Cuando Benedicto XVI visitó Barcelona y Santiago el pasado noviembre, trascendió que el Papa pensaba en España al crear meses antes el Pontificio Consejo de la Nueva Evangelización, ministerio vaticano para reevangelizar países católicos donde la secularización vacía iglesias. Al frente del organismo, el Papa colocó al arzobispo italiano Rino Fisichella (Codogno, 1951), ex presidente de la Pontificia Academia de la Vida, ex rector de la Pontificia Universidad Lateranense y antiguo capellán del Parlamento italiano. Fisichella dio el domingo una conferencia en la basílica de la Puríssima Concepció.
- El Ministerio de Nueva Evangelización parece un gabinete de crisis ante el avance del laicismo en Occidente. ¿La Iglesia católica está desesperada?
- No, no es una Iglesia desesperada; es el mundo el que ha perdido la esperanza, y la Iglesia se ha percatado de esa situación de crisis en que se encuentra el mundo. Por eso sentimos aún más la responsabilidad de llevar adelante nuestra misión. Según las estadísticas de la Santa Sede, hay en el mundo 1.200 millones de católicos. La globalización propone una visión consumista de la vida, con un primado de la economía, sin llamamiento a la ética. En ese contexto, la nueva evangelización busca encontrar al ser humano contemporáneo allí donde vive, y ese nuevo anuncio del Evangelio se encarnará en cada país, sociedad y cultura actuales, no sólo en Europa y Occidente.
- El Papa tenía en mente España al crear su dicasterio. ¿Qué tiene de preocupante este país?
- No veo gran diferencia en la secularización de España respecto a otros países europeos, incluida Italia. De hecho, hay aquí gran vitalidad religiosa, de movimientos, parroquias, escuelas, hospitales… No hay que subrayar sólo las dificultades. Claro, hay desorientación y emergen formas de contestación contra la Iglesia, que muchas veces es vista como una institución de riqueza y poder. Pero esa es una visión parcial, instrumentalizada, para no dejar comprender su rostro real. El laicismo avanza; la Iglesia debe reevangelizar España. Pero primero debemos intentar entender por qué existe ese malestar.
- Muchas fricciones entre Iglesia y sociedad se dan en moral sexual y bioética. Parte de la sociedad siente que la Iglesia quiere imponerle sus valores.
- Las cuestiones de bioética serán cada vez más relevantes; no pueden reducirse al aborto. Está la genética. La Iglesia no mira con sospecha la investigación científica, pero sí quiere ser escuchada cuando alerta de que la investigación sea ética, de que sus objetivos estén acordes con la dignidad de la persona. Pero no con la dignidad en la concepción individualista predominante hoy en día en muchos ambientes; esa visión lleva a la discriminación.
- En Barcelona, el Pare Manel, un sacerdote conocido por su trabajo social, afronta la excomunión por haber pagado dos abortos. Para la sociedad, incluidos muchos católicos, resulta difícil de comprender que la Iglesia quiera castigarle.
- No conozco el caso. Pero ante la gravedad del aborto, no se puede razonar sólo con emotividad; hay que pensar con lucidez, distinguir el bien del mal. La emotividad ayuda a crear una relación de benevolencia, pero no es suficiente. Y el trabajo social no lo es todo en la vida de un sacerdote; sólo es eficaz si se hace en la verdad del Evangelio. Los sacerdotes debemos tener vida de comunidad sacerdotal y de comunicación con el obispo, no actuar de modo aislado. Se precisa intensa vida de oración para que el compromiso social no prime sobre nuestra misión como Iglesia.
- Impacta a muchos que la Iglesia se plantee sancionar a un sacerdote como este, y que durante años no castigara los casos de pederastia en el clero.
- Los casos de abusos sexuales, gravísimos, se han convertido en argumento instrumental que citar siempre. Rechazo que sea esa la imagen de la Iglesia católica que se quiera dar; ha llegado el momento de cerrar de modo definitivo ese capítulo y mirar adelante.
- Otro asunto difícil de entender por la sociedad es el escaso papel que la Iglesia da a las mujeres. Bien podría haber más mujeres en puestos donde ser sacerdote no es un requisito.
- Es una reclamación justificada. Pero no confundamos servicio con poder. Los católicos están llamados a asumir un rol de servicio. Copiar lo que hace el mundo no siempre es bueno. ¿Es más importante tener un alto cargo en la curia romana o ser catequista? En Italia, sin la catequesis que hacen las mujeres, cerraríamos parroquias. ¿Dónde está la importancia real de las mujeres: en que diez tengan roles visibles, o en que miles se dediquen a transmitir la fe? Mejor lo segundo.
- Pero si la nueva evangelización debe concretarse en la sociedad presente, y si en esos países cada vez más mujeres tienen altas responsabilidades, ¿por qué la Iglesia no intenta ahí igualarse con la sociedad?
- Los parámetros eclesiales de juicio son distintos; la Iglesia católica no tiene por qué seducir a la sociedad con estrategias, sino con el mensaje que vehicula. Eso es lo más importante.