La conferencia del cardenal Antonio María Rouco Varela sobre Tareas y caminos abiertos de evangelización de los jóvenes después de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid clausuró este viernes el curso de verano «Los jóvenes y la Iglesia» que ha organizado a lo largo de la semana la Universidad Juan Carlos I, bajo la dirección del cardenal Antonio Cañizares y de José Luis Sánchez, vicerrector de la Universidad Católica de Valencia.
La intervención del arzobispo de Madrid se ha centrado en valorar lo que han significado las JMJ (él organizó dos, la de 2011 y la de 1989 en Santiago de Compostela, de donde era arzobispo) para la creación de "una generación de jóvenes que se identifican con la vida de fe y en comunión con la Iglesia, y de la que nacen nuevas realidades y movimientos". Cuando Juan Pablo lanzó esta idea, dijo el cardenal, los jóvenes estaban "desorientados y sin referencias", y él se las dió, "con su carisma personalísimo, hablándoles en plenitud de Cristo".
Rouco se centró en uno de los frutos principales de estas jornadas, las vocaciones a la vida consagrada. (Un reciente estudio publicado en Estados Unidos informaba de que el 20% de los sacerdotes ordenados en aquel país desde que empezaron las JMJ habían estado en alguna de ellas.) De hecho, bromeó con que su esperanza era que de la JMJ de Madrid saliesen todos los jóvenes "con novio, novia o vocación".
La vida consagrada
¿Por qué? Porque la Nueva Evangelización es imposible sin sacerdotes y sin almas consagradas a Dios en religión o a través de las nuevas realidades que son los movimientos. Citó en ese sentido, como grandes caminos nacidos en el siglo XX, el Opus Dei, el Camino Neocatecumenal y los Cursillos de Cristiandad, todos ellos vinculados estrechamente a España.
Como ejemplo de vitalidad de la vida religiosa, el cardenal Rouco citó Iesu Communio, la comunidad surgida de las antiguas clarisas de Lerma, desbordantes de vocaciones jóvenes amantes de la vida de clausura: "Son un fenómeno y un signo del primado de la vida interior y de la oración como alma de todo apostolado", en alusión a la célebre obra El alma de todo apostolado del benedictino Jean-Baptiste Chautard (18581935), una de las obras de espiritualidad más influyentes de los últimos dos siglos.
Testimonio externo de consagración
Al hablar de la vida consagrada, Rouco hizo una mención implícita a la importancia del hábito sacerdotal o religioso: "La vida consagrada debe vivirse interior y exteriormente, porque si la gente no ve que alguien es consagrado, ¿cómo van a saber que lo son?".
En este mismo sentido habló Benedicto XVI en el arranque del año sacerdotal de 2009, consagrado a San Juan María Vianney, el cura de Ars, al señalar que los sacerdotes "deben estar presentes, ser identificados y reconocidos por el juicio de la fe, por las virtudes personales, así como por el hábito, en los ambientes de la cultura y de la caridad".
También en una pastoral reciente, Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, decía a sus sacerdotes: "Que encuentren todos en vosotros al hermano, al padre, al sacerdote de Cristo de cuerpo entero: por fuera vistiendo de curas, dando vuestra entrega y vuestro tiempo, y por dentro teniendo un corazón solícito, verdadero y tierno".
Rouco insistió en la diversidad de los distintos carismas que coexisten en la Iglesia, y en la importancia de que se desarrollen en comunión con ella: "En la Iglesia todos somos necesarios", concluyó.