El pasado 12 de junio, el Papa Francisco firmó el decreto que abre las puertas a la beatificación de las tres enfermeras de la Cruz Roja martirizadas por milicianos del Frente Popular en Pola de Somiedo (Asturias), en los primeros meses de la Guerra Civil. Con ese motivo, José Calderero de Aldecoa ha entrevistado en Alfa y Omega a Manuel Gullón, sobrino de una de ellas, sobre las circunstancias de aquella muerte y el momento en el que se encuentra la causa:

Cuando los milicianos tomaron el hospital y apresaron a Pilar Gullón Yturriaga y a sus dos compañeras –Octavia Iglesias Blanco de la Cela y Olga Pérez-Monteserín Nuñez– les ofrecieron la libertad si renunciaban a su fe, pero se negaron en rotundo y, entonces, las fusilaron en un descampado anejo a la casa donde estaban retenidas en Pola de Somiedo (Asturias) el 28 de octubre de 1936.

«Mi tía no murió al instante, se incorporó y dijo: “No estoy muerta del todo. ¡Viva Cristo Rey!” y una miliciana se acercó y la remató», cuenta a Alfa y Omega Manuel Gullón, sobrino de Pilar, promotor de la causa de las tres mártires y presidente de la Fundación Mártires de Astorga –formada por Manuel, sus cinco hermanos y los sucesivos obispos de Astorga–.

De izquierda a derecha, Octavia Iglesias Blanco, Olga Pérez-Monteserín Núñez y Pilar Gullón Yturriaga.

El delito que cometieron las tres jóvenes –de 22 años, 23 y 41 años– fue el de ser miembro de la Hijas de María, de las Conferencias de San Vicente de Paúl y de Acción Católica. Su visión católica les llevó a ofrecerse como voluntarias para atender a los heridos de un hospital colocado en el mismo frente de batalla durante la Guerra Civil. «Pilar fue la primera en ofrecerse. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera por los demás. Tenía un gran espíritu de sacrificio y de entrega», asegura Gullón.

Tras su ofrecimiento, hicieron un curso de la Cruz Roja y las mandaron al hospital, donde «se dedicaban a cuidar a los heridos». También «asistían a Misa todos los días. En una carta, Pilar decía que estaba cuidando a los heridos, que le daba pena, pero que estaban tocando las campanas y tenía que dejarles un rato para ir a Misa».

Homenaje a nuestro padre

El proceso de beatificación se inició en 2006 impulsado por los sobrinos Gullón, pero «el verdadero promotor fue nuestro padre [hermano pequeño de Pilar]. Toda nuestra vida nos habló muchísimo de ella, de lo alegre y extrovertida que era, de su profunda espiritualidad», explica Manuel.

Por eso, cuando el Papa Francisco firmó el decreto de martirio el pasado 11 de junio, los sobrinos de Pilar sintieron «una alegría inmensa» porque de algún modo «la Iglesia reconocía oficialmente todo lo que nuestro padre nos había contado de su hermana. Este proceso también es un homenaje a nuestro padre», asegura el presidente de la fundación.

Beatificación sin fecha

A pesar de que el Papa firmó el decreto hace casi tres meses, todavía no hay fecha prevista para la beatificación. «Hay que recordar que estamos sin nuncio en España y sin obispo en Astorga, lo que está retrasando un poco las cosas», explica el promotor de la causa, que próximamente viajará al Vaticano para reunirse con la Congregación para las Causas de las Santos.

Mientras tanto, el próximo 15 de septiembre se celebrará una Misa en la catedral de Astorga –donde están enterradas las tres mártires– como acción de gracias por la firma del decreto de martirio y el consiguiente anuncio de la beatificación.

De la beatificación, Manuel Gullón espera «que sirva de ejemplo principalmente a los jóvenes. Ellas eran tres enfermeras jóvenes que son modelo de esfuerzo, de sacrificio y de amor por los demás», concluye.

Artículo publicado en Alfa y Omega.