Ángela Callejón es madre de familia numerosa (4 hijos), orientadora familiar, presidenta del Foro Mujer y Sociedad, profesora del Máster de Ciencias para la Familia y además profesora titular del Departamento de Finanzas y Contabilidad de la Universidad de Málaga.
¿De dónde saca fuerzas para poder alcanzar a tantas ocupaciones? Ella misma confiesa que la oración es su secreto. Esta malagueña utiliza una expresión económica para explicarlo. “La oración es la actividad más productiva, porque genera beneficios seguros. Quien invierte en oración gana en felicidad. Porque la oración nos va identificando más con Jesús, nuestro único modelo y referente. Se ve en el Evangelio, las personas que se acercan a Jesús lo conocen y ya quedan prendados para siempre: la mujer samaritana, Mateo el recaudador de impuestos… porque Jesús es amor. La oración produce en el alma unos efectos magníficos para los que andamos cansados y agobiados”.
Tal y como explica Callejón a la Diócesis de Málaga, la oración es para ella “un encuentro personal con mi Padre Dios, que me está esperando, sin prisas, sin condiciones, siempre disponible para cuando me quiera dirigir a Él, es maravilloso. Siento que siempre está deseando que le haga un hueco en mi vida, que le deje entrar; a veces no me doy cuenta y se queda esperando; otras veces me equivoco anteponiendo otras cosas y no le dedico tiempo a estar con Él, a dejarme querer.
"Rezo sabiéndome muy pequeña"
Aún así, esta católica malagueña confiesa que “no es fácil”. En su opinión, “hay que poner el corazón, pero también la cabeza, como en cualquier amor humano, porque a veces los sentimientos no acompañan y la inteligencia me recuerda ‘¿y vas a dejar la oración por esto?’. Y me distraigo, y priorizo otras cosas, pero siempre vuelvo, pido perdón y vuelvo a empezar. Lo mejor del Señor es su ‘mala memoria’; no lleva la contabilidad, y eso nos da una alegría a los pecadores…”.
Ángela afirma que su oración diaria es sencilla, confiada y continuada. “A veces le digo ‘esto te lo cuento después que ahora no puedo’, a veces me quejo ‘¡pero es que no vas a hacer nada!’, otras le digo ‘¿me estás viendo y no me vas a ayudar?’. O simplemente ‘échale un ojo a mis niños’, o al final del día ‘yo ya no puedo más, si quieres que esto se termine, sigue Tú’, y muchas veces el trabajo sale adelante y mejor. Así rezo, sabiéndome muy pequeña pero muy querida por Dios, que me quiere con locura, aunque yo no le sepa corresponder. A Él eso no le importa, yo sé que se le cae la baba cuando ‘nos ve llegar’, porque simplemente quiere estar con nosotros, Él no tiene prisa ni agobios”, explica con naturalidad.
¿Qué rutina sigue para rezar? Esta católica afirma que prefiere dedicar media hora nada más empezar la mañana, “para evitar riesgos”, y señala que le ofrece “al Señor mi día y así en cierto modo mi trabajo profesional se convierte en oración al ponerlo al servicio de Dios y de los demás. Por la tarde procuro pararme a rezar otro rato –esto corre más peligro, porque es mucho el ajetreo diario-. Pero lo que procuro es tener una conversación continua con Jesús a lo largo del día; será que me estoy haciendo mayor pero cada vez hablo menos y lo escucho más. Lo que Él dice es mucho más interesante que lo que le digo yo. Y le pregunto, ‘¿qué puedo hacer por Ti?’. Él casi siempre me pide lo mismo: más amor –el amor es el secreto de la vida-, así de fácil y de difícil a la vez”, dice convencida.