la atención es la predicación y la oración del pastor. Yo estaba allí y la recé... pero también la apunté. La Biblia (Mateo 1,21) dice claramente que "se llamará Jesús porque salvará a su pueblo del pecado". Fijémonos que en la oración que se rezó (que rezamos) ¡ni llegamos a reconocer a Jesús como salvador, ni le pedimos que nos salvara del pecado, ni se menciona el pecado para nada!
Incluso en las oraciones más básicas del Curso Alpha para alejados de la fe una oración incluye (como explica el banquero Oliver Sachs), tres pasos: ”Perdón (por lo que he hecho mal), gracias (por morir por mí, aunque esto no lo entendía realmente), por favor (ven a mi vida)”. En el concierto se saltaron la primera parte: no hubo reconocimiento de pecado y petición de perdón. Y por lo tanto no hubo invitación completa a la conversión. Era kerygma, pero muy incompleto. Hasta la versión más ultra-breve del kerygma, la que usa el movimiento católico "Centinelas de la Mañana" se resume así: "Dios te ama y te perdona". Hillsong se saltó eso: no sé si es habitual o un error puntual, pero, claro, el pecado y el perdón son nociones siempre incómodas.
Más aún: ni siquiera se cumplía el "mínimo" que los evangélicos suelen pedir en sus "decisiones por Cristo". Ellos siempre se remiten a Romanos 10,9: "si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó, serás salvo". Por eso la oración del pastor pedía repetir en voz alta lo de "resucitaste por mí"... pero ¿dónde está el reconocimiento "con tu boca" de que Jesús es Señor? Supongo que Hillsong consideraba que estaba implícito en las canciones, pero ¿y si un alejado de la fe no canta las canciones?
[Hay que añadir, Biblia en mano, que Jesucristo y los Evangelios dan muchas más instrucciones para salvarse: no basta con "confesar que Jesús es Señor y creer que resucitó"; en otro momento Jesús dice que los bautizados se salvan; en otro, que son "los que coman de mi cuerpo y beban de mi sangre", etc... Un cristiano serio intentará cumplir TODO lo que Jesús pide, no solo Romanos 10,9].
Además, en Juan 16,7, Jesús explica que una de las funciones del Espíritu Santo es que "él convencerá de pecado". Es gracias al Espíritu que alguien puede decir "soy pecador", y por lo tanto pedir perdón. En este concierto no hubo petición de perdón explícita... pero es que tampoco hubo una invocación explícita al Espíritu Santo, algo que debería despertar la perplejidad de cualquier carismático o pentecostal. No dudo de que antes del concierto los músicos y otros muchos pidieron que el Espíritu bendijese la velada, pero no cantaron al Espíritu Santo ni lo invocaron, ni proclamaron su poder.
Eso desmantelaba la estructura del acto. Cualquier asamblea carismática, aunque sea una oración de 40 minutos de un humilde grupo semanal, cuenta con una estructura mínima: 1º) canciones marchosas de alabanza; 2º) canciones de ritmo medio de alabanza; 3º) invocación del Espíritu Santo; 4º) escucha del Espíritu, que puede llevar a un silencio en adoración; 5º) testimonios y peticiones; 6º) Oración y/o canto final. Hay otras estructuras posibles, pero ésta es la "estándar".
El concierto no tenía esta estructura porque no invocó al Espíritu Santo ni tampoco hubo momentos de silencio o de adoración en profundidad. Aunque los evangélicos suelen llamar "adoración" a lo que los católicos llamamos "alabanza", me pareció que ni siquiera las canciones lentas realmente llevaban a una adoración, a ese arrobo del alma enamorada al ver al Amor de su vida: "no despertéis a mi Amado", dice la enamorada en el Cantar. Eso es adoración. Hubo alabanza, mucha, buena, pero poca adoración.
