La página web de Rebeca Rocamora Nadal, la joven catequista alicantina cuya causa de canonización está en marcha, ya está disponible.
La web oficial de Rebeca Rocamora Nadal ofrece, según sus impulsores, en nota en enviada a Zenit, "el emocionante testimonio de fe, amor y alegría de una joven catequista que encontró en la cruz el camino hacia Dios. Incluye biografía, oración, publicaciones y las últimas noticias de su proceso de canonización".
Rebeca Rocamora Nadal nació en 1975 en Granja de Rocamora (Alicante). Fue bautizada a las dos semanas de nacer, en su parroquia de San Pedro Apóstol. Su padre trabaja como encargado en un taller de calzado y su madre en una tienda de labores. De ellos irá aprendiendo poco a poco a amar a Dios y crecer como persona.
Es cariñosa, familiar, ama la naturaleza y la grandeza de las pequeñas cosas. Cursa los estudios de EGB en el colegio público San Pedro Apóstol de su pueblo natal. En 1984 hace la primera comunión a los ocho años. Rebeca prepara su corazón poniendo a Dios en el primer lugar.
Viendo la alegría que refleja al recibir a Jesús por primera vez, el párroco le manifiesta: “Rebeca, no pierdas nunca esa sonrisa”, y así lo cumplirá hasta en los momentos más difíciles.
En 1985, visitando un santuario mariano, aparecen los primeros síntomas de una diabetes insípida e idiopática, sufre fuertes dolores de cabeza y una parálisis ocular. Tras meses de reconocimientos médicos y dolorosas pruebas, le descubren un tumor en la hipófisis. En 1986 es ingresada de urgencia en la clínica madrileña Puerta de Hierro, donde permanecerá tres largos meses.
Rebeca, con diez años, se enfrenta a una dura enfermedad, sin dar la espalda a Dios. Él va poniendo las mediaciones oportunas. Una de las más importantes, que marcará su interior para siempre, será conocer al sacerdote Lope Nuño, que le ayudará a aumentar su amor a la Virgen y el abandono filial.
A finales de verano, los médicos temen que el tumor no desaparezca totalmente con la radioterapia, sin embargo Rebeca sana por mediación de María, a la que se había acogido. Cesa también la parálisis ocular, irreversible para muchos, atribuida a la intercesión de Santa Gema Galgani. Estos sucesos hacen de ella una muchacha agradecida, naciendo el deseo de darse a los demás como catequista de los más pequeños.
En 1990, en la vigilia de Pentecostés, recibe la confirmación. Este sacramento le hace comprometerse en su vida como creyente dando una respuesta personal. Rebeca vive su fe de forma natural, colaborando en la parroquia con sencillez y dinamismo.
Es elegida responsable de un grupo de jóvenes en el Neocatecumenado Parroquial, y en octubre comienza a dar catequesis de precomunión, con entrega y disposición de servicio, con paciencia y entusiasmo por vivir lo que enseña. Es su particular misión en la Iglesia.
Continúa su vida cotidiana en la que no faltan el deporte, las manualidades, los libros y el cine de aventuras, la música, bailar… Lo normal a su edad. A pesar de los obstáculos que se le presentan, concluye los estudios de técnico auxiliar administrativo.
En lo más hermoso de la juventud, llega de nuevo una inesperada enfermedad. A principios de 1995, se le presenta un progresivo malestar. En febrero de 1996, padece una parálisis facial y el 4 de marzo vuelve a ser ingresada en la clínica Puerta de Hierro, sufriendo una hemiplejia.
Le diagnostican un glioma de alto grado que le asegura pocos días de vida, aunque luego se descubre que el daño es debido a un medicamento que tomaba desde su primera enfermedad, salido defectuoso de laboratorio.
Regresa a casa desahuciada en lo humano, pero no tiene quejas ni preguntas, sabe que Dios le ama. Es el momento en su luminosa transformación interior se intensifica día a día. Pide a su párroco ser bendecida por la reliquia del Lignum Crucis que se venera en su pueblo y éste permite que permanezca junto a ella toda su enfermedad. “La fe en la Santa Cruz es mi fuerza”, afirmará Rebeca.
Recibe la visita del obispo emérito de la diócesis, monseñor Pablo Barrachina, a quien confía: “Me voy al Cielo y poco a poco me llevaré a los que quiero… A medida que Dios les llame, yo estaré allí junto a Él para interceder por ellos”.
El 26 de mayo de 1996, domingo de Pentecostés, muere Rebeca a los veinte años dibujando en su rostro una serena sonrisa mientras su familia reza el rosario junto a ella.
Tras su muerte acude a verla una continua peregrinación de gente de todas las edades, llegada espontáneamente de distintos lugares: jóvenes, adultos, enfermos, sacerdotes, muchos niños, incluso se da alguna conversión y otros sienten la llamada a seguir al Señor.
La apertura de su proceso de canonización se celebró el 14 de marzo de 2009, presidida por el obispo de Orihuela-Alicante, monseñor Rafael Palmero, acompañado por familiares y amigos de Rebeca, varios sacerdotes y centenares de personas. Actualmente está a punto de concluir su fase diocesana.