En un artículo de opinión titulado «¿La Iglesia no debería ir dando pasos para ser democrática?» , publicado en Religión en Libertad, monseñor Gea Escolano, obispo emérito de Mondoñedo-Ferrol, y actualmente misionero en Perú, señala que «Iglesia no sólo da la impresión de no ser democrática, sino que no lo es. Sin embargo ya quisieran muchos tener en sus respectivas asociaciones civiles y políticas, la misma libertad que se tiene en la Iglesia para hablar de su propio grupo o partido». 

«Ya sabemos que según la concepción democrática de la sociedad, la soberanía está en el pueblo y el pueblo la delega en quienes, en su nombre, gobiernan o dirigen la vida social. Lo cual no quiere decir, desde luego, que en la democracia funcione todo debidamente y que no haya abusos y favoritismos y manejos inconfesables de los dirigentes políticos y sociales».

«En la Iglesia, la soberanía no está en el pueblo sino en Jesús; es decir, la Iglesia no se constituye desde la base con una aceptación de determinados compromisos y con la creación de derechos y deberes. La Iglesia ha sido instituida por Cristo para salvar a los hombres. Cristo es quien le ha dado una determinada estructura a la que la Iglesia ha de permanecer fiel sin poderla cambiar. A cada uno nos ha llamado gratuitamente y nos ha asignado nuestro puesto en la Iglesia; puesto al que hemos sido llamados, sin elegirlo nosotros por nuestra cuenta».

«Es el Señor quien distribuye las misiones y las tareas en la Iglesia según le place. Todo en la Iglesia es gracia y elección; nadie tenemos derecho a una misión o a un puesto determinado en ella. Nadie tenemos derecho a ser sacerdote u obispo, o papa o consagrado. Es Dios el que llama y el que nos asigna a cada uno una tarea a realizar y el que nos capacita para actuar en la Iglesia en el nombre de Jesús».
Otra cosa es que los pastores de la Iglesia actúen siempre correctamente. En tiempos muy recientes están apareciendo actitudes lamentables y hechos escandalosos y delictivos en personas consagradas. Pero otra, distinta es la responsabilidad que cada uno tenemos en la Iglesia.

Indudablemente puede haber abusos de poder o de autoridad; los ha habido, los hay y los habrá. Lo que no es correcto es que alguien se constituya en autoridad porque haya habido determinados abusos; aparte de que esto sería una usurpación de algo que no le pertenece a uno. Ni se garantizaría la desaparición de los abusos ni se tendría la seguridad de que no aparecerían otros mucho más graves.

«Hemos de ser muy conscientes de que es el Señor quien va dirigiendo a su Iglesia en su peregrinar. Hay que estar a la escucha del Señor para ver qué es lo que está queriendo de nosotros, y hay que estar disponibles y dispuestos para cumplirlo».