La Escolanía del Valle de los Caídos nace con la basílica y con la comunidad benedictina que la atiende desde su fundación. Hasta tal punto forma parte de la identidad del complejo de Cuelgamuros, que los primeros alumnos entraron el 11 de noviembre de 1958... y cantaron por primera vez el 8 de diciembre de ese año. «Fue un empeño personal del primer abad, Fray Justo Pérez de Urbel», nos cuenta Fray Santiago Cantera, actual responsable académico de la Escolanía: «Era un desafío completo prepararlos en tan pocas semanas, pero... ¡salió bien!»
Y eso marcó el futuro del centro formativo, cuya fama se extendió pronto por todo el mundo. La primera salida internacional de los niños del coro fue en 1966, una gira por Japón que duró cuarenta días e incluyó una actuación ante la corte imperial nipona. La última será el curso próximo, donde les esperan en Francia, Bélgica y Suiza. No en vano es el único coro de niños del mundo que canta diariamente gregoriano y capaz de interpretar el repertorio completo de este tipo de canto.
En España sólo hay una escolanía similar de titularidad monástica, la de Montserrat, aunque también tienen merecida fama las escolanías de El Escorial o Covadonga, entre otras.
Por todas estas razones, el medio centenar de plazas que ofrece cada año la Escolanía del Valle de los Caídos tienen una fuerte demanda. Justo está empezando ahora la captación de alumnos para el curso que viene, y durará hasta mayo, con una doble vía. Por un lado, los monjes responsables viajan por España buscando alumnos en colegios y catequesis. Por otro, los padres pueden solicitar motu proprio una entrevista para que sus hijos entren en ese selecto grupo.
En ambos casos, lo primero que se hace es una prueba de canto que sirve para filtrar a los que tienen mejor capacidad. Los que sean elegidos pasarán un fin de semana en el Valle de los Caídos donde se estudiará su aptitud para la convivencia y para la disciplina de la vida escolán.
A las 7.30 se levantan (8.30 los fines de semana). Oración, desayuno y clases del área académica, por la mañana, con una interrupción para la misa y el recreo. Siguen la comida, otro rato de esparcimiento, estudio o educación física, y por la tarde estudio o clases de música: canto gregoriano y polifónico, solfeo y aprendizaje de instrumento. Luego viene un rato de conversación telefónica con los padres, la cena, la oración y la retreta. Los sábados por la tarde hay paseo, y los domingos visita familiar, aunque los más pequeños tienen todo el fin de semana libre para ir con los suyos.
Son niños de entre 8 y 9 años (4º de Primaria) y 1314 años (2º de Secundaria), pero lo más duro del internado... no es para ellos. «Su adaptación es sorprendentemente buena», dice Fray Santiago: «A algunos les cuesta separarse de sus padres, pero enseguida echan aquí sus raíces y se sienten integrados muy pronto. Se hacen a esto y sienten el Valle de los Caídos como algo propio».
A quienes más cuesta el régimen interno es, pues, a los padres, a pesar de que hablan con los niños a diario y los ven semanalmente y en las vacaciones habituales. «Pero están contentos de verlos aquí. Primero, porque ven que les tratamos muy bien. Y luego, porque valoran todo lo que aquí reciben: la formación musical, las posibilidades académicas (su incorporación posterior al sistema educativo es con buen nivel) y la vida espiritual, que cuidamos de manera muy particular», nos explica el padre Cantera, quien destaca que «actualmente existe un ambiente estupendo no solamente entre los chicos, sino también entre sus padres», que acaban formando una buena comunidad de amigos con sus frecuentes visitas a la Escolanía.
Contra lo que podría pensarse, la procedencia más numerosa de los niños no es madrileña, abulense o segoviana (aunque también hay), sino castellano-manchega. De allí vinieron las primeras captaciones en los años sesenta, y luego la tradición en los distintos pueblos de origen pesa mucho en las solicitudes, con lo cual se llevan bastantes plazas.
La Escolanía del Valle de los Caídos es un colegio privado, no concertado, con un régimen especial correspondiente a su dependencia de la abadía benedictina. Los alumnos cursan estudios becados por Patrimonio Nacional, por lo cual sólo hay que abonar una cuota en torno a los 90 euros mensuales.
Pero ¿qué pasa cuando abandonan el Valle? Para continuar su formación musical quien lo desee, está la Schola Antiqua, formada por antiguos alumnos y dirigida actualmente por Juan Carlos Asensio, profesor de conservatorio.
Hay alumnos que comienzan a descubrir su vocación sacerdotal o religiosa entre las piedras de Cuelgamuros. El último postulante que ha entrado en la abadía del Valle de los Caídos, por ejemplo, Fray Javier Martín, de 19 años, es un antiguo escolano. Y, por hablar de las últimas promociones, hace dos años se ordenó sacerdote en Córdoba un ex alumno, y hay ahora varios en los seminarios menores de Madrid, Toledo y Getafe.
Algo debe tener, pues, esta Escolanía, cuyos alumnos -y sus padres- estuvieron como un solo hombre junto a los monjes durante la reciente persecución contra la misa dominical. Sus paredes marcan de forma especial, y lo señala Fray Santiago al evocar sus encuentros con varios antiguos escolanes: «A más de uno le he oído decir: "Fueron los años más felices de mi vida"».