Había nacido en Vergara (Guipúzcoa) el 8 de octubre de 1910. Don Román Orbe era canónigo de la catedral de San Sebastián y, como informó ReL en su día, tuvo el gozo de recibir en casa el día que cumplió cien años al obispo de la diócesis, José Ignacio Munilla, acompañado de los dos vicarios, Joseba González y Juan Kruz Mendizábal. Le obsequiaron una imagen del Sagrado Corazón el Monte Urgull donostiarra.
Aunque su gozo no era sólo por el cumpleaños. También por ver que con el nuevo prelado se ponía fin al largo calvario de la Iglesia guipuzcoana bajo la égida del nacionalismo, calvario al que no había asistido sólo como espectador atónito, viendo la voladura del otrora potente catolicismo vasco, sino como víctima a título personal.
En efecto, Don Román se había enfrentado en más de una ocasión a José María Setién, no sólo por su actitud ante el terrorismo etarra y por su decantamiento por un nacionalismo que marginaba eclesialmente a quien no compartiera esas ideas, sino también por la implantación en la diócesis de un progresismo que acabó por agostar la fe y las vocaciones. Lo pagó caro con una marginación muy dolorosa para él, sacerdote apegado a la sotana y a la misa tradicional.
"Don Román fue el referente para una Iglesia perdida. Cuando todo se hundía a su alrededor, aquel anciano de inmensa fortaleza en su aparente debilidad, sancionado por su obispo, lo que era una medalla dado el prelado sancionador, representó mucho tiempo, frente a Setienes, Uriartes y Pagolas, a la Iglesia de siempre, a la Iglesia católica. O a lo poquísimo que de ella quedaba en San Sebastián", afirma Francisco José Fernández de la Cigoña al glosar la noticia.