Luis Alfredo, famoso compositor de música católica, aunque apreciaba la espiritualidad que se vivía allí y la profesionalidad de los músicos y la iluminación, resumió así el concierto en lo musical: "un montón de estribillos juntos". Y era cierto: no tenía estructura de oración, ni tampoco narrativa. Eran muchos buenos estribillos arrejuntados. [Y no: eso no puede decirse de cualquier concierto cristiano moderno; no se puede decir de Martín Valverde o de Rexband, por ejemplo].
¿Qué gana un católico carismático veterano en un concierto de Hillsong? Un espectáculo musical potente, profesional, con buena música e interpretación e iluminación, y un rato alabando a Cristo. Pero para esto último, es más barato y eficaz ir a algún grupo católico carismático local que tenga "unción" y músicos medianamente buenos.
Para un carismático católico Hillsong ofrecía sobre todo música y algo de celebración, no mucha espiritualidad. Sin verdadero kerygma, sin formación apenas, sin invocación al Espíritu, sin silencio de adoración... ¿Dónde estaba la alabanza "de piropos a Dios" tan común en la oración carismática española y sudamericana? ¿Y la oración o canto en lenguas? No había. Hillsong, como otros grupos evangélicos, se limitaba a cantar canciones (de corazón, sin duda) y a eso le llama "adorar". ¿Y qué decir de la teruá, la aclamación del pueblo de Dios victorioso? ¿Hubo gritos y cantos de victoria? Sí pero... ¿del pueblo de Dios? ¿Acaso el estar divididos entre muchas iglesias no invalida ese grito? Y ¿victoria sobre quién? ¿No debería ser sobre el pecado? ¡Pero si ni siquiera hemos renunciado a él en la oración central!
En resumen: Hillsong es muy buena música, es lógico que viniesen católicos de Cantabria o Valencia a ver el espectáculo, pero el concierto espiritualmente fue más flojito que cualquier grupito carismático de parroquia mínimamente equipado.
Tote Barrera, un católico fiel y convencido y entusiasta oteador de la nueva evangelización, ha publicado en ReligiónEnLibertad una crónica del concierto de Hillsong titulada "Lo que los protestantes nos pueden enseñar". Además, en él expresa su deseo de que los católicos aprendamos de los evangélicos cómo llegar a los jóvenes. A veces Tote "pincha" a su audiencia con un tono "provocador" y en esta caso ha tenido un doble efecto: muchos católicos se han molestado al pensar que menospreciaba la capacidad evangelizadora de las entidades católicas (y de su música) y muchos evangélicos, asombrados de una crítica tan positiva, han entrado en el blog, algunos a dar gracias cortesmente, y otros pretendiendo salvar a los católicos de su "religiosidad ritual y vana".
Lo peor es que Tote comparó el concierto de Hillsong con la JMJ, más en concreto con su programa cultural y con su coro:
"Perdónenme por decir lo que sigue: un puñado de conciertos programados como actos culturales pero sin kerigma en la JMJ y unas catequesis que son un peñazo ininteligible para los somnolientos jóvenes que las tienen que aguantar como pueden, no son el sustituto de un anuncio serio, sencillo, breve y claro del kerigma, con una invitación a dar un paso al frente y poner la vida a los pies de Cristo. Y es que los católicos de hoy en día ponemos la intensidad en el lugar equivocado, y pecamos de pesados, aburridos e incomprensibles para los jóvenes de hoy…y viendo a Hillsong uno se da cuenta de que es posible hacer las cosas de otro modo. [...] ¿Es tan difícil comprender que los jóvenes de hoy necesitan cantar y alabar a Dios en su lenguaje, el que les es contemporáneo y actual? ¿Por qué preferimos un coro superpitifláutico a tener a dos millones de jóvenes cantando a una voz? ¿Por qué insistimos en músicas desfasadas y que sólo gustan a los mayores?"
O sea, que en la teoría el pastor de Hillsong, Tote, Carla Díaz y yo mismo coincidimos: hay que suscitar ese "encuentro personal".
