Durante el Curso de Verano «Los jóvenes y la Iglesia Católica», de la Universidad Rey Juan Carlos, en Aranjuez, afirmó que «es preciso ser realista y comprender que los jóvenes lo tienen muy difícil, pero subyacente a todo esto tenemos que descubrir los interrogantes humanos, a los que tantas veces no se encuentra respuesta. El Evangelio les da el sentido necesario para proclamar de nuevo la esperanza».
Por eso, el prelado vaticano quiso recordar que «el cardenal Rouco y sus colaboradores están preparando un gran proyecto de JMJ centrada en la escucha de la palabra y la contemplación eucarística» que supondrá «un acontecimiento de esperanza».
Añadió que «la JMJ, como cualquier peregrinación, es una parábola de lo que es la vida, con sus alegrías y penalidades». Quiso distinguir además entre el optimismo y la esperanza: esta última es más realista y contempla la existencia de dificultades en el camino.
«El joven con voluntad de aventura e inquebrantable capacidad de asombro puede atisbar el gran tesoro que la humanidad creía escondido, y que se revela en Jesucristo», afirmó.
Además, analizó la relación de Juan Pablo II y Benedicto XVI con los jóvenes: «Nunca les han echado nada en cara, no les han condenado, sino que han propuesto un programa exigente, al tiempo que apasionante, superando el relativismo que ha quitado la carta de ciudadanía a la virtud y ha dejado al joven mirándose a sí mismo, sin aliento y con desaliento. No podemos dejarles como en la parábola del evangelio que dice “estamos ociosos porque nadie nos ha contratado”».