Un grado. Es lo que ayer marcaba el termómetro en Lerma. También en La Aguilera, a unos 37 kilómetros al sur, aunque allí la sensación de frío es algo mayor. Sin embargo, en el locutorio de los dos conventos de las hermanas de la «Iesu communio» la temperatura es siempre más cálida. «Y lo que tengo te doy, es nuestro gran tesoro», entonan con ritmo y coreografía las 181 monjas de clausura que, con una media de edad entre 18 y 35 años, forman esta comunidad burgalesa cada vez que reciben una visita en fin de semana.
Su alegría y acogida contagian hasta tal punto que tienen lista de espera entre las chicas que quieren vivir una experiencia de discernimiento y descubrir si Dios las llama a entregarse a la vida contemplativa. Y aunque ellas mismas se muestran prudentes y repiten una y otra vez que la obra tiene que madurar, en los últimos cinco años sólo dos han colgado los hábitos.
Lo cierto es que este fenómeno vocacional de Lerma parece imparable y rompe fronteras. Esta semana el teléfono no ha dejado de sonar tanto en el monasterio de la Ascensión del Señor en Lerma como en el de San Pedro Regalado en La Aguilera. Sacerdotes, obispos, familiares, amigos… Todos quieren darles la enhorabuena por la decisión de la Santa Sede que les comunicó hace unos días de viva voz el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín. Benedicto XVI ha aprobado que se constituyan como un instituto femenino de derecho pontificio denominado «Iesu communio». Así pues, las conocidas hasta ahora como clarisas de Lerma pasan a ser una nueva congregación con unas constituciones propias, carisma específico, una misión concreta... «El Vaticano lo único que ha hecho ha sido poner nombre y oficializar algo que se ha ido forjando poco a poco», señala un familiar de una de las hermanas, si bien han nacido y beben de la misma fuente de la familia franciscana.
Es más, las tomas de hábito de las últimas semanas han seguido fielmente el rito de Santa Clara, y las nuevas novicias han entrado en la capilla vestidas de novia, para desposarse de las joyas, cortar su cabello, sustituir el traje por el hábito, recibir el volumen de la liturgia de las horas y la regla y constituciones de la orden. Además, continúan con la formación propia de las clarisas, si bien hacen un especial hincapié en la tradición recibida de los padres de la Iglesia. «Quizá el cambio más significativo venga de su deseo de dar testimonio a los jóvenes en una sociedad secularizada», comenta un sacerdote cercano a la comunidad, que explica que «los fines de semana el locutorio se ha convertido en un lugar donde ellas dan catequesis a los grupos que acuden, comparten sus vivencias con ellos... De ahí que hayan eliminado las rejas».
Ante el consiguiente revuelo mediático que ha generado el respaldo del Papa, se han visto obligadas a elaborar incluso una nota de prensa. «Estamos a la espera de conocer los documentos pertinentes, por lo que en este momento no nos es posible proporcionar una información más detallada», explican las religiosas, que han pospuesto dos tomas de hábito a la espera de tener en sus manos los papeles de Roma.
Sin embargo, como hasta ahora continúan las entradas de nuevas postulantes, tanto las recién llegadas como las más veteranas del grupo están al tanto de los cambios intramuros. «No queremos precipitarnos, simplemente seguir como hasta ahora en nuestro día a día», explica Sor Andrea, que se disculpa por no abrir las puertas de la casa a este diario ni facilitar datos más allá de los oficiales. Pero ¿cuál es el secreto del éxito de Lerma? «Está en la fidelidad, viven fielmente su vocación, sin componendas ni a medias. Son felices y además lo contagian», señala otro sacerdote, que analiza el escepticismo y temores que este fenómeno ha provocado en algunos sectores de la Iglesia. «Es tan llamativo que es normal que genere algún recelo. Sin embargo, como ocurre con todas las cosas de Dios, hay que darle tiempo. Pero, de momento, los buenos frutos están a la vista y se nota que es obra del Señor en tanto que, a pesar de las limitaciones con las que han contado, han salido adelante como una verdadera fraternidad».
Y es que, desde que sor Verónica, actual abadesa, fuera nombrada en 1994 maestra de novicias con sólo 28 años, las entradas en Lerma comenzaron a acumularse. Si a finales de los 90 superaron el medio centenar, en 2009 ya sobrepasaban las 130. La casa no daba abasto. Se quedaron pequeñas las literas, las celdas improvisadas en la sacristía de la capilla y las casas anexas al convento que alquilaron para salir del paso.
Fue entonces, ante el elevado número de hermanas, cuando solicitaron a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica poder contar con dos casas distintas –La Aguilera y Lerma–, pero manteniéndose como una única comunidad con una misma superiora, aunque estén repartidas. Los franciscanos cedieron las instalaciones de San Pedro Regalado y el cardenal Franc Rodé dio el visto bueno, si bien las invitaba a definir la forma de vida a la que se sentían llamadas ante la nueva realidad que se estaba configurando.
Desde entonces, las más veteranas van rotando entre una y otra casa. En Lerma está el obrador donde las más avezadas trabajan para sufragar los gastos de las obras de La Aguilera, amén de los benefactores anónimos. Las recién llegadas continúan la formación en el otro convento, además de la vida de silencio y oración propia de la vida monástica, el trabajo en la huerta y los tiempos de ocio, donde las jóvenes dan rienda suelta a su creatividad a través de la música -han grabado varios cds-, la pintura, el deporte, la danza contemplativa... Así, con quietud y templanza viven las hermanas del «Iesu communio», frente a la crisis vocacional que sufre Europa. Un catequista que las visita con frecuencia explica la realidad del nuevo instituto parafraseando al profeta Isaías: «Algo nuevo está brotando. ¿No lo notáis?».
- En la comunidad «Iesu communio», hay universitarias que dejaron sus puesto de trabajo: profesoras de educación física, arquitectas, abogadas, ingenieras, historiadoras… Otras dieron el paso nada más cumplir la mayoría de edad. También han acogido a dos comunidades de clarisas mayores que iban a echar el cierre de sus conventos.
- De familias con un alto poder adquisitivo, pero también de humildes barriadas, las monjas proceden de toda España y distintas realidades eclesiales, desde el Camino Neocatecumenal a Acción Católica. Incluso hay cinco hermanas de una misma familia.
- Tal es el tirón que generan estas monjas, que la RAI les dedicó un reportaje con Raniero Cantalamessa, predicador oficial del Papa.