El problema es que ni yo ni Tote creemos que esas magníficas exposiciones culturales de la JMJ fueran muy eficaces para lograr ese objetivo, y por una razón muy clara: no eran kerygmáticas. El kerygma (dice el manual) va ANTES que la catequesis, y esas exposiciones funcionaban como catequesis, para gente que ya ha tenido el encuentro personal. Las tres exposiciones ampliaron mi visión de la fe, su plasmación mental-visual, pero dudo que a un chaval alejado de la fe, a una chica de colegio católico llevada a la JMJ con su clase, le hayan animado a hacer una "decisión por Cristo".
Tote mismo admitirá sin dificultad que no todas las catequesis de la JMJ fueron "un peñazo". Las tres de mi parroquia del barrio de San Blas no lo fueron. Los tres predicadores eran muy buenos, ingeniosos, exigentes, directos. El obispo Rolando Tria, filipino, veterano de cinco JMJs, predicó kerygma puro y duro. El cardenal Pell, de Sydney, predicó que Jesús es Dios, habló de su Cruz, de que murió por nosotros y habló del Anticristo y la mala doctrina, recomendando leer a Michael O´Brian (El padre Elías, LibrosLibres) y El Relato del Anticristo, de Soloviov (gratis, íntegro, aquí). Y el obispo de Fargo, Samuel Aquila (su nombre suena ahora para Denver) recapituló estos temas kerygmáticos y pasó luego a hablar de coherencia cristiana, compromiso pro vida, vocación y decir "no" a la música anticristiana "sin engañarnos; tú escuchas canciones que dicen cosas de las mujeres que no permitirías que se dijesen de tu hermana". El turno de preguntas tras las enseñanzas es algo que han alabado muchos obispos, y realmente las preguntas fluían con naturalidad, sin censura previa alguna, entre jóvenes y prelados.
El obispo Rolando Tria me dijo: «Estos jóvenes son capaces de entrar en oración profunda con facilidad, dejando a un lado las distracciones del mundo; lo he visto en muchos países, se nota una mayor conciencia en la adoración, en la Palabra de Dios. Es un nuevo momento del Espíritu Santo». Lo escribí en La Razón. Esta frase gustó tanto que 13TV citó estas declaraciones al retransmitir el asombroso silencio de la adoración en Cuatro Vientos tras la tormenta.
Pero esa misma mañana de sábado estuve hablando con varios rectores de seminarios españoles: el de Cáceres, el de Astorga, el de Burgos y el del seminario menor de Logroño. Todos coincidían en que los peregrinos extranjeros (franceses y anglosajones en su caso) tenían una mayor profundidad y expresividad de su fe que los católicos: y no los comparaban con el joven católico medio, sino con sus seminaristas, a los que se supone "vocación". Los jóvenes españoles no son aún como los jóvenes católicos renovados de los que hablaba el obispo filipino y que ha visto por todo el mundo.
¿Cómo se mide "qué jóvenes adoran con más profundidad, los de Hillsong o los de Cuatro Vientos"? "¿Los españoles o los evangélicos?"
Creo que Tote y yo podemos coincidir claramente en un diagnóstico: la inmensa mayoría de los jóvenes católicos españoles en Cuatro Vientos aún no han tenido un "encuentro personal" con Cristo. Muchos lo tuvieron quizá por primera vez en esa adoración de Cuatro Vientos. Otros, simplemente, guardaron un silencio respetuoso. Muchos hicieron del Papa "su" Papa, pero quizá aún no hicieron del Señor "su" Señor. Miles y miles de jóvenes que venían con su colegio religioso, sus primos, los del pueblo... pero sin haber todavía experimentado a Cristo. Están recibiendo catequesis sin haber recibido antes kerygma... que es construir sobre barro.
Como conclusión: los jóvenes evangélicos que alababan a Cristo en Vistalegre eran, según mi experiencia, adoradores más sinceros y profundos que la media de jóvenes españoles de colegio religioso apuntados a la JMJ; pero, sin embargo, los jóvenes católicos carismáticos (y de otros movimientos eclesiales exigentes en lo espiritual, más que en lo moral), así como buena parte de los esforzados peregrinos católicos llegados del extranjero, son probablemente adoradores más profundos, porque saben alabar con gritos de aclamación (teruá) y también adorar en silencio, contemplar el Misterio de la Iglesia en su variedad y unidad, y percibir la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.
