En 1972 se creó el Seced (Servicio Central de Documentación), precedente del posterior Cesid y hoy CNI, y quedó al mando del entonces comandante José Ignacio San Martín.
Uno de sus miembros, director del "sector religioso" por sus buenos contactos en el Vaticano tras su estancia como agregado militar de la embajada en Roma, fue el hoy general retirado Armando Marchante. Acaba de contar, en el último número de la revista Razón Española (mayo-junio de 2011), algunas de sus experiencias en los servicios secretos, de los que acabó apartándose por la falta de escrúpulos y el arribismo que detectó en la organización.
Relata, por ejemplo, cómo en 1969 supo por anticipado que en el consistorio de abril iba a ser nombrado cardenal quien era arzobispo de Toledo sólo desde enero anterior, Vicente Enrique y Tarancón, en detrimento del conservador Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid, que era quien esperaba el Gobierno, desagradablemente sorprendido. Dos años después el cardenal Tarancón sustituría a Morcillo para encabezar la transición de la Iglesia española.
Otro de los episodios que revela Marchante en su artículo sucedió en 1972: "Nuestro delegado en Salamanca nos informó de que en el seno de la Universidad Pontificia había un grupo de sacerdotes vascos, capitaneados por José María Setién, que mantenían una permanente campaña de crítica mordaz contra la cooperación que, según ellos, la Iglesia prestaba indebidamente al Régimen, y que mantenían una posición de ´comprensión´ del terrorismo etarra. De ahí había salido la consigna, luego utilizada por los obispos vascos, de condenar la violencia ´venga de donde viniere´, que ponía a la misma altura al Estado y a ETA".
El general Marchante sugirió que se mantuviese una reunión con el entonces vicerrector de la Pontificia, Antonio María Rouco Varela, y con el decano de Teología, Olegario Fernández de Cardedal. Ambos estaban "muy preocupados" por las actividades de Setién, a la sazón profesor en la Universidad, y de sus seguidores. La mayoría de los cuales, además, "eran pésimos estudiantes".
El ministro de Justicia (ministerio que subvencionaba a la Pontificia), Antonio María de Oriol y Urquijo, le encargó a él personalmente esa gestión, y Marchante se reunió con Rouco y Cardedal en una finca campestre situada a medio camino entre Ávila y Salamanca. Una "supuesta presión" del Ministerio y el mismo bien de la Universidad servirían para justificar una medida de apartamiento que la actividad académica del centro y su prestigio internacional hacían imprescindible.
Oriol recibió con "un suspiro de alivio" el éxito de la gestión (cuyos perfiles concretos no define el artículo), pero... José María Setién fue nombrado por la Santa Sede obispo auxiliar de San Sebastián en septiembre de ese mismo año.