Ez 9,17; 10,18-22
Oí al Señor llamar en voz alta:
-Acercaos, verdugos de la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal.
Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba., la que da al norte, empuñando mazas. En medio de ellos, un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce.
La Gloria del Dios de Israel se había levantado del Querubín en que se apoyaba, yendo a ponerse en el umbral del templo.
Llamó al hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, y le dijo el Señor:
-Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén, y marca en la frente a los que gimen afligidos por las abominaciones que en ella se cometen.
A los otros les dijo en mi presencia:
-Recorred la ciudad detrás de él,
golpeando sin compasión y sin piedad.
A viejos, mozos y muchachas,
a niños y mujeres,
matadlos, acabad con ellos;
pero a ninguno de los marcados lo toquéis.
Empezad por mi santuario.
Y empezaron por los ancianos que estaban frente al templo.
Luego les dijo:
-Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad.
Luego la Gloria del Señor salió levantándose del umbral del templo y se colocó sobre los querubines. Vi a los querubines levantar las alas, remontarse del suelo sin separarse de las ruedas y salir. Y se detuvo junto a la puerta oriental de la casa del Señor, mientras tanto la Gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos.
Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas del río Quebar, y me di cuenta de que eran querubines. Tenían cuatro rostros y cuatro alas cada uno, y una especie de brazos humanos debajo de las alas, y su fisonomía era la de los rostros que yo había contemplado a orillas del río Quebar. Caminaban de frente.
Sal 112,1-2.3-4.5-6
La gloria del Señor se eleva sobre el cielo.
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor
ahora y por siempre.
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre el cielo.
¿Quién como el Señor Dios nuestro
que se eleva en su trono,
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Mt 18,15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.