El concierto de Hillsong en Madrid era bueno musicalmente y no era mala pastoral de mantenimiento para los jóvenes evangélicos ya creyentes. Ya he comentado que como método de evangelización de alejados, su kerygma no cumplía ni los estándares básicos de Alpha, Centinelas de la Mañana o Romanos 10,9. Era un acto, sobre todo, para ya creyentes.
Entonces, ¿qué tienen que aprender los católicos de Hillsong? Básicamente, la profesionalización. ¿O mejor no?. Hillsong se apoya en una rica iglesia local en Australia que paga diezmos "religiosamente", y los reinvierte en una eficaz industria de promoción y venta. Hillsong invierte mucho dinero en sus músicos y sus giras y en el diseño de sus productos: es profesional. Sus músicos se dedican sólo a eso. Son ya 20 años de experiencia profesional (con sus deserciones y nuevas incorporaciones). Por el contrario, cualquier grupo católico que se dedique a la música lo hace a ratos libres, entre mil ocupaciones laborales, familiares y parroquiales o pastorales.
Probablemente, el único evangelizador católico veterano a tiempo completo con la música que tiene familia e hijos y no se apoya en los diezmos de un movimiento católico (es decir, que no depende de grupos como Cançao Nova en Brasil o Shalom en Filipinas) es Martín Valverde, que apura hasta el último euro y celebra muchos de sus conciertos (sobre todo en España) casi con lo puesto, solo con su guitarra, sin atrezzos ni caras iluminaciones.
Esto nos llevaría a un debate bastante materialista, casi marxista, sobre las "condiciones de producción" en Hillsong. Hay en la prensa en inglés indicios de dinero mal empleado, sueldos casi inexistentes de algunos frente a ganancias asombrosas de los dirigentes de la iglesia madre en Australia (por ejemplo, este informe de una web sobre "grupos controvertidos": http://www.rickross.com/reference/hillsong/hillsong13.html ).
Hillsong intenta combinar elementos de la vida consagrada (dedicación exclusiva a la evangelización, vida comunitaria) con tener hijos, familia... y éxito musical. No es fácil combinar todo eso. Incluso si no se dieran abusos económicos o estafas y si muchas denuncias vienen de ex-miembros que han renunciado a la moral cristiana (se han dado casos) es difícil mantener la profesionalización de Hillsong sin la competitividad y el márketing brutal de Hillsong, por no hablar del apoyo de una iglesia basada en diezmos.
Es evidente que la Iglesia Católica (y menos la española) casi no invierte en música, pese a que (como bien dice Tote Barrera) es el lenguaje natural de los jóvenes postmodernos. Tampoco invierte casi en medios de comunicación. Ni siquiera invierte en medios de Internet, pese a que con poco dinero se puede hacer mucho en la Red. Incluso en Italia, más concienciada que España, una sola discoteca importante gasta más en renovar su interiorismo cada dos años de lo que gastan todas las diócesis italianas en pastoral juvenil. A las parroquias españolas no se les ocurre pagar a sus músicos, ni mimarlos, y si los dedican al culto no los dedican a la evangelización.
Es evidente que la Iglesia Católica necesita acercarse a los jóvenes (sólo un 11% es practicante, un 7% en según que regiones españolas) y que la música es parte importante para ello. Las canciones de Hillsong y otras similares pueden ayudar mucho. Pero el modelo mismo, tanto de negocio como de producción de Hillsong, es otra cosa. "Examinadlo todo y quedaos con lo bueno", dice la Biblia. Lo más triste es cuando la Iglesia genera buenos músicos e iniciativas pero luego no hay dinero, recursos o voluntad para apoyarlos.
Para acabar, citaré un comentario de un músico católico durante el concierto de Hillsong de Vistalegre: "estos efectos de luz están bien, pero los nuestros del rayo, el viento y la tormenta con el Papa en Cuatro Vientos ¡eran mucho mejores!" Y es que Dios también participa.