Al cura le han dado el mayor disgusto de su vida justo cuando cumplía un año como párroco. A los feligreses, mucha amargura y una sensación de impotencia que tardarán en olvidar. Ha vuelto a ocurrir. Se ha profanado otra capilla en Madrid. El nuevo sacrilegio ocurrió el pasado martes, día 15, en la iglesia Ascensión del Señor, situada en el número 105 de la Vía Carpetana. El templo tiene más de sesenta años. Se levantó cuando esta zona del distrito de Carabanchel era todavía un barrizal. Es una iglesia de las de barrio, humilde. Y se ha quedado, entre otros objetos, sin el Copón con formas consagradas, casullas y los Santos Oleos.
En los dos últimos meses, tres iglesias de Madrid han sido profanadas de una forma u otra. A mediados de febrero robaron el sagrario de Santa Catalina, en Majadahonda, un templo que había sufrido otro ataque en Nochebuena. El pasado 10 de marzo, el vandalismo llegó a la capilla del campus de Somosaguas de la Universidad Complutense. Aquí, como adelantamos, no hubo robo pero sí gritos contra la religión católica. El broche lo pusieron varias chicas que se desnudaron, frente al altar, de cintura para arriba. El tercer ataque, el del martes en «La campana».
«Nada es de valor. Aquí somos pobres. Ni el copón bendito tenía calidad material. Pero eso sí, se han llevado el Cuerpo de Cristo que andará por ahí rondando. Una impiedad», se lamenta Francisco Pérez, el párroco.
Cuenta que, al mediodía del martes, ya notó que había un grupo de personas dando sospechosas vueltas. Se mosqueó. Estuvo alerta. Pero los profanadores debieron esconderse. Así, el cura Paco, como le conocen sus feligreses, creyó que ya podía cerrar las puertas de la iglesia porque no veía a nadie en el interior.
Lo que está claro es que, con la mayor tranquilidad, los malhechores rompieron la puerta que conduce a la Sacristía. Una vez dentro, buscaron las llaves del sagrario. Las encontraron. Con ellas, abrieron el recinto sagrado y se llevaron el Copón, que tenía formas consagradas. «Normal. Están ahí porque también tenemos que dar de comulgar a enfermos», asegura el párroco.
No contentos con eso, los ladrones se llevaron, también, casullas, albas, un cáliz y patenas. «Fíjate —nos dice Francisco Pérez— si es triste que también arramplaron con unos micrófonos y con la guitarra que guarda aquí una joven que canta en misa. ¡Es que no hay nada de valor! El valor es sentimental, sagrado. Y eso lo saben bien los fieles, hoy desconsolados».
«Estoy convencido —añade— que los ladrones salieron por la puerta de la sacristía que da a la calle, no a Vía Carpetana, que es la principal, sino a una de las laterales». «¿Con qué intención?», se pregunta. «Creo que es puro deseo de hacer daño. Un sacrilegio muy grave, gravísimo. El valor económico es muy bajo, aunque quieran venderlo. Eso o que este suceso esté relacionado con algún tipo de ritual. Se han llevado todo lo que sirve para decir misa. ¡Ya me dirás qué hacen con eso? ¿Dónde y por cuánto lo venden? Si es que, nos pongamos como nos pongamos, no tiene lógica. Solo la de hacer daño y atacar a la Iglesia católica porque sí».
La parroquia ya ha presentado la correspondiente denuncia ante la Comisaría de Policía de Carabanchel. «Han venido agentes de patrulla y de Policía Científica. Se echaban las manos a la cabeza. Sé que harán todo lo que puedan para dar con los sacrílegos», asegura Francisco.
A la parroquia Ascensión del Señor se la conoce en todo el barrio como «La campana». Hace 60 años que está ahí y es uno de sus símbolos. «Hay mucho paro. Y la crisis hace estragos. El vencindario —comenta el sacerdote—, está muy necesitado. Nos vienen con sus problemas y nosotros tratamos de ayudar en todo. Esta parroquia es pobre pero damos más de cien comidas a la semana. Los que han profanado este templo lo han hecho con la sensibilidad, el respeto y el valor de lo que significa la fe y Dios en la vida de muchas personas».
Antes de este suceso, el párroco estaba echando cuentas de los gastos que iba a tener. «Sí, porque se nos está cayendo el tejado y hay que arreglarlo. Eso cuesta. Ahora, además, habrá que gastar en reponer todo lo robado. De todas formas, se saldrá adelante. Las iglesias están abiertas. Y abiertos tenemos que seguir físicamente. Habrá que tomar medidas de seguridad pero sin dejar que la violencia nos encierre y nos repliegue».