El pasado día 5 apareció muerto en su domicilio el sacerdote Ernesto Muñoz, que en la actualidad estaba sustituyendo al capellán de la Hermandad del Silencio. En principio se creyó que había sido un fallecimiento por causas naturales, pero este sábado el Juzgado de Instrucción nº 2 de Sevilla ordenó el ingreso en prisión de dos jóvenes vinculados a la prostitución por el asesinato del cura. Al parecer, murió asfixiado por ellos, y no por una insuficiencia respiratoria.
Este domingo el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, ha dado a conocer un comunicado en el que afirma lo siguiente: «Con respecto a la muerte de un sacerdote de la capital, que según fuentes dignas de crédito, después se ha demostrado que fue violenta, el arzobispo deplora el hecho y sus circunstancias, encomienda al difunto a la misericordia infinita de Dios y reza por la conversión de quienes le quitaron la vida».
Además monseñor Asenjo aprovecha la ocasión para referirse a otro caso que recientemente sacudió la diócesis hispalense: el de los abusos sexuales que el titular de la parroquia de San José Obrero en la localidad de San Juan de Aznalfarache, habría cometido con un menor rumano, siendo luego chantajeado por ello. «Tan pronto como el arzobispo tuvo noticia fidedigna de la sustancia de los hechos, tuvo una entrevista con el sacerdote, quien dos días después decidió espontáneamente abandonar la parroquia. Con fecha 13 de octubre, el arzobispo firmó un decreto apartándole de su oficio pastoral y suspendiéndole del ejercicio del ministerio, al tiempo que incoaba un proceso canónico, cuyas actas, en cumplimiento de las normas vigentes, serán enviadas oportunamente a la Santa Sede para su decisión definitiva.»
En su comunicado, el arzobispo de Sevilla recuerda a los fieles que la «inmensa mayoría» de los sacerdotes «son fieles a su ministerio y están dejando la vida al servicio de sus comunidades», y «en estos momentos de confusión y dolor, ruega a todos que les encomienden al Señor para que les sostenga y sigan viviendo con gozo su entrega a la hermosísima vocación que les ha regalado en su Iglesia, al servicio del Evangelio y de sus hermanos».
En cuanto a los sacerdotes, a quienes monseñor Asenjo quiere también confortar con sus palabras, deben ver «en estas situaciones, objetivamente deplorables y negativas, un signo, una llamada del Señor a ejercer con autenticidad creciente cada día su ministerio y a vivir fiel y santamente su sacerdocio.»