La playa sigue siendo uno de los destinos turísticos preferidos para los españoles del interior, y en algunos lugares concretos donde la masificación vacacional es más evidente, eso supone un auténtico problema para las parroquias. Los sacerdotes locales se ven desbordados y necesitan ayuda para la atención sacramental a los veraneantes.
No sólo por la asistencia a la misa dominical, que puede llegar a decuplicarse, sino porque muchas personas, sigan o no el consejo de Benedicto XVI de meter el Evangelio en la maleta, dedican estas fechas a compatibilizar el ocio de sombrilla y chiringuito con momentos de reflexión y oración que requieren también asistencia sacerdotal.
La solución es el refuerzo externo. Cientos de sacerdotes de otras diócesis se desplazan en julio y agosto a la costa mediterránea a prestar ayuda a compañeros en apuros. En algunos casos, como sustitución para posibilitar el descanso del párroco. En otros, aprovechando sus propias vacaciones para echar una mano en los momentos clave, sobre todo en fin de semana. O sea, que vacaciones... pero trabajando a tiempo parcial.
Según informa la agencia AVAN, en el caso de la archidiócesis de Valencia son hasta treinta los sacerdotes que llegan de paso con esa misión.
En Gandía, por ejemplo, vienen de Madrid y de Burgos, y son asiduos, hasta el punto de tener su propia vinculación personal con esa parte de la feligresía que también repite lugar de vacaciones.
También llegan curas extranjeros, como el venezolano que atenderá a los católicos de Tavernes de la Valldigna, o su compatriota que, junto a un mexicano (ambos estudiantes en el Pontificio Colegio Pío de Roma), hará lo propio en Chiva, el polaco que llegará a Tavernes Blanques, o el argentino que ejercerá su apostolado en Grao de Gandía, por donde también pasará un sacerdote de Burundi que está cursando su tesis doctoral en Teología Espiritual en la capital burgalesa.
Lo mismo sucede en aquellos destinos turísticos específicos con importante incremento de población turística alemana o inglesa, como las Islas Canarias, adonde también acuden sacerdotes de los países originarios para servir a sus paisanos en sus necesidades espirituales allá donde estén.
Junto a las olas del mar, pues, una prueba más de la universalidad (catolicidad) de la Iglesia.