Las adoratrices fundadas por Santa María Micaela, aristócrata madrileña, llevan 170 años ayudando a las mujeres atrapadas en entornos de prostitución y explotación. Los últimos 20 años, en España se organizan en el Proyecto Esperanza, que ha acogido y atendido de cerca ya, en España, a más de mil mujeres de más de 70 países. Cada vez atienden más: en 2018 fueron casi doscientas.
En el diario La Razón describen como puede ser una jornada en Proyecto Esperanza.
"3:00 horas de la noche del 7 de junio. Llaman de la Oficina de Asilo y Refugio del Aeropuerto de Barajas para la identificación de una posible víctima de trata. El Proyecto Esperanza, con Ana Almarza al frente, se pone en marcha. Esta iniciativa de la congregación de las Hermanas Adoratrices, que desde su fundación trabaja con mujeres en contextos de prostitución, surge en 1999 para dar respuesta a un problema global cada vez más frecuente, la captación de personas con fines de explotación ya sea sexual o laboral. Formado por cuatro hermanas y 16 profesionales con distintos perfiles, el Proyecto Esperanza trabaja en red con la Policía, los funcionarios del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche, sanitarios de centros de salud y oenegés en el proceso de identificación de posibles mujeres víctimas de trata", explica el periódico.
Ana Almarza lleva 34 años trabajando con mujeres
en entornos de prostitución, y dice que aún le afecta,
que aún "no he hecho callo"
Lo más complicado: el miedo y confusión inicial de la víctima
«La primera fase, la identificación, siempre es la más complicada porque, muchas veces, las mujeres no saben siquiera dónde están ni que son víctimas de un delito», explica Almarza, religiosa adoratriz y directora del proyecto. El miedo y la desconfianza son con lo que primero tienen que lidiar la mediadora social y la abogada que acuden al primer encuentro.
A menudo, el proceso de captación se produce en su entorno cercano. «Son engañadas por su novio, su padrastro, sus vecinas... prometiéndoles un trabajo y una vida mejor en Europa. Pero cuando llegan aquí son obligadas a ejercer la prostitución para pagar una supuesta deuda contraída por el viaje». Aunque «sea un delito de libro», dice Almarza, en ocasiones «las chicas están tan confundidas que no saben cómo han llegado a esa situación».
En declaraciones a Europa Press, Almarza constataba que 8 de cada 10 mujeres que acceden a participar en la primera fase de acogida mejorarán claramente a lo largo de los 10 días siguientes.
Primero, crear un vínculo; luego, acoger con tiempo
La mujer que han ido a visitar al aeropuerto ha aceptado el recurso de emergencia que ofrecen las hermanas Adoratrices, un espacio de seguridad y anonimato abierto las 24 horas del día. «Sufren violaciones, engaños, amenazas, abusos, violencia... Así que cuando llegan a nosotras intentamos creer un vínculo sin hacer demasiadas preguntas».
Lo primero que reciben en esta casa de emergencia es un abrazo y un paquete con ropa y algunos enseres. «Suelen venir sin nada, incluso sin pasaporte», apunta la religiosa. Al día siguiente, se les ofrece una atención continuada en la casa para su recuperación integral física y psicológica.
Si quieren retornar a su país, también se les da ayuda jurídica y, si deciden quedarse, pasan a una vivienda junto a otras seis chicas y cuatro hermanas hasta que están preparadas para tomar las riendas de su vida.
Ese siete de junio la Embajada de Paraguay hizo la última llamada del día comunicándoles un posible caso de trata para fines de explotación laboral en el ámbito doméstico. No hay perfiles en la trata y los casos son variados. Recuerdan que el año pasado, por estas fechas, acompañaron incluso a la Brigada provincial de la Policía en una redada a un chalé donde se obligaba a chicas asiáticas a prostituirse, para ofrecerles su acompañamiento y recursos.
Ana Almarza hace una confesión: «Llevo 34 años viviendo con mujeres en contextos de prostitución y 20 con víctimas de trata y, pese a ello, aún no he hecho callo», reconoce. Pide a los políticos españoles un pacto de Estado contra este tráfico y explotación.
La aristócrata y el chal bonito
En 1845, con 36 años, la aristócrata Micaela Desmaissières y López de Dicastillo, vizcondesa de Jorbalán, abrió su primer colegio para chicas rescatadas de la prostitución.
Micaela (es decir, Santa María Micaela del Santísimo Sacramento) no se concienció sobre el tema trabajando con chicas pobres... sino con una chica de familia rica caída en el fango.
La joven vizcondesa, aconsejada por el padre Carasa, jesuita, ayudaba con frecuencia, de incógnito, en el hospital de pobres de San Juan de Dios. Allí encontró una chica de la calle, abandonada, que sin embargo conservaba un bonito y muy caro chal. Había sido de familia rica, pero unos hombres la sedujeron y después de usarla sexualmente la abandonaron, y ella ya no podía volver a su casa. Micaela consiguió que la chica se reintegrara en su familia.
Santa María Micaela en su juventud, y luego ya como religiosa; fundó a mediados del siglo XIX las adoratrices, que ayudan a muchas mujeres a salir de la prostitución y la esclavitud sexual
Micaela después fundó un colegio para chicas en 1845 en Madrid y en 1850 dio el gran paso: dejó definitivamente la vida aristocrática en la corte de Isabel II y se fue a vivir con las chicas. Poco a poco atraería colaboradoras y nacerían las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y la Caridad.
En el siglo XXI, falsos novios engañan a mujeres o parientes para prostituirlas en países lejanos y circunstancias de esclavitud. La prostitución es un tema tabú para muchos políticos españoles, que no mueven ni un dedo para combatirla.
Ana Almarza y Proyecto Esperanza explican cómo acogen a las mujeres y las ayudan a cambiar de vida